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Una rifa que cambió el destino de los pueblos del norte de Michoacán

La Piedad, Mich.- La Piedad se encuentra actualmente catalogada dentro de las cinco ciudades más importantes de Michoacán debido a su potencial económico, al desarrollo industrial, a la gran oferta educativa y a la variedad de vocaciones productivas de su gente.

Pero, todo esto fue obra de un suceso religioso registrado hace 355 años. ¿Fue la suerte o una decisión divina la que marcó el destino de los pueblos de esta región?


Y es que, mientras La Piedad creció hasta ser lo que es el día de hoy, otras demarcaciones se fueron despoblando y su desarrollo quedó rezagado.

El acontecimiento que marcó un cambio radical en la región, ocurrió un 16 de enero de 1688, fecha en la que se llevó a cabo el sorteo para conocer cual de los pueblos se quedaba con la imagen del Cristo del Tepame, hoy conocido como “El Señor de La Piedad”.

En aquel tiempo, las divisiones políticas eran de un modo diferente al que hoy se conoce. Tlazazalca era cabecera un partido que estaba conformado por los pueblos de Tanhuato, Yurécuaro, Cujuarato, Ecuandureo, Atacheo, Penjamillo y Aramutarillo.

Hoy, Tlazazalca junto con Zináparo y Churíntzio son demarcaciones de menos de 10 mil habitantes.

Cujuarato era en aquel entonces un pueblo de mayor tamaño e importancia que Aramutarillo, hoy es una de las localidades más pequeñas del municipio de La Piedad.

EL MILAGROSO HALLAZGO

Esta ciudad (La Piedad) se llamaba entonces Aramutarillo y se componía de tres casas, dos de indios y una de un español llamado don Luis Bravo, Administrador de la hacienda de Santa Ana Pacueco. Estos datos se encuentran consignados en el libro el Fénix del Amor, documento que recoge testimonios de otros historiadores de la época.

Como ya se mencionó, en aquellos años Aramutarillo era el poblado más pobre, pero un suceso afortunado cambió su historia: el hallazgo de la imagen del Señor de La Piedad.

La Iglesia Católica y diversos historiadores refieren que un día, víspera de la Nochebuena, Juan de Aparicio y Juan de la Cruz con otros pastores del sitio ahora conocido como “La Buena Huerta” salieron al campo a traer leña para su casa, y encontraron un tronco seco de tepame como de una vara de altura y lo trajeron al patio de su choza; allí formaron una luminaria para celebrar la fiesta del Nacimiento de Cristo y echaron a la lumbre el tronco, con otros leños, donde ardió toda la noche. Salió Aparicio a calentarse al calor de la alumbrada y vio que todos los leños estaban hechos brasas y solo el tepame no se quemaba.

Lo sacó de la lumbre, lo tiró a un lado, y tomando un hacha para trozarlo, al tirar el primer golpe arrancó la tecata de medio lado y descubrió el bulto de un soberano crucifijo. En esto salió su hermana Catalina, y advirtiendo que se descubría una imagen, quitó con sus manos el resto de la cáscara, hasta descubrir un pie. Admirados del suceso avisaron a Blas Martín. Quitaron toda la corteza del tronco y descubrieron una imagen en blanco, que sacaron y llevaron a un aposentillo.

A los pocos días, que fue la fiesta de los Santos Reyes, pasaron por ahí tres indios que eran escultores y venían buscando imágenes que componer. Los llamó Blas Martín a su casa y les encargó que pusieran encarnación a la imagen. A la mañana siguiente volvió a ver la obra y halló en el aposento el crucifijo encarnado y puesto en una cruz, pero los indios escultores habían desaparecido.

Martín pasó a Tlazazalca a dar cuenta del suceso a su cura, que era el Lic. Don Juan Martínez de Araujo. Este suceso ocurría en el año de 1687. A la voz del prodigio, anhelando poseer la imagen, acudieron los pueblos vecinos de Pénjamo, San Pedro Piedra Gorda, Ayo, Atotonilco, La Barca, Ixtlán, Villa de Zamora, Jaconá y los siete pueblos que componían el partido de Tlazazalca, que era Tanhuato, Yurécuaro, Cujuarato, Ecuandureo, Atacheo, Penjamillo y Aramutarillo.

LA RIFA QUE CAMBIÓ LA HISTORIA

A la voz del prodigio, anhelando poseer la imagen, acudieron los pueblos vecinos de Pénjamo, San Pedro Piedra Gorda, Ayo, Atotonilco, La Barca, Ixtlán, Villa de Zamora, Jacona y los siete pueblos que componían el partido de Tlazazalca, que era Tanhuato, Yurécuaro, Cujuarato, Ecuandureo, Atacheo, Penjamillo y Aramutarillo.

Convinieron todos a entrar en rifa: tres veces la rifaron y tres veces salió agraciado el pueblo más pobre de todos, San Sebastián de Aramutarillo, que se componía de tres casas, dos de indios y una de un español llamado don Luis Bravo, Administrador de la hacienda de Santa Ana Pacueco.

Luego buscaron nombre a la imagen y echaron en rifa varios títulos, tres veces seguidas salió el de Señor de la Piedad. Pusieron entonces en la pobre ermita de ese pueblo al Santo Cristo de Aramutarillo y le formaron cofradía para su culto.

Con ocasión de las fiestas de semana santa, los vecinos de Aramutarillo llevaron en procesión la imagen del Santo Cristo a Tlazazalca, donde se quedó por algún tiempo, mientras hacían una iglesia más capaz en su pueblo elegido, entre los años de 1688 y 1692.

Atraída por la fama del maravilloso hallazgo del Santo Cristo, un día vino a visitarlo desde Jalostotitlán a Tlazazalca, una señora llamada doña Emerenciana, que estaba tullida de las piernas. Hallándose en la iglesia después del mediodía se levantó una espantosa tempestad de truenos, aire y agua que amenazaban derrumbar la iglesia. Viéndose sola en su silla de ruedas, comenzó a dar grandes gritos pidiendo que la sacaran, sin lograr auxilio humano. Hizo entonces un vehemente impulso a levantarse y de improviso se halló en pie, corriendo hasta las puertas de la iglesia, y dando gracias al Señor de la Piedad por su repentina curación.

Con esto los vecinos de Aramutarillo resolvieron recuperar la milagrosa imagen lo que hicieron en alegre procesión, entre danzas, músicas y cantos del alabado, hasta depositarla en su nuevo templo.

Un nuevo cura gobernaba el partido de Tlazazalca, don Juan López de Aguirre (1692-1694). Este transformó el viejo Aramutarillo en un nuevo pueblo de indios, mulatos, criollos y españoles, y lo bautizó con el nombre de Pueblo de La Piedad, nombre que ha conservado desde el 25 de noviembre de 1692 hasta el día de hoy.