Por: Rafael Ayala Villalobos
“Si yo hiciera un mundo todo sería un disparate,
porque todo sería lo que no es…”Alicia en el país de las maravillas.
Yo no se de política, bueno, de psiquiatría tampoco. Sin embargo no es necesario ser doctor psiquiatra para saber que el señor se enreda a diario en sus propias hebras hablantinas y disparatadas porque como dice el “Libro del buen amor”, “Quien mucho habla, mucho yerra”.
Y es que en estos tiempos disparatados en los que –¡habrase visto!- uno entra embozalado al banco y su propio dinerito retira, el gobierno federal hace lo que más sabe hacer: disparate tras disparate.
A lo único que le atina es a seguir derrochando el dinero que no es suyo (así que chiste), desbaratando a la república democrática, ninguneando a los municipios, desatendiendo la salud y la educación y empoderando peligrosamente a las Fuerzas Armadas a las que romantiza al punto de creerlas casi divinales: omnipresentes, infalibles, incorruptibles, certerísimas, todopoderosas, clarividentes –y no porque espíen, eh- a las que a punta de billetes quiere convertir en el motor principal de esa cosa llamada cuarta transformación. ¡Ooórale! El señor ha abusado del patriotismo, lealtad y disciplina de los soldados de tierra, mar y aire.
Un día de estos le pueden sacar un susto porque el poder es expansivo por naturaleza y la codicia anida en su seno. Si no, ahí está la historia que lo confirma.
Tan les gusta a los militares la política y tienen tentación de poder que el general Lázaro Cárdenas tuvo que acotarles su participación política al cuidado de la soberanía nacional, y su sucesor, el general Ávila Camacho hizo maniobra y media para entregarle el poder por vez primera desde la Revolución a un civil, al licenciado Miguel Alemán, y desaparecer el cuarto sector de lo que ahora es el PRI, el sector militar, así como instruir apoyar al ejército en todo lo necesario para sus tareas constitucionales…, pero nada más, porque sabía lo que estaba criando.
La mayoría de los años que México tiene como nación dizque independiente, ha sido gobernado por militares que una vez que se meten en la casa ya no se quieren salir de ella, si no, pregúntenle a Santa Ana y a Porfirio Díaz y a Victoriano Huerta y a …
Estos son tiempos de disparates. El disparate llega a considerar que este sexenio no existe, que simplemente es el pretexto para que siga el próximo “cueste lo que cueste”, aunque la violencia avance, la vida sea más cara y las instituciones estén desarmándose a la vista de todos.
Parecen ciertas tres cosas disparatadas: que en México se juntó la pandemia con el pandemónium; que ya hace varios años que este gobierno es su propio “gobiernos anteriores”, nada más que en modo no igual sino peor; y que sufrimos una desorganización excelentemente organizada. ¡Cárganos la rechiflada!
En México “cuarta transformación” significa anti-sociedad civil, anti-democracia y anti-legalidad. En Angola no sé, pero de que aquí es un disparate, lo es.
Ya se sabía, sí, que la Guardia Nacional -que ni guarda la seguridad ni representa a la nación- íba a parar con todo y cachivaches a manos del Ejército aunque se tuviera que violar disparatadamente la Constitución. Ya se sabía porque ahora las noticias se saben incluso desde antes de que los hechos pasen.
No importó que los datos extraídos por Guacamaya-Leaks desde la matríz misma del Ejército y difundidos por diversos medios de comunicación lo revelaran como no confiable, tristemente. Y conste que el señor dijo que eran ciertos.
Ahora que todo se sabe y que publicamos en las redes sociales nuestra vida privada, pero al mismo tiempo –disparate al fin- exigimos leyes de protección de datos personales, ya se conoce que el presidente tiene ciertas enfermedades de las que deseamos pronto se recupere.
Por otro lado, uno sólo tiene que verlo parlar como matinal bucanero de la palabra para saber que es rencoroso, necio y mentiroso. Todo ello aderezado con una pizca de locura.
Les digo, vivimos en el disparate. En apariencia todo se informa, pero la credibilidad es menor. Todos los días hay “mañanera” pero a diario desconfiamos.
Es parte del mismo disparate: sonreímos todo el día en el Facebook pero le hacemos mala cara a los que tienen el infortunio de toparse con nosotros. Conversamos con el de la Patagonia pero no saludamos al vecino del otro lado.
Y así el señor: todo el día habla de honestidad pero no le alcanzan las 24 horas del día para hacer tonterías y decir mentiras. El disparate total. Por eso conviene preguntarnos de buena fe qué es eso de la buena fe.
¿O no es disparate que casi el sesenta por cierto del presupuesto se lo lleven las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional, la Fiscalía General y no den resultados? ¿No es disparate qué se insista en que el Ejército siga atendiendo la seguridad interna cuando en sus manos 1 de cada 4 mexicanos han sido víctimas de algún delito en el 2021?
El INEGI revela que en 2021 se cometieron 28.1 millones de delitos, una tasa de 24 mil 207 víctimas por cada 100 mil habitantes. ¡Ni en Ucrania están así! ¡El 25 por ciento de la población! ¡En promedio 100 homicidios diarios! Lo cual demuestra que no es con las Fuerzas Armadas en las calles como recuperaremos la tranquilidad, si no hay un cambio de estrategia, sino fortaleciendo las policías estatales y municipales.
Como en los regímenes autoritarios y antidemocráticos, por esencia intolerantes, opinar con responsabilidad y actitud constructiva, conlleva un alto riesgo dividido en dos: primero, recibir ofensas y amenazas de los privados y de los señores de la vida pública; y segundo, un alto honor: sentir la satisfacción del deber ético cumplido. Pero nunca servirá para ascender social o políticamente. Para eso está la adulación fanática.
A mí, por ejemplo, me ofenden a veces sí y a veces también, cuando disiento del señor. Son tantas las ofensas que uno ya ni se ofende; incluso hay insultos que halagan. Eso no quiere decir que seamos imprudentes en el decir. Un viejo refrán castizo dice que “Prudencia al jalar el lazo: ni poco que no se sienta, ni tanto que lastime”.
Un botón de muestra: el otro día un distinguido compañero de Facebook me acusó de que ridiculizo al gobierno federal. No es cierto. El poder presidencial se ridiculiza solo. Por eso se ha debilitado.
Tanta debilidad posee que nada más cuenta con la fuerza de las armas, del presupuesto y de su popularidad. No entiende que quien reprime y ataca a la libertad de expresión, pierde, aunque tenga la razón, ya perdió. Por eso, por perdido, a uebo hizo que la Guardia Nacional se incorporara al Ejército que con el General Secretario -quien parece más papista que el papa- estará dispuesto a lo que sea, incluido el fraude electoral del 2024 que ya preparan. Si no, ¿entonces porqué el Ejército prepara una compra multimillonaria de armas y artefactos propios para reprimir manifestaciones como el gas lacrimógeno y lanzadores de humo?
¿O no es disparate que la Iglesia católica (los evangelistas no, ésos son porristas del señor) ha pedido al gobierno dialogar y revisar su estrategia de seguridad y lo que recibe son amenazas y por toda respuesta terca: “ni se revisa, ni se dialoga y ni se cambia”?
El padre Luis Gerardo Moro Madrid, provincial de los Jesuitas en México, reveló hace unos días que lejos de que el gobierno federal responda a sus demandas de justicia, y acabar con la violencia en el país, han recibido amenazas.
Por ello la Iglesia católica ya empezó a organizar espacios de reflexión al margen del gobierno disparatado para que las diferentes comunidades planteen sus problemas relacionados con la violencia, la desigualdad, la pobreza y todas las formas de injusticia no atendidas por el gobierno y/o provocadas por el crimen organizado, hoy convertido por la gracia presidencial en un Estado dentro del Estado.
Esos espacios, en los que participarán no solo sacerdotes y monjas, sino asimismo, empresarios, líderes sindicales y populares, académicos, periodistas, miembros de partidos, ciudadanos en general y organizaciones de la sociedad civil, tratarán de diagnosticar y proponer alternativas de solución, o sea, sacar al país del disparate de la violencia y encauzarlo al sendero del diálogo, la concordia, la justicia y la paz.
Dichos conversatorios terminarán, más o menos, a mediados del año entrante, en el 2023, muy a tiempo para reflexionar sobre el próximo proceso electoral y el cambio de gobierno.
Y es que la oportunidad de enderezar las cosas por la vía pacífica y constitucional está en el voto libre y pensante, el voto ante Dios y en conciencia.
No obstante debemos recordar una cosa: que la democracia no es sólo votar siempre, sino también un modo de vivir votando bien, con honestidad, con libertad, con la cabeza y no con la panza.
Sean felices