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SANTIAGO GIMÉNEZ: EL CRACK AL QUE NO DEJAN BRILLAR

Por: César Rodríguez

En un mundo donde el fútbol es a menudo objeto de intrigas, manejos y decisiones no siempre basadas en el mérito futbolístico, la situación de Santiago Giménez en la selección mexicana de fútbol se ha vuelto objeto de debate y crítica. Este joven jugador, poseedor de un indiscutible talento y potencial, parece estar siendo subutilizado en el equipo por decisiones que aparentemente están más relacionadas con factores administrativos y publicitarios que con el juego en sí.


A pesar de su evidente nivel de juego, Giménez ha sido relegado a la banca en la Copa del Mundo, una decisión que ha dejado a muchos seguidores del fútbol perplejos. Y en el poco tiempo que se le otorga en el campo, ha demostrado su valía una y otra vez, como lo hizo el domingo pasado en la Copa Oro contra Panamá. Entró en los últimos cinco minutos del partido y anotó con maestría el gol que coronó a México como campeón.

Esta no es la primera vez que Giménez, que suele ser convocado al final del partido, ha mostrado que merece ser titular. Sin embargo, la decisión de mantenerlo en la banca ha suscitado críticas hacia la dirección de la selección mexicana. La sospecha generalizada es que las elecciones de alineación están influenciadas por contratos publicitarios con Televisa, que priorizan a ciertos jugadores sobre otros, independientemente de su rendimiento en el campo.

Esta situación pone en tela de juicio la integridad del fútbol y delinea un escenario en el que los intereses comerciales prevalecen sobre la esencia del deporte. La meritocracia, un principio fundamental en cualquier disciplina deportiva, parece estar en peligro.

El caso de Santiago Giménez es un claro ejemplo de un talento desperdiciado debido a intereses externos al deporte. En lugar de relegar a este prometedor jugador a la banca, los directivos de la selección mexicana deberían permitirle demostrar su valía en el campo, de la misma manera que cualquier otro jugador. Después de todo, en el fútbol, son los goles y no los contratos publicitarios los que deberían hablar más alto.