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HOLA MUJER, ¿CÓMO TE HA IDO?

Por: Rafael Ayala Villalobos

¿Cómo les ha ido a las mujeres de la región de La Piedad con el actual gobierno federal? De 10 mujeres consultadas al azar por esta columna, 7 contestaron que “igual”, 2 que “peor” y 1 que “mejor”. En cuanto a las diversas formas de violencia contra las mujeres, de 10 respondieron 8 que “igual”, 2 que “peor” y 0 que “mejor”. En qué tan seguras se sienten, 6 afirmaron que “peor”, 2 “igual” y 2 “mejor”. En materia de atención a la salud, 9 dijeron “peor”, 1 “igual” y 0 mejor. A la pregunta de si consideran que este gobierno ha empoderado económicamente más a las mujeres 7 dijeron “no saber”, 2 que “no” y 1 que “si”. El sondeo, que no encuesta, abarca otros temas pero vale detenernos hoy a comentar lo anterior para saber si las mujeres del Bajío salieron de Guatemala para entrar en guatepeor o si ya están en Jauja.


La percepción general es que a las mujeres no les está yendo mejor. No saben qué es eso de “empoderar”, porque aunque es una expresión muy de moda, utilizada por activistas que buscan reivindicar los derechos de las mujeres, se trata de un anglicismo traducido como “ganar poder”, como deshacerse de lazos que históricamente la cultura impuso a las mujeres. La palabra “empoderarnos” es ruidosa, se usa mucho en los medios académicos y políticos profesionales, pero fuera de ahí la población femenina no la identifica con las posibles soluciones a sus problemas cotidianos. O sea que hay “mucho ruido y pocas nueces”.

Claro que a las mujeres de estos lados no les ha ido bien con el gobierno federal de Morena. No podría ser de otra forma si en éste 2022, de 74 programas asistenciales federales, 10 concentran el 83% del presupuesto del gasto social y ninguno obedece a políticas públicas que empoderen a las mujeres en lo económico, el emprendimiento, la educación, el empleo, la salud y la seguridad, entre otros derechos básicos o destinados a modificar los procesos sociales basados en relaciones de poder desiguales entre hombre y mujer y a crear conciencia entre los hombres para que en el futuro no vaya a haber retrocesos de los avances igualitarios ya logrados. Nada, nada indica que al gobierno federal le importen, le duelan las mujeres.

El gastadero de dinero público ayuda pero no resuelve ni la pobreza ni la desigualdad, y sin embargo forma clientelas electorales a las que primero las empobrece y luego las hace dependientes, constituyendo una esclavitud moderna.

De esos 10 mega-programas ninguno está orientado a las mujeres en particular y para colmo, en el Presupuesto de Egresos de la Federación en el 2022 no se pre-etiquetó el destino geográfico del gasto por la sencilla razón de que no está planeado.

Igual será para el 2023, por lo que a capricho presidencial, el 63% de la masa total de estos programas se está canalizando este año a la Ciudad de México, sin justificar si esa gran cantidad de dinero realmente la necesita esa región. El resultado es que a los municipios de la región de la Piedad le llegan migajas y hay programas de los que nada más se recibe su propaganda.

No, no les puede ir bien a las mujeres del Bajío si de la población femenina no asalariada que tenía Seguro Popular hasta el 2019, el 32% ahora ya no tiene ninguna protección en salud, según el INEGI. ¿Porqué? Porque lo que era hasta el anterior gobierno un derecho universal a la salud, ahora es visto como simple prestación social, significando un retroceso muy practicado por los gobiernos populistas, conservadores y de derecha como el de Amlo.

Con equipos médicos en mal estado, con escasos medicamentos, con plantillas de personal incompletas, con diferimiento de consultas y cirugías, sin que el ISSSTE realice estudios de imagenología más que los que subroga, y con saturación de los mismos en el IMSS, las mujeres le sufren más que los hombres debido al modelo de familia patriarcal en el que la mujer es considerada como la “cuidadora” de todo: de hijos, macetas, alimentos, hijos, compras, atención médica de ella y de todos, de los ancianos de la casa, del perrito, del perico….!uff!…,en fin.

Éste gobierno atiende menos a las mujeres en su salud, en sus vacunas, en la atención perinatal, en ginecología, en enfermedades de las más costosas, porque redujo el gasto para ello a fin de enviar dinero a proyectos sin sentido como el Tren Maya o la refinería Dos Bocas, entre otras inutilidades nutrientes del ego presidencial.

Según la Organización Mundial de la Salud, OMS, el presupuesto para la salud en México se cuadruplicó de 2010 al 2015, pasando del 4 al 6% del Producto Interno Bruto, PIB, y eso que eran gobiernos “neoliberales”; con Amlo cayó el gasto en salud a 4.9%.

No solo ese retroceso afecta a las mujeres de La Piedad. La nueva Ley General de Salud que aprobaron los diputados morenistas, cometió un dramático error al imponer que el Insabi –esa cosa que para nada sirve- ya no tenga la responsabilidad de cubrir enfermedades más que los servicios básicos de primer y segundo nivel de atención, dejando fuera los servicios de salud especializados que incluían varias enfermedades costosas. Éste era ya un derecho ganado por la población que la 4T le ha robado.

Por ahora dejemos el tema de la salud. Enfoquémonos en el empoderamiento básico de la mujer. Sin Estancias Infantiles y sin apoyos reales al emprendimiento, por ejemplo, las mujeres ven ahora mayores dificultades para realizar alguna actividad económica, lo que es elemental.

Primordial es para una mujer que desee tener mayor libertad, gozar de independencia económica, o sea tener el dinero y los medios adecuados para tomar decisiones de su vida diaria, como lo que va a comprar para la despensa, su maquillaje, zapatos o pagar un curso que la capacite para trabajar independientemente, sin tener que consultarlo con nadie o tener que rendir cuentas, por ejemplo.

Hay que recordar que antiguamente, por ley, las mujeres no podían recibir herencias o si lo hacían, no podían administrarlas. Eso ya pasó, pero sigue habiendo una tradición cultural y legal de sometimiento económico que el actual gobierno no solo no trata de ir superando con políticas públicas de empoderamiento económico a la mujer, sino que eliminó algunas que ya existían, por ejemplo, en PROSPERA la mujer de la casa era la que recibía el subsidio en todos sus componentes.

Si usted desea constatar estos datos o ampliar su información para comprobar porqué a las mujeres de La Piedad les ha ido mal en este gobierno federal, aún cuando algunas perciban al gobierno como muy exitoso manipuladas por la propaganda pro 4T, puede ver la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera 2021 que acaba de publicar el INEGI.

Ésta encuesta indaga acerca del acceso y la utilización de servicios financieros formales, tales como los bancos, créditos o seguros, asimismo sobre su conocimiento y utilización por parte de la población mayor de 18 años.

La información del INEGI la exponen por sexo, lo que facilita comparar la situación de hombres y mujeres, de ahí que muestra mucho sobre el empoderamiento económico de las mujeres, porque la posibilidad de tener una cuenta de ahorro propia, una tarjeta de crédito o de alguna tienda departamental propia o una cuenta de ahorro para el retiro (Afore) se vuelve la diferencia entre estar pidiendo dinero o disponer con libertad de él.

También la encuesta señala la actividad económica remunerada de las mujeres, lo que les permite tener acceso al sistema financiero formal. Esto último es importante porque las mujeres en su vulnerabilidad económica, han desarrollado una serie de mecanismos informales para ahorrar y disponer de recursos que les permitan comprar algo o hacer un gasto que de otra manera les sería inaccesible, como las “tandas” o las compras “en vaquita”.

En el caso concreto de La Piedad, según la CONEVAL, hay 26 mil mujeres cabezas de familia, más del 25% de los hogares. De ellas, de cada 10, solo 2 tienen acceso a una fuente financiera formal, sea banco, caja popular, Afore, etc. Por ello no sorprende que el INEGI afirme que a nivel nacional las mujeres accedan menos a servicios financieros que los varones (74.3% hombres contra 61.9% mujeres).

Lo que sí sorprende de la encuesta citada es la disminución de la participación femenina entre 2018 y 2021 en instituciones financieras, en tanto que la de los hombres aumentó ligeramente, presumiblemente por la pandemia, cuando, por el contrario, los hombres aumentaron un poco su acceso a los servicios financieros formales.

Es entendible. Muchas mujeres renunciaron a sus trabajos por la pandemia o fueron despedidas y ahora se las ven negras. Se quedaron en casa a atender a la familia, aún cuando hacían trabajo a distancia, incluso mujeres dueñas de negocios informales tuvieron que cerrar definitiva o temporalmente.

Y sin embargo el gobierno federal no implementó ningún programa que atendiera específicamente éste problema por la contingencia económica que vivieron y viven las mujeres. En el caso de La Piedad, decíamos, son la cuarta parte de las cabezas de familia. Entre otras cosas el gobierno no los tiene porque tendría que revisar sus malísimas decisiones de cerrar las escuelas de tiempo completo donde se daba desayuno y comida a los niños más necesitados, entre otros errores directamente perjudiciales para las mujeres.

Aquí la situación más crítica la viven las mujeres del medio rural que no reciben dinero de sus parientes en Norteamérica, porque perdieron su apoyo de PROSPERA que les daba mensualmente subsidios de alimentación, becas para las niñas y los niños bajo su cuidado y acceso a la salud, tema de por sí afectado con la desaparición del Seguro Popular, lo que les perjudicó en lo económico. Y ni qué decir de cómo les perjudicó la desaparición injustificada del programa Arranque Parejo en la Vida, que incluso la UNICEF tomó como modelo para otros países. En La Piedad, de 10 mujeres que tenían éste beneficio, 6 ya no tienen acceso a ningún otro, excepto algunas al de Adultos Mayores.

En su lugar el gobierno federal actual puso en marcha programas de fuerte contenido masculino como el Sembrando Vida o Precios de Garantía, que impone a los hombres beneficiarios la necesidad de contar con una cuenta bancaria para recibir apoyos, y ya no las mujeres. Se trata pues de políticas públicas machistas, sin una perspectiva de género.

Si las mujeres no tienen autonomía económica, el ejercicio de sus derechos seguirán siendo solamente letra escrita. Pero por lo visto al gobierno no le interesa frenar esta situación y corregirla para cerrar brechas de desigualdad entre mujeres y hombres, sino que al contrario, las ha empeorado. Vamos de mal en peor.

El aumento de precios de los productos de primera necesidad afecta sobre todo a las mujeres que tienen que hacer circo, maroma y teatro para que los dineritos que entran al hogar se estiren lo más posible.

Un sondeo realizado en agosto y otro en septiembre de este año en La Piedad, revela que en promedio los productos agrícolas aumentaron en general, en promedio, 15%. En cuanto a productos específicos se detectó que entre agosto y septiembre los precios aumentaron de la manera siguiente: leche 15%, pescado tilapia 17%, camarón mediano 20%, aguacate 16%, naranja 40%, huevo 28%, pollo 20%, tomate verde 42%, cebolla blanca 89%, bistec de res 18%; papa 42%. Y así por el estilo. Y ni qué decir del aceite de cocina, la luz y el gas.

Al subir los precios se lesiona el poder adquisitivo de las familias, sobre todo de las más pobres que gastan casi todos sus ingresos en alimentación. El aumento al salario mínimo quedó inutilizado y son las mujeres las más pobres entre los pobres, las que recienten emocional y físicamente los rigores de una política económica equivocada por parte del gobierno de Morena que pretexta la pandemia, la guerra en Ucrania o al mal clima, cuando ni siquiera tiene una estrategia o un plan agroalimentario que fortaleciese la soberanía alimentaria, ni un plan para impulsar las microempresas dedicadas a la producción, distribución y venta de artículos de primera necesidad.

El PACIC, una suerte de acuerdo o pacto con algunos grandes empresarios para contener la carrera alcista de los precios, ha resultado un rotundo fracaso que lesiona gravemente a las mujeres en la primera línea. ¿Cómo así? Por ejemplo, Amlo acordó con los dueños de Maseca y Minsa no subir por un tiempo el precio de la harina de maíz para tortilla, pero tales empresas solo surten el 36% del mercado nacional. Además, las tortillerías tienen otros insumos muy afectados por la inflación: la luz, el gas, el papel, entre otros, incluido el “derecho de piso” que cobra la delincuencia organizada, un costo más en la contabilidad de los negocios, ahora en auge gracias a la complacencia de Amlo con la violencia generalizada.

Si el gobierno no logra controlar los precios de los energéticos, todo seguirá subiendo.

¿Recuerdan cuando el presidente dijo que gobernar no era la gran ciencia? Bueno…, por eso hay que estudiar bien en la universidad economía y finanzas públicas, materias que a Amlo, fósil universitario, nada más no se le daban…

Y nada de echar la culpa a los de atrás. Antes de la pandemia y de la guerra en Ucrania las cosas ya iban mal con Amlo: al inicio del sexenio el kilo de tortilla estaba en 13 pesos, ahora cuesta de 21 a 23 pesos. El presidente, o decide desde su ignorancia o tiene asesores medio atarantados.

Podríamos seguir puntualizando la problemática de las mujeres que se ha visto agravada en este sexenio malogrado, en detrimento de su empoderamiento, pero el espacio nos limita.

Contra la desesperanza, hay que decir que aún en las difíciles horas que vive la democracia mexicana, son las mujeres el baluarte principal que la defienda, pero cuidando no caer en vanas simplificaciones como esa que considera a las “mujeres” como una ilusión porque presupone una identidad de sujetos a partir únicamente de la identidad biológica, del ser mujer, sin ponerse a ver la diferencia de condiciones materiales y sociales que hay en las diferentes posiciones de las mujeres en la estructura social y económica que hoy por hoy la 4T no se ha atrevido a transformar de verdad lo que la reduce a “puro rollo”.

El gobierno de Morena ha basado su acción pública en las categorías socio-económicas de explotación y desigualdad de la mujer que ya había, y las ha retroalimentado. Si acaso ha cambiado el estilo personal de gobernar, pero ni con el pétalo de una 4T minúscula ha querido transformar al Estado desde su infraestructura económica.

Conviene a la ciudadanía en general y a las mujeres en particular dar un paso adelante en cuanto a que ya hay paridad hombres-mujeres en los cargos legislativos y en algunos administrativos. Me refiero a que eso sea el basamento que lance una agenda de empoderamiento real y de resolución a fondo de la problemática de las mujeres en general y de las trabajadoras en particular buscando justicia, cuidado del medio ambiente, bienestar social y económico e inclusión.

Las mujeres ya son representadas políticamente, ni duda cabe. Los partidos respetan la paridad en candidaturas, pero ¿realmente eso ha servido para empujar el desarrollo de todas, sobre todo de las pobres entre las pobres, de las más marginadas de los mínimos de bienestar? No. Lo vemos en La Piedad: las mujeres no la pasan bien.

Actualmente tenemos una paridad de hombres-mujeres en posiciones políticas de elección pero sin contenido, sin que eso de por sí asegure la defensa efectiva de las mujeres y sus derechos. De ahí que el gobierno federal las ignore y pisotee.

La paridad de género no se ve reflejada en, por ejemplo, una defensa contundente de las Estancias Infantiles, un golpe en seco a las mujeres, así como la desaparición de diversos apoyos federales como el de los refugios para mujeres maltratadas. Así, no hay que caer en ilusiones.

No porque una candidata sea mujer garantiza nada, y menos si es de Morena, porque seguirá echándole porras a la destrucción de los derechos humanos desde el poder federal en contra de las mujeres.

Puede haber, como los ha habido, candidatos varones con un mayor compromiso con la defensa de los derechos de las mujeres.

Hay diputadas y senadoras que se alcanzan a marear con el glamour de la política, las presiones de sus jefes o que incluso traicionan a las mujeres con tal de seguir haciendo “carrera política” y como algunas de Morena, poder cambiar su morral por una bolsa de broches y las alpargatas por tacones.

Así que conviene reflexionar y revisar con la cabeza fría cómo les ha ido a las mujeres de la región de La Piedad con Amlo y, al mismo tiempo, desde la sociedad civil, identificar las principales necesidades de las mujeres de la región a fin de forjar una agenda de valores y un programa a realizar que todos los partidos políticos se comprometan a impulsar, de lo contrario seguirá sucediendo que llegan a las cámaras legislativas, los ayuntamientos y a cargos ejecutivos sin saber de políticas públicas por lo que en los hechos el avance del empoderamiento de las mujeres ha sido lento.