Por: Rafael Ayala Villalobos
Si vas manejando una motocicleta en la noche, por sentido común prendes las luces, sin embargo, muchas veces hemos visto en la carretera a vehículos en penumbra, conduciendo a ciegas como los murciélagos. Es de sentido común permitir que primero bajen los pasajeros del autobús que ya terminaron su viaje para poder entrar, no obstante, no siempre es así; hay cada maleducado que se mete a empellones. El sentido común nos compele a no usar el teléfono cuando operamos un coche, y de todos modos lo hemos hecho. La lista de ejemplos en los que utilizamos el sentido común sería interminable. El sentido común es en definitiva un rosario de conocimientos lógicos y que no deberíamos desobedecer.
El otro día le pregunté en una reunión callejera a varias personas qué nos hacía más daño, si la maldad de la gente o nuestra propia ignorancia. Las respuestas fueron variopintas pero tenían más sentido común las que sostenían que nos daña más nuestra ignorancia. Lo cierto es que el sentido común nos viene del instinto, de la intuición y de la experiencia, es decir, de la historia: arribamos a determinadas conclusiones porque años de experiencias humanas nos regalan un listado de verdades, de certezas y de remedios, a veces en forma amena como en los dichos y los refranes, sin los cuales iríamos de error en error dándonos de frentazos en la pared. Por eso es malo no aprender de la experiencia y desconocer la historia.
Si los mexicanos no conocemos que cuando los militares se han arrimado a la política ha sido malo para el país, la democracia, los derechos humanos y las libertades, podemos caer en el engaño al que nos quiere llevar don Amlo, que antes se la pasaba criticando a nuestras fuerzas armadas y prometiendo que los regresaría a los cuarteles y que ahora ya nada más falta que los ponga a vender tortas en carreta para seguirnos acostumbrando a verlos por todos lados invadiendo las tareas constitucionalmente reservadas a los civiles, con apego a la democracia.
Para no caer en el error habrá que recordar que el antiguo PRI -y eso que gozaba de su dictadura perfecta- en buena hora suprimió como uno de sus sectores al sector militar, dejando solo al agrario, al obrero y al popular. Las reyertas históricas en México han estado protagonizadas por militares ambiciosos de poder político, es cosa de que usted, amable lector, le dé una repasadita a la historia nacional.
Ahora que desde la presidencia de la república están destruyendo al país, que la economía y el empleo van en picada, que no hay seguridad pública, ni inversión extranjera, que los precios se encarecen, que los sistemas de salud y de educación están ya no por los suelos, sino por los sótanos, los que apuestan a la división de los partidos de oposición, o lo hacen por intereses personales, o por desconocimiento de la historia o por falta de elemental sentido común, porque éste, el sentido común nos dice que en estos tiempos de ataque a la Constitución, a la democracia y a la República es muy necesaria la mayor unidad posible de las fuerzas opositoras, un solo candidato a la presidencia de la república en el 2024 y un programa a realizar muy incluyente y muy bien consensado, porque de lo contrario el único que gana es quien ahora detenta el poder y no precisamente para bien del país.
Ahorita atacarse entre los opositores o desde la ciudadanía a los partidos opositores, es un error y una falta de sentido común, por no decir un suicidio. La exigencia histórica y ética del momento implica posponer para después el tratar de sacar adelante sus particulares proyectos partidistas entendiendo que partido viene del todo, de la parte de un todo, y que es el todo de nuestra república la que se debe defender de la destrucción de que viene siendo objeto. Hay prioridades, las dicta el sentido común, mismo que les falta a los que no quieren la alianza porque egoístamente priorizan sus intereses de grupo y de partido o porque en lo obscurito tienen nexos indecibles con Amlo.
Es cierto que existen diferencias ideológicas y programáticas entre los partidos opositores, pero hoy por hoy, deben prevalecer las coincidencias que tienen dentro de la Constitución. Ese simplismo chato de que son agua y aceite es para la química y las ciencias exactas, no para las humanidades. No es este el lugar para hacer un análisis comparado entre los documentos básicos y la práctica de los principales partidos opositores, pero es obvio que si se acabara de instalar una dictadura populista en la que no cuenten los resultados sino solo la popularidad, ya no tendrán ni república ni democracia en la cual puedan actuar. Aquí es donde le falla el cálculo al partido MC.
Volviendo al punto: la puerca tuerce el rabo cuando también la historia, que es la maestra de la política, nos enseña que en México como en La Piedad, el sentido común es el menos común de los sentidos, como dijera Ramón Gómez de la Serna. Haciendo una introspección retrospectiva de nuestro pasado lejano y reciente lo más común ha sido ignorar el sentido común al grado que surge la pregunta: ¿Es que nuestro sentido común es no tener ninguno y vivir en la equivocación permanente?
Yo estoy de acuerdo en que el PAN, el PRI y el PRD, para empezar, formen una alianza opositora para las elecciones de presidente de la república en 2024, junto con sindicatos, cámaras y asociaciones diversas y, por supuesto y principalmente, con la sociedad civil y si fuese posible, con otros partidos.
Ya desde la ciudadanía, en concreto la organización Frente Cívico Nacional (FCN), está articulando en todos los estados una fuerza ciudadana que identifica núcleos y liderazgos, así como está forjando alianzas y construyendo un proyecto de nación abarcando temas como la economía, la salud, el estado de derecho, la democracia, la libertad y la seguridad, entre otros. En este esfuerzo están participando liderazgos muy importantes, personajes con el perfil para gobernar, universidades, académicos, líderes sindicales, campesinos (CIOAC, por ejemplo) y empresariales, entre otros.
El FCN está convocando a construir una estructura nacional en los 32 estados y las 300 ciudades más grandes del país, buscar un candidato o candidata de unidad rumbo al 2024 que surja de un proceso democrático como lo es una elección primaria organizada por el INE (contemplada en la ley), y está identificando y priorizando las principales causas ciudadanas para impulsar su solución.
Se trata de echarle montón desde la ciudadanía a los partidos opositores para que se sienten a platicar y a acordar entre sí y con la sociedad civil, que entiendan que solos van derechito al fracaso electoral, que el momento histórico les exige ponderar, aliarse y tomar como bandera de lucha lo que esta vez la ciudadanía les proponga y no sus grupos internos de interés.
Hace unos días, la encuestadora Polis, publicó una encuesta similar a la del diario El Financiero, en la que para ganar la Ciudad de México en el 2024, el PAN, PRI y el PRD tienen 42.4% en tanto que Morena, PT y el Verde 39.7%, MC 12.1% y de ahí para abajo. Y así están Jalisco, en donde las encuestas indican que MC ya no ganará solo. De modo parecido están Nuevo León y el Estado de México. Pero no vayamos tan lejos, en la última elección de ayuntamiento en La Piedad, si el PAN no se hubiera aliado con el PRD no hubiera ganado, ya que el desplazamiento de votos de MC y del PRI hacia Morena, hizo que este creciera.
Al no ir juntos, Morena ganaría la presidencia de la república y yendo solos bajarían en fuerza como le ha sucedido a MC que de tener 27 diputados con el 7.01% de votación en 2018, bajó a 25 diputados con el 4.87% en el 2021.
En casi todas las encuestas para la gubernatura del Estado de México, aparece Morena con el PT y el Verde como ganador frente a los demás partidos si compiten cada uno por su lado, pero junto con otras encuestas, la de Polis.MX, señala que aliados el PAN, PRI y PRD obtendrían 42.4% en tanto que Morena, PT y Verde 39.7% y MC el 12.1%. Como se ve, la oposición unida a la sociedad civil está a tiro de pájaro de ganar.
Así que por sentido común los opositores deben unirse al menos para la presidencia de la república, ya para otros cargos y para las alcaldías, el tiempo y las muy diferentes circunstancias no permiten una tabla rasa que determine que así deba ser. Cada distrito y cada municipio deberá procesarse individualmente, pero siempre con la mira puesta en contener a esa fuerza amorfa y caprichosa, antidemocrática, inepta y violadora de la ley, que ni siquiera tiene un proyecto acabado de nación y que es Morena cuyo presidente ve natural, fácil y sencillo dedicarse a pretender destruir el Estado de derecho que tanto costo representó a los mexicanos durante años. Ya me lo imagino en su silla presidencial en el palacio virreinal, al estilo de Iturbide, o como Maximiliano de Habsburgo, dirigiendo al son de la obertura de Guillermo Tell, la rápida destrucción de las instituciones públicas y el regreso al poder centralizado, mientras sus fieles, más por confusión, por buena fe, por ansias de un cambio y quizá por falta de sentido común, le aplauden.
Alguien preguntará: ¿y a todo esto, qué están haciendo en La Piedad los partidos políticos? ¿Esperando a ver qué les dicen sus dirigentes estatales y nacionales? Son muy buenas preguntas.
Los partidos son entidades de interés público y a todos nos debe interesar qué están haciendo, quiénes los dirigen, qué gestionan, si están capacitando nuevas generaciones o no, si emplazan su propuesta, si difunden sus posicionamientos, si están construyendo su estructura electoral y de comunicación, si están afinando su identidad y sus tensiones internas o siguen agarrados de la greña… ¿Qué están haciendo? ¿Se limitan a decirle siempre no al presidente y a Morena o están tejiendo un proyecto alternativo?
En el caso del PAN, hasta donde puedo atisbar están mejorando su estructura y su capacidad de movilización ciudadana directamente con liderazgos populares, siguen sus quehaceres de adoctrinamiento y de organización y no paran de apoyarse en sus logros de gobierno. Tiene liderazgos, algunos muy cimentados en el ánimo popular. Sin embargo le falta salir de las bardas que lo circundan.
Al PRI lo veo con temor, relamiéndose sus heridas, como con vergüenza. Veo a los priístas muy metidos en si Alito sigue de dirigente o no, cuando se quede o se vaya el PRI es mucho más que su dirigente circunstancial; es más que eso y no se deberían entretener, porque al final de cuentas con el que lo encabece los seguirán bombardeando. El PRI no trabaja en restablecer equilibrios internos para afianzar la unidad, más bien como que un grupo quiere eliminar a otros. Tampoco lo veo retomando el camino para volver a ser un partido de organizaciones sociales y con ellas abanderar las mejores causas populares. Sus derrotas a los priístas los llevan a echarse la culpa unos a otros, sin reflexionar serenamente, sus militantes se corren a Morena o se esconden o se van a la nada mientras que algunos dirigentes parece que solo quieren repartirse lo que quedó de la capa de Jesucristo. Si el PRI no se relanza, no se oxigena, no se fortalece y no regresa a sus orígenes, no tendrá mucho que aportar a una alianza opositora por la presidencia de la república.
Si se regenera, el PRI puede aportar su capacidad para los acuerdos, su experiencia de gobierno, su política de masas para respaldar un régimen democrático.
Algunos dicen que ideológicamente el PRI está agotado. Yo creo que no. La filosofía de la Revolución Mexicana y su programa a realizar no se han acabado, están inconclusos y el actual gobierno les está dando para atrás. Pero el priismo ya no tiene fe en sus ideales, ni los posiciona, ni lucha por ellos, por sus valores, programa y principios y ha caído en esa moda de algunos políticos de chisguete –que los hay en todos los partidos- que sin contenido, inflados como globos por el manejo habilidoso en las redes sociales, hacen política de artificio, sin ideas ni proyecto, como si la política fuera farándula.
El PRI era una fortaleza de lealtades y compromisos. ¿Dónde están ahora? El PRI tiene que sacudirse a los corruptos y simuladores que aún andan en sus pasillos, tiene que zafarse de ellos y denunciarlos, de otro modo no podrá limpiarse esa mancha ni plantar cara ni pedir el voto.
La mayoría de los priistas son gente decente a los que les duele y ofende que a su partido se le vea como la corrupción por antonomasia.
Y ya ni qué decir que el PRI no está inserto en el dialogo político municipal, que no emplaza sus posiciones, ni está construyendo su estructura electoral.
El PRD está reestructurando su organización electoral y teniendo puentes con diferentes sectores sociales y económicos. Su reciente baja productividad electoral no le ha hecho mella como punto de referencia moral en la política, ni en su lucha por la soberanía del país, el fortalecimiento del municipio, la democracia y por lograr una economía benéfica para el pueblo.
Recientemente su anterior directiva se dedicó más a posicionar marcas personales y no la marca del partido, lo que si al principio fue atinado como táctica, haberlo prolongado y radicalizado fue perjudicial para sus liderazgos –algunos ya retirados- y a su institución.
El PRD está inmerso en la gestión social y atento a esas “pequeñas grandes” necesidades de la gente para acompañarles en su solución. Pero no lo comunica y eso es casi como si no lo hiciera.
Al PRD le falta estar más incluido en el debate político, definir y difundir su perfil socialdemócrata y humanista, tener más garra, enraizarse en la base popular y pregonar su propuesta, que la tiene.
Algunos dicen que la figura del gobernador anterior le hace sombra. Yo creo que es al revés, que le da brillo. La gente sabe de las múltiples y benéficas obras y acciones de su gobierno en todo el estado, y ni qué decir del empujón positivo que le dio a La Piedad en los trienios del PRI (Estrada) y del PAN (Espinoza), en el campo educativo (COBAEM, CONALEP, Tecnológico, primarias, secundarias…), en el medio rural, en el mejoramiento continuo a la infraestructura municipal (drenajes, pavimentos), en la superación del equipamiento urbano (baste mencionar el nuevo boulevard Lázaro Cárdenas y el nuevo Centro de Salud), en la seguridad pública (no estamos como en Zacatecas o Zamora) todo ello que no ha podido ser deslustrado por los ataques sin fundamento en las redes sociales. La gente sabe la verdad porque la ve.
Así que el PRD tiene cara con qué hacer política en defensa de la república y del municipio, solo que, entre otras cosas debe mejorar su comunicación y no entretenerse en activar a algunos perredistas que se muestran temerosos, como escondidos debajo de la mesa, con un pie en el PRD y el otro quien sabe dónde, que no quieren dar la cara por lo que algún tiempo fue su partido mientras mediante él obtuvieron beneficios. Sin convicción, nadie tiene disciplina para el quehacer político congruente.
Al PRD se le identifica popularmente con las causas de los más necesitados, con la defensa del medio ambiente, con las mujeres y los jóvenes, con los trabajadores del campo y de la ciudad, con el mejoramiento del nivel de vida y de trabajo de la población, entre otros objetivos. Pero debe terminar de crear organización ciudadana y desplegar su comunicación política.
No están en juego los partidos opositores, no, está en juego el sistema democrático, la constitución y la República misma, la paz social y la viabilidad de México como país. A lo mejor no nos gustan del todo los partidos existentes, pero, sabe usted una cosa, es lo que hay. Y por lo pronto no habrá nuevo menú. Por ley ahorita no se puede crear un partido político nuevo, sino hasta después de los comicios del 2024, en el 2025, precisamente, así que hay que jugar con las cartas que tenemos.
Todo esto tiene que ver con el sentido común, afirmábamos.
Dice doña meche que el sentido común es como el papel de baño: el que más lo necesita no lo tiene. Todos mencionamos el sentido común y damos por hecho que es benéfico para la conducta humana, desde el médico especialista hasta el barrendero del parque. Bergson, decía que es “la facultad de orientarse en la vida práctica”.
El sentido común es lo que la sociedad aprecia por prudente, racional y lógico. No obstante todos los días vemos personas con cara de inteligentes que realizan acciones sin pizca de sentido común…, como en la política.
Yo creo sin regateos en el sentido común a la manera de Max Jacob, quien aseguró que “EL sentido común es el instinto de la verdad”, y como dice doña meche: “El sentido común es no andar haciendo pendejadas”.
Sean felices.