Por: Rafael Ayala Villalobos
Hace una semana les platiqué que en casa tengo de huésped no invitado un ratoncito gris. Durante su estancia de más de un año nunca me ha traído alguna ratoncita coqueta ni tiene hijos, vive solo, se ve contento con la vida y anda tan campante por todos lados que me recordó a Lady, una amiga de Puerto Progreso que en el 2007 contrajo nupcias consigo misma ante un altar –sin padre-; a la fecha dice estar felizmente casada. Fíjense lector, lectora queridos que el matrimonio ha cambiado mucho y pues, han de disculpar lo metiches, pero no nos vamos a quedar atrás y hablaremos del automatrimonio conforme al cual algunos ya viven. Calma, no se sulfuren, no es que te vayas a casar con tu pijama o silla favoritas, no, eso habrá que esperarlo un poco más tiempo porque como van las cosas de seguro luego las leyes lo autorizarán a manos de políticos “de avanzada”.
Casándote contigo mismo te entregas con mucho amor a ese ser hermoso y a toda madre que eres tú mismo quedándote así hasta que la muerte te separe porque ahí sí que no aplica el divorcio, ni modo que te partas a la mitad, pero si llegara a darse el caso, el automatrimonio tiene la monumental ventaja de que todos los bienes se te quedan a ti mismo.
¿Qué romántico, verdad?. Ésta modalidad de casorio la traigo entre ceja y ceja y ya siento mariposas en el estómago cuando me veo en el espejo, me veo más guapo y hasta mi panza se me hace sexy, me trato mejor, me compro lo mejor que me puedo costear, me piropeo y ahí la llevo en eso de conquistarme a mí mismo. Mis amistades me dicen que se me nota que estoy enamorado. “Te brillan los ojos cuando hablas del tal Rafa”, dicen, y me pongo rojo como jitomate.
Sin embargo la burra no era arisca sino que la hicieron a palazos: me estoy yendo despacito como dice la canción de Fonsi “pasito a pasito, suave suavecito”, o sea poquito a poco, sin hacer olas porque antes con otras personas no me fue muy bien que digamos y corrieron la buena fortuna de separarse de mí.
A veces no me gusta mi mal humor. Por ejemplo el otro día quería ir a comer mariscos a El Molino en el barrio de Banquetes y otra parte de mí carne asada en El Arriero. Al final fui a la carne, molesto, y no me hablé durante dos días. Me pregunté qué tenía y me contesté que nada aunque se me notaba la trompa.
No te creas que es fácil esto de que tu yo y tu otro yo formen un nosotros. No, no es fácil esto del automatrimonio. Tienes que batallarle enamorándote a ti, primero con mensajitos cariñosos, llamadas románticas, halagos, invitándote a salir y haciéndote del rogar un poco, pero solo un poco porque te puedes desanimar tú mismo, entonces se te va el tren y no habrá más remedio que te dediques a vestir santos y a desvestir a otros no tan santos.
Y ahí te la vas llevando sin forzar las cosas, prudencia ante todo para convencerte con calma en lo que te conoces y ves si eres para ti un buen partido. Un consejo: sé generoso, no tacaño, no te invites a cenar tacos de cabeza porque si más tarde te besas intercambiarás cebolla por cilantro. Llévate a un buen lugar en el que sepas que habrá lo que te gusta. Debes dar buena impresión y demostrar que tienes mucho interés en ti.
Acuérdate de que te gusta que sean detallistas contigo: al día siguiente de salir a cenar, llámate para que te agradezcas haber aceptado y dite que te la pasaste muy bien, como con nadie más, pero teniendo el teléfono en la oreja izquierda y ya cuando te contestes te lo pones en la otra.
Ábrete las puertas, acomódate la silla y al sentarte dite gracias, no urgues los dientes con el dedo, mastica con la boca cerrada y si pediste pollo usa los cubiertos, no solicites platillos caros para no parecer abusivo, ni de puras verduras queriéndote hacer de la boca chiquita, eso ni tú te lo crees. En cuanto al alcohol: bebe poco y bueno.
Aunque tomes cuida lo que dices, no te cuentes tus intimidades luego luego, ni vayas a revelar si ya hiciste el amor o todavía no. Sé fino: solo tomate una mano con la otra y te la besas delicadamente. Que te valga madre si alguien te ve. Solo eso, porque a estas alturas no estás seguro de si darás el paso de casarte contigo mismo o no. Recuerda que uno llega hasta donde el otro lo deja. Tampoco no te hagas la mosquita muerta que bien que te conoces tus pirujeces.
Con los emoticones, los corazoncitos, las caritas y unas como manitas (¿masturbadoras?) de las redes sociales, ya cayeron en desuso las cartas de amor de puño y letra con unas gotitas de perfume que tan efectivas son para enamorar. Pregúntale a tu abuelita y verás. Así que mándete una. Si no sabes elaborarla, puedes inspirarte en la carta de amor de Yoko (¡o no¡) a John Len (nón), en la de Pablo Neruda a Albertina Rosa o en la de Beethoven a su amada eterna. O busca ejemplos de cartas amorosas en google, ya vez que a nuestros teléfonos llegan muchas cosas para ayudarnos a no perder tiempo leyendo libros.
En la carta destila amor desesperado, cuéntate cómo ansías verte, al estilo de Neruda a Albertina: “Vivo solo, en los altos, y a veces me levanto a cerrar la ventana, a hacer callar los perros. A esa hora estarás dormida (como en el tren) y abro una ventana para que el viento te traiga hasta aquí, sin despertarte, como yo te traía”. Hermoso, ¿verdad?.
También trata de comentar contigo temas de actualidad, eso te hará más interesante. Por ejemplo sobre la viruela del mono, que no es para monos, digo, para menos y que trae a medio mundo corriendo de miedo como cuando a Amlo, por criticar a los médicos, le pusieron una corretiza de Twitter a Instagram y de allí a Facebook. Por cierto, coméntate que dicen que cuando a alguien le da la viruela del mono, tiene calentura y grita adolorido, lo callan con un ¡chita¡. Pero sigamos con tu enamoramiento.
Los sábados invítate al cine o al teatro. No vayas a salir con tu burrada de que te gustan los téiboles porque te desanimarás de ti. Mejor ve al cine: es buen lugar para que te comentes sobre la película a ver si de veras tienen los mismos gustos y nivel cultural. Facilita que tu otra parte escoja la película, no te impongas. Cómprale su propia bolsa de palomitas para que no te veas miserable: te comes las dos. De repente pon tu mano suavemente en tu pierna cerca de la rodilla, si no te dices nada, la subes un poco, pero ya a la mitad con tu otra mano te la quitas sin brusquedad. Eso te dará buena impresión de ti mismo; como que te quieres y aceptas pero dentro del orden, sin propasarse. Y no lo vuelvas a hacer porque te puedes incomodar y otro día ya no vas a querer salir contigo.
Conviene que armes un pleito adrede y te enojes contigo mismo, así sabrás cómo eres malhumorado y hasta dónde puedes llegar. Nada más no dures más de un día peleado. Conocerás cómo pueden ser las cosas en los días malos cuando ya te cases contigo. No olvides reconciliarte como Dios manda.
No hay un tiempo determinado para esto, cada quien tiene su reloj interno, lo bueno aquí es que no hay dos relojes sino uno solo y te será más fácil detectar que el arroz ya se coció, que será después de conocerte más, de encariñarte, de muchas caricias y dulzuras, de serte leal y honesto contigo, de no echarte mentiras, de cumplir acuerdos. Ahí notarás que ya estás listo para casarte. Luego luego lo sabrás porque el amor por ti mismo estará henchido de gozo. ¡Ay, el amor!
Ya estás listo pues, pero dale otra pensadita; ahora que si ya lo decidiste pídete la mano frente a un espejo grande o un cristal de aparador de comercio que refleje bien en alguna calle importante a la vista de todos. Ten cuidado de esconder en la bolsa o atrás de ti la cajita del anillo para que no lo veas. Sabrás qué cosa tan linda es eso de que haya sincronía en el amor. Cuando te hinques y te preguntes si te quieres casar contigo, el del espejo ¡también lo hará!. ¡Nunca olvidarás lo que sentirás al arrodillarte y pedirte casarte contigo!. ¡Nunca olvidarás este día de ternura, pletórico de amor y de sincronía universal!
Me brincaré algunas partes porque esto se está alargando, pero en cuanto a lo mero bueno, a la intimidad en la luna de miel, solo te diré que ya es cosa tuya de cómo te acomodas contigo, de si serás tú el pasivo o tú el activo o se hacen una y una, nada más te comento que esta parte es tan importante como las demás, como construir diariamente tu matrimonio contigo con pequeños y cotidianos actos de amor sincero, con detalles, con tolerancia y amabilidad, con diálogo honesto, con buen trato, sin alegarte a ti mismo delante de otros y sin ofenderte.
Un detalle: nunca hagas bromas frente a los demás a costillas de ti mismo. Eso cae muy mal y aguada la confianza. Al contrario, muéstrate orgulloso de ti, ¡eres el más chingón que se casó con el más chingón!.
No te ignores. Escúchate atentamente. Contéstate con cortesía. Date regalitos y sorpresas agradables de vez en cuando. No te molestes si visitas a tu mamá, acompáñate alegremente. Regálate un whiskey lo más seguido posible (eso es básico) y nunca, grábatelo en tu cabecita enamorada, nunca olvides ni tu cumpleaños ni el día de tu boda. Se perdona más una infidelidad que eso.
Por último, quiero decirte que deseo con toda mi alma que te vaya bien en tu automatrimonio o sologamia. ¡Arriba los novios!
Sean felices.