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FCN de La Piedad tramitará amparo contra libros de texto

Por: Rafael Ayala Villalobos

Al grano.


Vamos al grano.

El Frente Cívico Nacional La Piedad, organización política ciudadana, terminó de elaborar un amparo indirecto contra la entrega de los libros de texto gratuitos a los niños y adolescentes de primaria y secundaria del municipio de La Piedad para el ciclo escolar que está por iniciar y está disponible para mamás, papás y tutores de menores que quieran solicitar la protección de la justicia federal, contactando por whatsApp a los siguientes números telefónicos: 352 110 95 78; 352 110 95 84; y 352 112 83 31.

Una vez aclaradas las dudas que pudieran tener, si lo deciden, un equipo jurídico del Frente Cívico Nacional La Piedad, FCNLP, les dará asesoría gratuita, o si lo prefieren podrán apoyarse en el abogado de su confianza. El ofrecimiento es extensivo a papás de otros municipios.

Pese a que había y hay una orden del Poder Judicial de la Federación para detener el proceso de elaboración y distribución de los libros, merced a un amparo promovido por la Unión Nacional de Padres de Familia, a efecto de que las cosas se mantuvieran en el estado en que se encontraban, el gobierno lo desacató incurriendo en delito: ordenó distribuir los libros a escondidas, primero a las Unidades y Delegaciones Regiones de la Secretaría de Educación, y luego a las supervisiones escolares, para terminar dándolos a las escuelas.

Su estrategia es que cuando los niños asistan el primer día de clase los reciban para que sea un acto consumado y los amparos no procedan. Una chapucería, pues.

El procedimiento para elaborar los nuevos libros no siguió lo que marca la Constitución y la legislación de la materia. Su contenido no se desprende del plan de estudios. La convocatoria para que intervinieran maestros y padres de familia fue reservada, no se consultó a los estados ni a especialistas como dispone la norma; por eso el amparo ahora procede, pero tiene que tramitarse ya.

Al margen de si los libros tienen errores y si su contenido es cuestionable, fueron elaborados y distribuidos fuera de la ley.

Toca ahora a los papás decidir si permiten o no que tales libros lleguen a las manos de sus hijos. Pueden oponerse con movilización social, pero es menester que recurran a la vía jurídica también.

He leído papeles de trabajo en los que se basan los nuevos libros, así como algunas de las minutas que han trascendido, incluso he tenido en mis manos varios ejemplares. Y sé decirles que son aberrantes.

Casi eliminan las matemáticas porque no obedecen a un modelo pedagógico sino a un modelo político, de ahí que intenten lavar “el coco” para que predomine lo comunitario por encima del individuo, sin equilibrarlos, lo cual es nefasto, pedagógica y psicológicamente porque los niños apenas están construyendo su identidad. No se vale.

Aquéllos que llegaron al poder con la promesa de aumentar la democracia y la calidad educativa, autoritariamente quieren imponer libros hechos unilateralmente y sin apego a lo que marca la Constitución en cuanto a las características que la educación debe tener en México.

Quizá el mayor daño que el presidente y su partido han causado al país es en la educación. Grave es lo que está pasando.

El ser humano como ser colectivo necesita transmitir conocimiento y pensamiento. Así, la cultura pasa de generación a generación mediante la educación sobre todo desde el siglo XX en que la educación se consideró como un derecho social accesible a todas y a todos, y más recientemente, como un derecho humano fundamental, junto al de la vida y la libertad. Pero esto parece no importarle al mal gobierno federal.

Un buen sistema educativo es el que alcanza los mayores niveles de inclusión y calidad al mismo tiempo, que vincula lo ético, lo científico y lo comunitario, que saca lo mejor del ser humano y prepara a las nuevas generaciones para superar exitosamente los retos de su tiempo en el país y a nivel mundial. Los nuevos libros de texto no contribuyen a este propósito.

El derecho a la educación de calidad, sin supercherías ni división social, es un derecho de libertad, porque sin educación no hay libertad; y además está ligado con el ejercicio democrático, porque sin educación de calidad no hay democracia, no hay ciudadanos y sólo queda la barbarie.

Un pueblo al que a sus niños y adolescentes se les manda a la escuela a ideologizarse, a hiper-sexualizarse, a catequizarse en una ideología y en un programa social y político, y solo tangencialmente a aprender lo muy básico de sabes para su superación, produce personas dependientes de las dádivas del gobierno y por lo tanto arrastradas y enajenadas, lo contrario a tener ciudadanos libres que vuelen alto, atenidos a sus capacidades, y con ellas y desde ellas, aportar al desarrollo de la comunidad como un todo no visto en fracciones enfrentadas en odios estériles.

Una auténtica educación conforme a la filosofía liberal de la Revolución Mexicana puede ser sólo aquella que sea inclusiva: que aglutine a estudiantes provenientes de todas las condiciones y diversidades sociales en procuración de la equidad.

La escuela es el cerebro de México y la incubadora de mejores ciudadanos practicantes de la responsabilidad social. Lamentablemente los nuevos libros de texto gratuito buscan otra cosa: el estatismo y el colectivismo que pisotean a la persona humana y a la familia.

La lucha de la sociedad, de las organizaciones ciudadanas y aún de los partidos políticos, que en este tema los noto muy tibios, exige que en estos momentos busque que el derecho a la educación sea un derecho tan eficaz que lo convierta en un derecho “juridificable”, “justiciable”, para que la persona no esté a expensas de la ideología del gobierno en turno o de la “bondad” de quien gobierne.

La educación, que debe ser siempre de calidad evolutiva, ha de consagrarse como un pleno derecho humano y fundamental, indispensable para alcanzar la justicia social, la igualdad y el ejercicio pleno de todos los demás derechos que el constitucionalismo moderno reconoce.

En ese sentido los libros de texto gratuitos son parte de su instrumental que deberían hacer posible la construcción de un país que se caracterice por la cooperación y el pleno desarrollo armónico, tanto entre las personas como entre las naciones. Los nuevos libros van en sentido contrario.

Los libros que queremos deben aspirar a sacar la mejor versión de los estudiantes, a cambiar sus vidas y develar ante ellos un mundo de oportunidades, donde la educación sea su ventana a un mejor futuro, todo ello a diferencia de convertir a los adolescentes de secundaria en admiradores de la violencia. Por ejemplo, a secuestrar un avión, un libro nuevo de primero de secundaria le dice: “Cambio de bitácora de vuelo”. A secuestrar a una persona por motivos políticos: “Retención revolucionaria”. Así, como si nada.

El derecho a la educación y por tanto a los libros de texto gratuitos, también exige una responsabilidad para aquellos que la reciben e incluso para los padres de familia que ya la recibieron y que usando su criterio deben advertir el peligro que para sus hijos representan los libros de texto del obradorato, e impedirlo.

Todo derecho está acompañado de una obligación: en este caso es la la responsabilidad de compartirla, de difundirla en los entornos familiares y sociales de los educandos para construir una sociedad más justa, unida, próspera y equitativa.

Los libros nuevos buscan lo contrario.

Esta es una lucha de los papás.

Si ellos no la dan, nadie la dará.

Abramos los ojos, organicémonos y pasemos a la acción en defensa de los niños, tan despreciados y desatendidos en su seguridad, salud y educación en este gobierno federal.

Por fortuna somos conscientes de dónde venimos y de lo mucho que se ha avanzado como para atisbar hacia dónde no queremos ir.

Nuestro pasado tan digno y nuestro presente tan consciente, nos empujan a dar la batalla por las ideas y por la educación de nuestros niños, y a ofrecer nuestra vida en las acciones de la Insurgencia Ciudadana que el país necesita por defender nuestra República democrática, construida desde que México se constituyó como nación independiente, pero actualizada democráticamente por las generaciones que no rehuyeron al diálogo, a los consensos y a su destino, y de la que muchos formamos parte.