Por: Rafael Ayala Villalobos
Les platico que cuando fui niño y me peinaba de ladito, aparte de servir como acólito, me gustaba leer las Sagradas Escrituras en la Misa.
También pertenecí al coro de la parroquia del Señor de La Piedad, en los años sesentas y setentas del siglo pasado, bajo la batuta de los maestros Salvador Plascencia y Benito, de grata memoria.
Ahí conviví con padres de los que aprendí que la Fe hay que pedirla al Mero Patrón, pero hay que educarla, porque dicen que “católico ignorante, seguro protestante”. Hay que creer, pero también saber. Y creer en el sentido griego de la palabra, que es “estar seguro”.
Cómo no recordar con cariño a los Padres Olalde Bustos, Rafael Sagrero, Manuel García, que todos los jueves comía en mi casa. O a los Padres Huante, Botello, Rivera, Alberto Carrillo, éste último con quien fundamos un Centro Social con escuela nocturna para adultos y talleres de diversos oficios y artes. El Centro se llamaba “Padre Camilo Torres Restrepo”. Yo daba clases de ciencias sociales y español, porque nada más con la cuentas no podía. Colaboraron también el Maestro José Pérez, quien por ese tiempo pintaba artística y bellamente los muros y el domo del Santuario de la Vírgen de Guadalupe, como están ahora y pueden apreciarlo, y el abogado Rafael Magdaleno, entre otros personajes que aportaron cariño y generosidad.
Me gusta que ahora mi hijo Adriano colabore como acólito y lector en las celebraciones eucarísticas que bien conduce mi tío, el Padre Juan Manuel Heredia Villalobos, en el templo de San Francisco de Asís, siempre claro, ameno, breve, preocupado por hacer pedagogía católica y ayudar a entender que como dice el papa Francisco, “la alegría debe ser la credencial del cristiano”.
En éstos tiempos borrascosos yo creo que hay que hay que respetar la voluntad de los muchachos, pero también creo que alentar a los jóvenes a acercarse a Dios es conveniente.
Algo bueno ha de resultar de eso y mal no les hace.
Bien recuerdo que en mi infancia mi papá dejaba las llaves de su camioneta pegadas al switch y las puertas sin seguro sin que nadie se la robara, asimismo las puertas de mi casa siempre estaban abiertas de par en par durante el día. Eran tiempos en que medio en broma y medio en serio decían que amarraban a los perros con longaniza y no se la comían.
¿Sería en parte porque a los niños los acercaban a la ética y a la práctica cristiana? ¿Sería en parte porque no estaba de moda querer expulsar a Dios de la sociedad? Cuando hablamos de que la seguridad pública tiene un aspecto preventivo, ¿nos referimos a la formación de los niños y de los jóvenes vivenciando valores desde la familia, o solo a poner cámaras de vigilancia y comprar macanas nuevas para los policías?
Por otro lado creo muy necesario que en el tercer milenio de la iglesia pongamos énfasis en hacer parroquia en el sentido original de la palabra.
¿Sabían que “parroquia” es una palabra ligada a “pariente”? Les explico.
En la antigua Roma, en su derecho, pariente era todo aquél que vivía a una jornada de camino de la casa de alguien.
De ahí viene en lengua romance “pagensis”, el que en línea paralela es mi pariente.
Otra palabra derivada es “pays”, país. De ahí viene “parroquia”. Por eso es dable decir que “hagamos política parroquial”, refiriéndonos a atender los asuntos públicos de una comunidad identificada con y vecina de una parroquia.
O decir que “vivamos parroquialmente” pueda significar “vivir comunitariamente”.
Por eso la organización de la Iglesia es a base de parroquias.
Así pues, te invito a que animemos a los niños y a los jóvenes a colaborar con la Iglesia a través de sus comunidades parroquiales, porque como te digo, algo bueno ha de salir de eso.
Por acá doña Meche me dice: “¿a poco cree que la gente todavía se anima a lo bueno, si lo de hoy es portarse mal, a lo malo verlo como bueno y a levantarse de la cama pensando en a quién fregar ése día?”. Y agrega que hay mucho desánimo.
En parte tiene razón. Hoy hay retos que parecen imposibles pero que algunos logran superar. Como cuando decían que era imposible tomar el castillo que protegía militarmente La Roca de Mónaco, en la costa mediterránea de Francia. “Imposible”, “sería una locura o un suicidio intentarlo”, decían los jefes políticos y militares de aquél tiempo.
Y sin embargo Francois Grimaldo, disfrazado de monje alborotó a la gente, hizo un buen plan, organizó a sus seguidores y atacó el inexpugnable castillo haciéndolo suyo exitosamente. Desde entonces, en 1297 los Grimaldi son los jefes de Mónaco, por eso todavía hoy es el Principado de Mónaco con los Grimaldi al frente.
Otro hecho que se creía imposible fue que los Beatles en 1964 ganaron los cinco primeros premios Billboard (USA) por sus canciones I Saw Her Standing There, I Want To Hold Your Hand, She Loves You, Twist and Shout y Can’t Buy Me love, ¡cada una de ellas de uno de ellos!
Los Beatles firmaron más de doscientas composiciones juntos, pero la gran mayoría era de solo uno de ellos, algo extraordinario.
Casi todos los logros están hechos para que más tarde alguien pueda superarlos.
En la vida hay una elección que hacemos casi sin darnos por enterados, y es la que nos define como animadores o como aguafiestas.
Cada día, y delante de muchos sucesos y personas, actuamos de uno de estos dos modos: o ayudamos o estorbamos.
Existen razones hondas que nos hacen actuar desanimando a los demás: odio y orgullo, envidia y desgano, amargura y temor… y más.
Pero les informo que existe un premio para los animadores, sobre todo para los que se animen a alentar a sus niños y a sus jóvenes a la Fe cristiana y a la práctica de sus valores, así como a la búsqueda del bien común, a la política pues, y es el de alegrarse sinceramente por los éxitos de los demás y el avance de nuestra sociedad.
No siempre los que “saben” tienen la razón. Falso que siempre los expertos le atinen sobre lo que haces o quieres hacer.
No obstante, si eres animador, siempre te quedará el privilegio de ser uno de los primeros que creíste de verdad en algo.
Y la vida sigue adelante no por los aguafiestas, sino por los que le pusieron huevos al jamón.
Amiga, amigo, busca hoy a quién animar. Busca niños y jóvenes y platica con ellos animándolos al bien.
Ve alrededor y sabrás, de seguro, a quien darle ayuda, a quién decirle una palara de aliento, a quién acompañar en un trámite, en un dolor, en un emprendimiento o en un gusto.
No seas el típico “te lo dije” y goza más la vida mediante la realización de los sueños de los demás, pero asegúrate de primero animarte a ti mismo y a consolidar tus propios sueños porque sabido es que primero es el uno y luego el dos.
Emociónate con lo que traes entre manos, sonríe, vuélvete loco… y anima a otros loquitos en lo que intentan hacer.
Sean felices.