La pregunta no es si es necesario reformar al Poder Judicial Federal, sino que si la propuesta promovida por el presidente es buena o mala. Así fue convocado un panel de estudiantes en Morelia al que me invitaron valiosos piedadenses.
Al final del sexenio de López Obrador, que con datos del Banco de México tuvo un crecimiento promedio anual en su sexenio de tan solo el 0.9 por ciento y pronostica para el cierre del 2024 un crecimiento de 1.5 por ciento, con un Producto Interno Bruto (PIB) por habitante atorado en el mismo nivel de 2017, aparecen los jóvenes estudiantes, pero también de otras organizaciones sociales, obreras y campesinas (de la CIOAC, por ejemplo), lo cual es gratamente esperanzador.
En un México con miles de desaparecidos y un ambiente de violencia y miedo, con desgaste en las relaciones internacionales, con una fuerte salida de capitales de la Inversión en Cartera (IC, la que captan los instrumentos financieros) y una disminución de la Inversión Extranjera Directa (IED) por la inestabilidad política y la inseguridad jurídica que propicia la reforma judicial, vienen los jóvenes a refrescar y reforzar la lucha de la sociedad civil en defensa de la República democrática.
La inesperada voz de los jóvenes ha surgido contundente en la lucha por detener la reforma judicial.
Ahora sí los jóvenes están saliendo a las calles movilizándose y fijando posición en favor del país, de los juzgadores y servidores públicos del ámbito judicial tanto federal como local, al punto de que aparece en el horizonte una tenue luz de esperanza para que la reforma sea realmente discutida, analizada y consensada, sin prisas autoritarias ni farsas populistas.
Lectora, lector queridos, les platico que el otro día participé en ese intenso panel de estudiantes de derecho en Morelia sobre la reforma al Poder Judicial Federal.
La mayoría de los asistentes eran ajenos a cualquier partido político, en tanto que había algunos simpatizantes del PAN, del PRI, de Morena, del PRD y del Verde, aclarado que su asistencia fue a título personal.
El evento tuvo un tono académico, no político ni electoral, como correspondía a su objetivo.
Fue muy interesante y enriquecedor porque los panelistas y los del público sabían de lo que hablaban, a diferencia de algunos políticos improvisados que simplemente repiten consignas propagandísticas, muchas veces sin estar convencidos y sin entender lo que defienden a favor o en contra de la reforma.
Llamó mi atención que con honestidad algunos de los futuros abogados que expresaron su apoyo a Morena, comentaron que no obstante su inclinación político-electoral, no estaban de acuerdo con varios aspectos de la pretendida reforma, entre otros con la elección popular de jueces, ministros y magistrados, exponiendo sobradas y sólidas razones. “Que sea morenista no quiere decir que yo no piense por mi cuenta y que deba estar conforme con todo”, dijo una joven.
En el panel – debate surgió el aspecto más discutido de la propuesta: la elección de los impartidores de justicia, exponiendo las razones que ya han sido muy divulgadas en redes sociales y medios tradicionales de comunicación.
Sin embargo en el acto los estudiantes de derecho también insistieron en un punto medular sobre el que paso a comentarles.
La reforma del Poder Judicial ignora la formación de cuadros bien formados que sean peritos en materia jurisdiccional, esto es en la carrera judicial, basada en la ética, la capacitación y, en general, en los méritos y la igualdad de oportunidades.
Cuando uno ve la propuesta (yo sí la leí) de inmediato advierte que ignora los procesos de ingreso, formación, promoción, evaluación, permanencia y separación del personal jurisdiccional.
Es la Constitución la que crea la carrera judicial, asimismo los Tratados internacionales y la Convención Americana de Derechos Humanos, estableciendo la obligación del Estado de dar garantías a todas las personas en el acceso a la justicia.
Hay que recordar que en 1994 se reformó radicalmente el Poder Judicial de la Federación creando desde entonces la carrera judicial para asegurar a la ciudadanía tribunales capaces, profesionales, imparciales, integrados por juzgadores surgidos de la selección objetiva, transparente y en igualdad de circunstancias.
Luego fue en el 2021 cuando se realizó otra reforma normativa e institucional al Poder Judicial Federal, que ordenó que la carrera judicial fuera regulada por una Ley exclusiva, creándose también la Escuela Federal de Formación Judicial en auxilio del Consejo de la Judicatura
Federal (que la reforma quiere desaparecer) como ente encargado de la formación, capacitación y actualización del personal del Poder Judicial, asimismo encargándole los concursos de oposición para poder entrar a los diferentes puestos.
Como dijo uno de los estudiantes: “La reforma debilita la independencia del Poder Judicial y eso es debilitar la democracia”. Otro asistente le reviró preguntándole que en qué forma el Poder Judicial perdería independencia, a lo que el primero le contestó: “Es que la reforma no se limita a la elección por voto popular de los ministros, sino de todo el aparato judicial, lo que echará por tierra 30 años de carrera judicial. Es como una expulsión en masa”, remató.
Otro aspecto preocupante para los estudiantes fue la elección por voto popular de los consejeros que encabezarán el llamado Tribunal de Disciplina Judicial que pretenden crear, ya que “más bien parece un órgano policiaco al servicio de un proyecto político y no comprometido con la justicia y la ley para controlar con tintes políticos al Poder Judicial”, afirmó una estudiante.
Yo comenté a éste respecto que actualmente el Consejo de la Judicatura Federal ya ejerce vigilancia y control que seguramente deben ser perfeccionadas pero sin intenciones político-electorales.
La llegada de personas sin la debida capacitación y sin experiencia en los quehaceres jurisdiccionales fomentarán los favoritismos y la corrupción, como suele suceder.
Los mexicanos merecen que se mejore el sistema de justicia, sí, pero la conclusión mayoritaria en el evento reseñado –al que los que asistieron sí habían leído la propuesta de reforma- es que ésta
provocará retroceso en la impartición de justicia, perjudicará la especialización de los jueces en las diversas materias, incluyendo algunas muy delicadas como la penal, el derecho fiscal, el financiero, el de telecomunicaciones, el del trabajo, además de lesionar los derechos ya adquiridos por los funcionarios del Poder Judicial, y la politización de la justicia que en ninguna parte del mundo ha sido buena, corrompiendo las designaciones, acabando con la independencia del Poder, ya que para que alguien se postule para ser electo tiene que conseguir firmas de apoyo de sus vecinos, controlados por los militantes del partido en el poder y, además, en caso de ser electo tendrá que decidir los casos buscando la simpatía de los políticos que lo impulsaron y si acaso la de quienes lo favorecieron con su voto.
Hoy está en la cuerda floja la división de poderes y la independencia del Poder Judicial, concluyeron los estudiantes.
La historia, maestra de la política, pondrá en su lugar a cada quien por su actuación ética y política, o todo lo contrario, en esta etapa de la vida de México.
La historia ubicará a los que por miedo, pusilanimidad, conveniencia egoísta, ignorancia o apatía, por acción u omisión, favorecieron la instauración de un régimen concentrador de poder, debilitando a la sociedad frente al totalitarismo del Estado.
Pero también la historia registrará a los que como pudieron, desde sus modestas trincheras, defendieron a México para que las nuevas generaciones tengan paz y justicia, democracia y libertades.
Sean felices.