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En La Piedad, primero es el uno y luego el dos

Por: Rafael Ayala Villalobos

Hola, lectora y lector queridos, hace tiempo mi amigo Macario me regaló un libro de esos que aluzan la realidad, editado hace más de cuatro años.


Se llama “Cómo mueren las democracias”, de los profesores Steven Levitsky y Danil Ziblatt, de Harvard, muy reconocidos a nivel mundial por sus aportaciones certeras y oportunas a la ciencia política, y sobre todo por las señales de alarma que ofrecen para descubrir a tiempo a los políticos totalitarios, autócratas y antidemocráticos, algunos de los cuales desde chiquillos se les empiezan a notar esas mañas. Caprichosos que los malcriaron, porque “Lo que mal empieza, mal acaba”, dice el refrán.

Les platicaré un poco lo que estos profesores dicen en su libro, pidiéndoles tengan en mente la realidad mexicana y al señor licenciado.

Dicen que hay que preocuparse cuando un político empieza a hacer las cuatro cosas siguientes: a) Reniega, rechaza o pisotea las reglas democráticas existentes; b) Ataca o rechaza a sus opositores, sobre todo negándoles legitimidad; c) Practica la violencia verbal y la alienta entre sus seguidores; d) Manifiesta abierta o insinuadamente que quiere restringir las libertades civiles de la ciudadanía en aras de ayudar a los más necesitados y de la democracia, que en realidad entiende como democratismo. O sea que navegan con bandera de tontuelos y buenas gentes mientras van paso a pasito haciendo sus travesuras.

Muchos son los casos de dictadores, concentradores de poder y antidemócratas que intentaron un golpe de Estado armado: Fidel Castro y Hugo Chávez, son solo dos ejemplos. Ambos sedujeron al pueblo con lenguaje pseudocristiano y falsas promesas humanistas y democráticas hasta que llegaron al poder desde donde inmediatamente dasarmaron el andamiaje jurídico-político de la democracia para perpetuarse en el poder.

Hay otros casos en los que fingiéndose demócratas ganaron elecciones. Una vez en el poder dividieron a su nación, desarticularon la estructura institucional y democrática para lo mismo: enriquecerse y quedarse en el poder.

Algunos casos que me vienen a la memoria son el de Erdogan en Turquía, Daniel Ortega en Nicaragua, Evo Morales en Bolivia, Fujimori y Pedro Castillo en Perú, más atrás el general Getulio Vargas en Brasil, el general Efraín Ríos Montt en Guatemala y tantos otros que llegaron al gobierno por la vía pavimentada de la democracia para luego dinamitarla a fin de que a otros se les dificultara andar por ella y no pudieran disputarles democráticamente el poder.

Como ustedes ven, lamentablemente es el caso del licenciado, loco por concentrar poder quitándoselo a la gente, demagogo contumaz, bucanero de la palabra, demoledor de instituciones, mentiroso y maldoso por naturaleza. El Quijote de la Mancha dijo: “Cada uno es tal como Dios le hizo y aún peor muchas veces”.

Y sin embargo hay quien no comprende lo que sucede, por desinformación, fanatismo o conveniencia. Dice un refrán que “El que es buey hasta la coyunta lame”.
Otros aseguran que ya no hay ni tiempo ni remedio y que es mejor acoplarse a las circunstancias para proteger negocios y estilo de vida. Pero no es cierto.

Eso es lo que perderán a la corta o a la larga si no actúan. Y deben recordar que: “A menos que sea la muerte, para todo hay remedio”.

Otros resultan cómplices del señor dictador porque, en dándose cuenta cabal de lo que pasa, no saben qué hacer. A ellos les viene bien otro dicho del Quijote. “No puede impedirse el viento, pero hay que saber hacer molinos”.

Éstos autores aseguran que la democracia y sus instituciones se arriesgan o se pierden casi siempre en manos populistas y autoritarias, y que la historia responsabiliza principalmente a los partidos políticos de su defensa, ya que el sistema democrático se basa en gran parte en la concurrencia de los partidos.

Insisten los autores en que la responsabilidad mayor de defender la democracia no es de los ciudadanos de a pie, ni de los empresarios o de los profesionistas, y que cuando la ciudadanía sin partido tiene que movilizarse para defender su democracia, es porque los partidos están débiles, porque el populista autoritario ya los aplastó o corrompió, o porque dejaron de ser útiles a las causas ciudadanas.

Los académicos aseguran que al final todos somos de algún partido, incluso los que no están afiliados a ninguno, porque también son parte del todo social.

Dicen que los ciudadanos sin partido oficial habían delegado la responsabilidad democrática a los partidos legalmente registrados y que precisamente por no haber participado en la política, el sistema democrático está en riesgo y ahora tienen que salir por a defenderlo por propia mano.

Afirman en su libro: “…dicho sin rodeos, los partidos políticos son los guardianes de la democracia”. Y hay que exigirles que cumplan, que la resguarden.
Luego recuerdan a uno de los padres fundadores de la República de Estados Unidos, Alexander Hamilton, que escribió en “Los papeles federalistas” lo siguiente:

“Casi todos los hombres que han derrocado las libertades de las repúblicas empezaron su carrera cortejando servilmente al pueblo: se iniciaron como demagogos y acabaron en tiranos”.

Y señalan que : “La abdicación colectiva, la transferencia de la autoridad a un líder que amenaza la democracia, suele estar provocada por (…) la creencia errónea en que es posible controlar o domar a una persona autoritaria…”

Levitski y Ziblatt aseguran que “los populistas suelen ser políticos antisistema, figuras que afirman representar la voz del pueblo y que libran una guerra contra lo que describen como una élite corrupta y conspiradora. Los populistas tienden a negar la legitimidad de los partidos establecidos, a quienes atacan constantemente tildándolos de antidemocráticos o incluso antipatrióticos y traidores”.

Pasan a decir claramente que: “la erosión de la democracia tiene lugar poco a poco, a menudo a pasitos diminutos. Cada uno de esos pasos, por separado, se antoja insignificante: ninguno de ellos parece amenazar realmente la democracia. De hecho, los movimientos del gobierno para subvertirla suelen estar dotados de una pátina de legalidad: o bien los aprueba el Parlamento o bien el Tribunal Supremo garantiza su constitucionalidad. Muchos de ellos se adoptan con el pretexto de perseguir un objetivo público legítimo, incluso loable, como…. para justificar la aprobación de decretos de emergencia que desmantelan las libertades civiles”.

Y apuntan este fenómeno: “La población no cae inmediatamente en la cuenta de lo que está sucediendo. Muchas personas continúan creyendo que viven en una democracia e incluso votan por el partido de su verdugo”.

Los autores citan en su libro al afamado politólogo alemán Juan Linz, para afianzar su afirmación en el sentido de que los partidos, aún opuestos, aún cuando sean acérrimos rivales, son los guardianes de la democracia, y que: “Deben mostrar su voluntad de unirse a grupos ideológicamente distantes pero comprometidos a salvar el orden político democrático y sus instituciones”.

De ahí que innumerables organizaciones ciudadanas en México, entre ellas el Frente Democrático Nacional, están empujando a los partidos nacionales PAN, PRI, PRD y aún a los militantes de MC, y a muchos otros partidos locales, para que platiquen y acuerden cómo defender al INE y a la democracia, cómo pudieran construir la máxima unidad posible, elaborar con la sociedad civil un mismo proyecto de nación priorizando las necesidades de las mayorías, y cómo elegir democráticamente candidatos a los ayuntamientos, las senadurías, las diputaciones y a la presidencia de la república, de fuerte perfil ciudadano y societario.

Por lo pronto, en La Piedad, el Frente Cívico Nacional, ha logrado reunir a directivos del PRI, del PAN y del PRD y a algunos que antes apoyaban a MC.

Les han solicitado fortalecer sus partidos mediante prácticas democráticas, mantener un diálogo constante con generosidad y buscando siempre el bien de la mayoría de la población, para que en su momento existan condiciones que permitan tener la máxima unidad posible en tareas elementales y comunes como defender la democracia, al INE, las libertades y los derechos políticos.

Una vez logrado esto, cada partido contenderá para tratar de ganar procesos electorales y hacer realidad sus propuestas particulares y sus agendas específicas, pero sin un árbitro electoral imparcial e independiente, ¿cómo?.

Y es que en La Piedad, como en todo el mundo, primero es el uno y luego el dos.