Por: Rafael Ayala Villalobos
Una vez escuché decir que quien no sabe qué es lo que está buscando, nunca lo va a encontrar. Dicho de otro modo: si no se tiene un diagnóstico atinado de una realidad o de una enfermedad, lo que se haga con la intención de mejorarla, será como darle palos de ciego a una piñata.
Por eso con motivo del 8 de marzo Día de la Mujer, conviene reflexionar juntos sobre la situación de las mujeres piedadenses. Pero juntos y juntas, no un grupo por allá dentro de un aula académica mientras la mayoría de las mujeres están en el zurco, en el taller, en la escuela, en el hogar, en el téibol, haciendo fila por atención médica, en el transporte público, en la calle, en la tienda, en el invernadero, en la empacadora…
Creo que es necesario hacer un diagnóstico de las condiciones de vida de las mujeres en La Piedad. Un diagnóstico hecho desde la sociedad civil, sin excluir, claro está, a los estudios que brotan de los escritorios de las burocracias de los gobiernos municipal, estatal y federal y de los partidistas. Valiosos, pero que no dejan de tener el sesgo de intereses concretos ajenos a los de las mujeres.
Y digo “mujeres” y no “mujer” porque no es correcto meter en una sola canasta a todas las mujeres, ya que en La Piedad, viven condiciones sociales, económicas, educativas y políticas muy distintas, según el sector y la clase social a la que pertenecen. La lucha por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres ha de ser también lucha por la igualdad entre las propias mujeres.
No es lo mismo una señora con bolsa de broche que puede costear un médico particular y surtir toda su receta con medicamentos de avanzada, a una señora con morral de las que acuden al ISSSTE, al IMSS, al Hospital General de la SSM o al Centro de Salud, muy desatendidos por las malas decisiones del presidente López.
Aun cuando según el artículo 4° constitucional todas tienen derecho a la salud, las diferentes condiciones de vida y de ingreso hacen nulo ese derecho y rompen la supuesta igualdad de oportunidad para cuidar su salud.
En La Piedad el 51.60% de los habitantes son mujeres, de las cuales el 39% son mayores de 18 años con 2° de secundaria como promedio de escolaridad, aunque hay una inasistencia escolar del 35.33%, o sea que de cada 100 mujeres en edad de ir a la escuela, 35 no asisten por diferentes razones, casi siempre económicas, lo que afianza el círculo de la pobreza.
Otro dato importante es que en el 25% de las familias una mujer es la cabeza y no siempre es la madre.
En éste 25% de mujeres jefas de familia, la mayoría experimenta temor por la violencia, revela que lo que se les dificulta más económicamente es pagar la renta o el abono de la casa, cuando tienen esta obligación, el agua potable, las medicinas y el transporte, curiosamente no dicen que la comida o el vestuario.
De cada 10 mujeres entrevistadas el 27 de febrero de 2023 al salir de la Clínica Familiar del IMSS en La Piedad, 7 dijeron que no les surtieron completa la medicina, lo que comprueba lo dicho antes. Y de cada 10 mujeres, 9 aseguraron haber padecido algún tipo de discriminación por ser mujeres, estar embarazadas o ser madres solteras en algún momento de su vida desde su adolescencia.
Cuando narran un día típico, casi todas enlistan actividades que podrían resumirse en que son vistas y utilizadas como “cuidadoras” de todo: de la ropa, de la comida, de las plantas de las macetas, de los ancianos, de los hijos… y que laboran en lo económico y en el hogar mucho más horas que los varones.
El INEGI acaba de informar que hubo una reducción de 198 mil 863 puestos de trabajo menos para las mujeres en el primer mes del año, lo que confirma un dato: en La Piedad, han caído los empleos para mujeres. Y sin embargo el 72.9% de los empleos son ocupados por mujeres, la mayoría madres.
Aquí me detengo un poco. En La Piedad hay mucha injusticia laboral contra las mujeres y ni siquiera tienen a la mano una ventanilla de la Junta de Conciliación, teniendo que ir a Zamora, porque la de aquí la quitaron.
Por ejemplo, siendo la lactancia materna un derecho laboral que las empresas no respetan ya que no habilitan un sitio para que la madre pueda lactar, no les permiten ir a su casa a darle leche a su hijo, negociándolo con dejarla salir media hora antes, como si el bebé fuera a esperar pacientemente sin tener daño en su desarrollo.
Lo mismo pasa cuando un hijo está enfermo y precisa de cuidados. Los superiores no les dan facilidades, a veces encerrándolas hasta por 24 horas “porque están haciendo inventario”.
Y ya ni hablemos de cuando una mujer es acosada, o cuando tiene embarazo de alto riesgo, o sufrió un aborto o un parto complicado; les exigen presentar comprobantes médicos difíciles de conseguir, o cuando “negocian” los patrones con las trabajadoras para “que no se vayan tantos días por maternidad”.
Y podríamos seguir…
Lo cierto es que hace falta diagnosticar la realidad situacional de las mujeres en el municipio de La Piedad, a fin de diseñar políticas públicas en su beneficio, para apuntalar sus capacidades, su empoderamiento y su dignidad como personas humanas.
Sinceramente, no he visto a ningún partido político poner énfasis en la problemática de la mujeres piedadenses, y a pesar de que implementan políticas de gobierno para ayudar a las de más bajos ingresos, éstas no llegan a constituir verdaderas políticas públicas con participación directa de las mujeres.
Asimismo no existen políticas para el mejoramiento de las mujeres como transversalidad de las estrategias, objetivos y acciones de gobierno, sin desconocer que el gobierno municipal implementa múltiples apoyos a las mujeres de menos recursos.
Los gobiernos estatal y municipal, desde hace por lo menos 20 años, han seguido los moldes del neoliberalismo en materia de mejoramiento de las mujeres, sin que hayan logrado modificar la infraestructura socio-económica que reproduce sin parar las condiciones de explotación, sometimiento y de dependencia de las mujeres. Por ello es necesario no seguir esa inercia, romper paradigmas que han servido para muy poco y dejar que la sociedad civil también participe, sobre todo las propias mujeres.
Hoy el reto es elevar el bienestar social de las mujeres y por lo que se ve, el actual gobierno federal ya no pudo, prefirió crear una clientela femenina amarrándola con subsidios que prácticamente no sirven para nada pero que crean lealtades artificiales.
Y es que el de López no ha sido un gobierno amistoso con las mujeres, basta recordar que en cuanto llegó al poder canceló apoyos a las estancias infantiles, que no hay vacuna para el virus del papiloma, que la vacunación en general cayó por los suelos y que en su plan B electoral quitó la obligación de que los partidos asignen las candidaturas con criterios de paridad, dejando esto a la voluntad de los dirigentes de los partidos, con los que éstos de empoderan en perjuicio de las mujeres y de la sociedad civil.
Se trata de un esquema equivocado: por un lado, da un poco a las mujeres y por el otro, les quita mucho porque no asegura los mínimos de bienestar y estas los tienen que conseguir.
En este sentido el gobierno federal actual es tan neoliberal como cualquier otro de los últimos 25 años, ya que siguió aplicando las mismas recetas.
El neoliberalismo en México, con el objeto de enfrentar los retos del bienestar social implementó una política social recargada en tres programas: a) Seguro popular, b) Pensión universal para adultos mayores y c) Progresa-Oportunidades.
El seguro popular tuvo como objetivo fundamental ofrecer a todos los mexicanos acceso gratuito a la atención médica en cuanto a consultas, algunos tipos de cirugías y medicamentos.
La pensión universal para adultos mayores, implementada por primera vez a nivel local en el año 2001 en la Ciudad de México y a nivel federal en 2007, buscó que los adultos mayores tuvieran acceso a un ingreso mínimo que permitiera achicar la pobreza por ingresos.
El neoliberalismo trajo consigo una nueva forma de comprender el bienestar, a través del programa Progresa-Oportunidades, los esfuerzos se enfocaron en la población más vulnerable de los municipios bajo el paradigma del desarrollo humano, a partir del cual se buscó disminuir la desnutrición, la deserción escolar e incentivar el cuidado de la salud.
Pero ¿realmente han servido, como no sea para aminorar de momento el malestar?
Uno de los grandes problemas de la política económica neoliberal en México, fue que el sector industrial al que le inyectaron enormes cantidades de dinero, no logró terminar a tiempo con la modernización para la competitividad mundial, lo que provocó que se tuviera un panorama muy malo, un crecimiento promedio en los últimos treinta años de 2% del PIB anual, cuyos efectos más negativos los padecen principalmente las mujeres de menores ingresos.
Asimismo, según cifras del INEGI, la población se ha empobrecido casi en 450%; mientras en 1987 se necesitaban 5 horas trabajo para adquirir la canasta básica, en 2018 se necesitan 9, y en 2022, 13 horas. O sea que si con Peña Nieto no andábamos bien, con López, estamos peor.
En pocas palabras: esa no es la ruta. Si seguimos a nivel municipal atenidos a los programas federales y estatales, sin implementar nuestras propias políticas de género, con perspectiva de localidad, nos seguiremos orinando fuera del bacín.
Dichos análisis y políticas deben tender a la construcción económica, social y cultural que permita a las mujeres el acceso real a los mínimos de bienestar en condiciones realmente de igualdad.
Esas políticas deben ir más allá de las que hasta ahora solo tratan de aminorar las necesidades inmediatas vinculadas a las carencias o insuficiencias de servicios y bienes materiales básicos que han dado pie a que haya microcréditos, apoyos para construir y equipar la vivienda, a mejorar el acceso a la salud, a la educación, entre otros.
Pero no al acceso a la tierra y al mejoramiento real del ingreso. Tampoco a convertirse en empresarias y a ser propietarias de bienes muebles. Por ejemplo, no hay una estrategia para fortalecer con las mujeres el sector social de la economía, con -otra vez dicho como ejemplo- cooperativas de producción y de consumo o empresas familiares.
Pero siguen sin atenderse desigualdades entre hombres y mujeres, por ejemplo, en el acceso a/y los niveles de cobertura y protección social, y ni mucho menos a las que deberían atender necesidades estratégicas que se refieren al reconocimiento y toma de conciencia de la posición de desigualdad y discriminación de las mujeres en la sociedad.
Se trataría de transformar las relaciones de género y el alcanzar la libertad, la igualdad real, la construcción de autoestima y de empoderamiento y me refiero a temas-metas como:
a) Abolición de la división sexual del trabajo; b) Disminución de la carga doméstica; c) Eliminación de la discriminación; d) Políticas de igualdad y libertad; e)Reconocimiento de derechos sexuales y reproductivos; f) Medidas contra la violencia y el control masculino sobre las mujeres; y g) Participación en las estructuras de toma de decisiones.
En el campo de los intereses estratégicos los avances son más difíciles pues cuestionan las bases mismas de las relaciones de poder que sostienen a la sociedad que pone en el centro de casi todo a los varones.
Y miren: si bien es cierto que muchísimas mujeres están atrapadas en condiciones graves de pobreza, estas condiciones también la padecen millones de varones y al avanzar en su superación, es posible que las mujeres también se beneficien.
Sostengo que lo que los gobiernos han venido haciendo son políticas de gobierno, pero no políticas públicas y que para reflexionar hay que partir de preguntas básicas, entre las que podrían estar las tres siguientes:
1.- ¿Estamos diseñando y aplicando políticas gubernamentales de igualdad de género y no realmente políticas públicas? Es decir, políticas que deriven del diálogo y la participación de mujeres y hombres en todo su ciclo de desarrollo y de todos los estratos sociales, mediante mecanismos que aseguren la participación ciudadana; participación que tenga en cuenta la diversidad territorial y de situación social y económica, educativa, etc. ¿Cuáles son y cómo funcionan los actuales mecanismos de participación que permiten decir que efectivamente se están aplicando políticas públicas? Lo cierto es que se trata de políticas gubernamentales y si acaso, académicas. Una rápida lectura al presupuesto público lo confirma.
2.- ¿Hasta dónde estamos impulsando políticas “hacia” las mujeres, copiando el estilo paternalista de los hombres, más que políticas de igualdad de género donde se incida sobre los dos componentes de las relaciones desiguales: hombres y mujeres?. Y como consecuencia de ello ¿tenemos evaluaciones de la forma en que los hombres están asumiendo y procesando los cambios como para garantizar que a la vuelta del tiempo, no regresemos a las situaciones asimétricas de origen en las relaciones de poder?
3.- Respecto a un tema muy concreto y doloroso: ¿Se han aplicado evaluaciones del efecto que tiene la narcocultura, la creciente inseguridad disimulada y la violencia social en las libertades y los derechos de las mujeres y en las asimetrías de géneros, más allá del reconocimiento de su condición de víctimas directas de la violencia? Bueno, ni siquiera les hemos preguntado a las mujeres de los barrios cómo se sienten con “tienditas” de drogas cerca de su casa y con la narcocultura metida en sus casas.
Aquí lo que está faltando es una insurgencia ciudadana y femenil, pero ya, desde las bases sociales, desde la sociedad civil para generar políticas públicas municipalistas. Sí se puede.
Por lo pronto, con motivo del Día de la Mujer, va mi sincera felicitación a todas las mujeres de La Piedad y a la Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña, que está en el ojo del huracán y no se ha rajado.
Paz y bien.