Por: Rafael Ayala Villalobos
Lectora, lector queridos, a petición de algunos amigos lectores trataremos hoy sobre el altar magnífico del Santuario del Señor de La Piedad, a modo de continuación de un artículo publicado https://www.facebook.com/share/p/h2SGnR3fWb8ou6NK/?mibextid=qi20mg hace más o menos un mes acerca de varios detalles artísticos, arquitectónicos y religiosos de ese gran templo que nos es tan entrañable y que al haber sido construido mayoritariamente por piedadenses y con materiales locales, nos enorgullece y compromete a ser consecuentes con nuestra Fe.
Agárrense que aquí vamos:
En los templos católicos casi siempre el altar mayor está adosado a la pared enmarcado por un retablo de piedra, yeso o madera como en los templos de La Purísima, el Santuario de Guadalupe o San Francisco, en La Piedad, Michoacán, y a su pie una mesa de piedra en donde antiguamente los sacerdotes celebraban la misa, dando la espalda a la asamblea de feligreses.
Pero no todos los altares son así, algunos, los menos, son como el original: una columna de piedras apiladas que no están recargadas a nada, sino que, elevándose al cielo, les circula el aire por todos lados.
Este tipo de altar-columna es el que describe la Biblia cuando en el Génesis narra cómo Jacob, el fundador de las doce tribus de Israel, hijo de Isaac y nietecito de Abraham, hizo un pacto, una alianza con Dios: a cambio de que lo cuidara en su viaje cuando huyó de su pueblo porque su hermano Esaú lo quería matar, prometió adorarlo y portarse como niño bueno.
Cuando las cosas se le dificultaban, Jacob regresaba al campirano lugar donde había dejado su columna pétrea para renovar su alianza: “Tú me cuidas y yo me porto bien y te adoro”.
La palabra altar viene del latín “altare”, de “altius”, “elevación” que en lo religioso se utiliza para pactar, hacer ofrendas y sacrificios.
En los templos el altar es el eje principal del templo al punto que todo éste se construye, ya adosado o ya como columna, para darle albergue.
No crean que los altares se levantan como a cada quien se le antoja, ya que el derecho canónico los tiene bien normados.
En el caso del Santuario del Señor de La Piedad, el altar es típico de los de columna que no tienen baldaquino, es decir que no tienen techo, como el de la Basílica de San Pedro en Roma, por ejemplo.
En La Piedad, atrás y arriba del altar hay un gran espacio, un trasaltar que hermosamente baña la luz solar a través de grandes y artísticos vitrales, éste sirve de antecámara para el Consistorio donde se imparte administración y justicia por parte de los sacerdotes competentes para ello. La palabra consistorio viene de “consistorium”, o sea, “estar juntos”. Actualmente no se utiliza.
En el trasaltar se reúne el Presbiterio que significa “consejo de ancianos”, a proclamar la palabra de Dios, pero separadamente del altar. Esto es solo para el clero.
Un requisito es que los altares sobresalgan del Presbiterio, que se note y que ocupe el centro para que todos lo vean y atiendan, porque para eso van los feligreses al templo, para renovar su pacto con Dios como lo hacía Jacob. Este requisito lo cumple sobradamente el majestuoso y monumental altar del templo del Señor de La Piedad.
El magnífico altar tiene grabados bellísimos en cantera rosa de la ribera del río Lerma a su paso por La Piedad, en uno de los cuales aparece el Cristo sobre La Piedad cuidando a los piedadenses y a quienes en ella se avecinden. La próxima vez que vayan a este templo, dense un momento para apreciarlos de cerca por los cuatro costados. Les encantarán.
Asimismo suban por la escalinata serpenteante que conduce al Consistorio a fin de que observen otro detalle generalmente ignorado: la escultura de la Fuente de la Vida que está colocada hasta arriba del arco que enmarca la puerta trasera del altar, precisamente en el Consistorio y que desde donde está la asamblea no se puede ver porque está reservada para quienes tengan mayor conciencia.
Se trata de una pequeña escultura en cantera rosa, dificilísima de lograr por lo frágil de la piedra, en la que están dos ciervos cornamentados bebiendo agua en la Fuente de la Vida.
Esta escultura que ha sido comentada incluso por historiadores del arte de talla mundial, se refiere a un versículo de los Salmos que dice: “Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío”.
Otra interpretación de la iconografía cristiana sostiene que los ciervos representan las almas que se abalanzan en una fuente con siete surtidores, que simbolizan a Cristo como Fuente de Agua Viva y ya se sabe que los siete surtidores de agua aluden a los siete dones del Espíritu Santo: sabiduría e inteligencia, consejo y fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. En efecto, el Santuario del Señor de La Piedad es pletórico de simbología antigua.
Los primeros cristianos, los catecúmenos, aprendían que las aguas de su bautismo debían beberlas simbólicamente con ardor para borrar sus faltas. La peleontología cristiana asegura que para expresar este vehemente deseo nada podía ser más efectivo que la imagen de un ciervo tomando agua, según dejó escrito David en el salmo 41: “Como ciervo sediento desea el agua de las fuentes, así mi alma te desea…”. San Agustín decía que debíamos ser tan rápidos como los ciervos cuando toman agua para abrazar la fe cristiana.
Cuando yo era niño el Padre Botello me ilustró sobre algunos detalles semi-ocultos de nuestro querido Santuario. Por ejemplo, me explicó que una interpretación de los ciervos es que el de la izquierda representa nuestra parte material o corpórea, en tanto que el de la derecha nuestro espíritu. Me hizo notar que nuestra materia se distrae con la sensualidad del mundo y que por eso se le dificulta más abrevar de las Aguas Vivas de Cristo.
Así es: si se fijan bien, el ciervo de la izquierda tiene la mirada hacia su lado derecho y no directamente hacia el agua que está bebiendo.
Ojalá subas a admirar ésta escultura que tiene un gran realismo, tanto así que el agua que escurre del cáliz de la fuente -porque la fuente es un cáliz- parece de verdad.
Otro detalle que puedes apreciar en el trasaltar es este: existen dos imponentes columnas de cantera que aluden a las columnas bíblicas de Jaquin, que significa “el Señor establece” y que se encontraba a la izquierda de la entrada del templo del rey Salomón, y de Boaz, que se encontraba en la parte derecha de la entrada del mismo templo y que quiere decir “solo en Él hay esperanza”.
Estas columnas eran de bronce y tenían un hueco abajo donde los constructores del templo de Salomón guardaban sus herramientas de albañilería, ya la escuadra, ya el compás, ya el nivel, ya el cincel, ya el marro… todo, a modo de caja de herramientas. Ahí mismo recibían su salario.
Hay que decir que el personaje Boaz o Booz se encuentar en el libro de Rut. En la Biblia, en Crónicas, Booz se casó con Rut y tuvieron a Obed, papá de Isaí y por tanto abuelo de David. Jaquin o Jachin, era hijo de Simeón, a su vez hijo de Israel.
Una columna de este tipo tiene base, fuste y capitel y no tiene una función estrictamente estructural, siendo más bien un complemento con un objetivo simbólico, con un gran significado de orden superior y trascendental, no muy difundido entre todos.
En palabras rápidas: la columna es presencia divina. Por eso en Éxodo 33, 9 dice: “Cuando Moisés entraba en el tabernáculo, y Jehová hablaba con Moisés se veía una columna de humo”.
Si alguien camina del Consistorio a la puerta del trasaltar, pasa por en medio de las dos columnas que según algunos entendidos de la paleontología religiosa representan en cierto modo a las piernas de una madre por donde el que pasa nace a una nueva vida en el seno de la Iglesia y del bien, como en los partos.
Algo parecido sucede en la plaza de San Pedro en el Vaticano donde si te fijas sus edificios laterales representan arquitectónicamente los brazos de la Iglesia, extendidos para recibir y acoger a los peregrinos.
El altar mayor del Santuario en comento tiene hermosos grabados por todos lados, asimismo un espacio majestuoso para el Crucifijo milagroso del Señor de La Piedad y hasta arriba una escultura en madera de ciruelo de San Sebastián saeteado. Estos elementos son mayormente conocidos y por eso mismo no los comentamos.
Existen otros grabados y detalles en el altar, como sus gradas o sus columnas frontales y laterales, por ejemplo, pero por razones de espacio los dejaremos para después.
Finalmente hay que decir lo siguiente: en la iconografía cristiana todo tiene un significado, a veces manifiesto y a veces oculto. En lo cristiano lo religioso se simboliza, siempre buscando reforzar el adelantamiento material, ético y espiritual de la humanidad.
Al respecto Santo Tomás aseguró que “No es bella una cosa porque nosotros la amamos, sino que la amamos porque es bella y buena, y todo lo bello y bueno es verdadero”.
De ahí que todos debamos buscar la Fuerza, la Belleza y el Candor.
Visiten el Santuario del Señor de La Piedad con ojos bien despiertos.
Sean felices.