Inicio Destacados COMO EN EL CHISTE DE PEPITO

COMO EN EL CHISTE DE PEPITO

CUADERNO PÚBLICO

Por: Rafael Ayala Villalobos


Hoy me llegó doña Meche más temprano. Prepara el café y me suelta a bocajarro : <<En México estamos como el viejo chiste de Pepito, ese en el que está acariciando dos perritos y su abuelita le pregunta: “¿De qué raza son, Pepito?”. Él responde: “Uno es bóxer, abuelita”. “¿Y el otro, el atigrado?”, inquiere la señora. “También bóxer”, contesta el mozalbete. Entonces la abuelita le cuestiona: “¿Y son machos?”. “Uno sí”, responde Pepito. “¿Y el otro?”, pregunta la abuela. “También”, dice el chiquillo. La abuelita, un poco irritada, le pregunta otra vez: -¿Se portan bien? –Éste sí. –dice el niño. -¿Y el otro? – pregunta la abuela. –También. –Afirma el nieto. –Ay, Pepito, -comenta la abuelita- ¿Por qué siempre me respondes uno sí y luego el otro también en vez de decirme que los dos?. –Ah, porque uno es mío, abuelita –responde el párvulo. -¿Y el otro? –inquiere la abuelita. -¡También! –retoba el travieso de Pepito.>>

Doña Meche tiene razón. Ante tanto problema que tiene México –uno de ellos se llama Andrés Manuel López Obrador- estamos como ese chiste: tenemos grandes recursos humanos y naturales, muchas reservas petroleras y mineras, instituciones probadas, pero nada más no queremos invertir en salud, infraestructura, educación y desarrollo compartido y sí en tonterías como el AIFA, Dos Bocas o el tren de la Ilegalidad (el Maya, pues). Si importamos de Estados Unidos el 50 por ciento de la gasolina que consumimos y el presidente la subsidia con nuestros impuestos y luego se la vende a los gringos más barata en la frontera, es que o estamos locos, o pendejos o como país estamos bastante mal. Si los productos de primera necesidad están carísimos a pesar de ser abundantes, es que el gobierno es completamente inepto en el manejo de la economía.

Pero ¿Y si no nos llega gasolina de afuera?. También. ¿Y si hay muchos limones y aguacates y aceites comestibles? También están caros. ¿Y si no? También. ¿Pero, y si la Guardia Nacional se pasea por todo el país, la delincuencia organizada seguirá haciendo de las suyas y el desorden siguirá?.También.

En esta pandemia del Covid 19, con la infraestructura hospitalaria colapsada y el sistema de salud hecho un desmadre, si aumentan los casos del coronavirus en México, ¿tendríamos una situación sanitaria muy complicada?… Así es. ¿Y si no aumentan los casos? También. En los Centros de Salud te regatean la prueba del antígeno Covid…

La crisis económica está empujando a muchos mexicanos a emigrar a los Estados Unidos a sufrir discriminación y enviar remesas de dinero que luego el presidente cínico presume como un logro suyo. ¿Y si algunos regresan? También.

Frente a un régimen arbitrario, violador sistemático de la ley, odiador de todo como el que tenemos, sin apego ninguno a la institucionalidad democrática ni al ordenamiento constitucional, donde las fuerzas armadas y de la mano de la delincuencia organizada se van apoderando de toda la vida civil y democrática, será muy difícil defender la democracia. ¿Y si no se sigue militarizando el país? También.

Si no se acuerda respetar el órden constitucional y por parte de los del mal gobierno siguen diciendo que ganaron con votos que no eran solo de hartazgo sino para cambiar de régimen como si se les hubiera dado un cheque en blanco, seguiremos empeorando… ¿Y si logramos un acuerdo? También, porque no cumplen.

¿Cómo haremos para salir de este círculo infernal, porque este gobierno sí que nos ha complicado la vida…? ¿Y la oposición? ¡También! Porque no “se pone las pilas”.

Lo anterior lleva a identificar dos problemas muy visibles: uno es el de la personalización del poder y otro el de que nos enredamos en el juego que el mal gobierno quiere jugar.

Mira, vivimos un proceso de personalización perversa y extrema de la política muy al estilo fascista y comunista que satisface la necesidad psicológica de las masas que desde la época prehispánica han necesitado identificarse con una persona, un Tlatoani, un cacique, un líder y que da como resultado regímenes efectivos y disciplinados pero no necesariamente que logren el bien común, ni siquiera de sus adeptos. De hecho anulan la discusión, haciendo solo caso a la dirección que establece el liderazgo “salvador”, siempre tortuosa, mentirosa y maligna.

El culto a la personalidad del jefe es utilizado para mantener la unidad de su partido o movimiento. Para ellos, en su ignorancia y sinrazón, toda la autoridad viene de la persona de su jefe aunque sea un embustero como el presidente, de sus cualidades individuales imaginarias, de que nunca falle aunque todos los días defeque errores.

Mussolini y Hitler, entre otros dictadores populistas, se erguían como la encarnación del pueblo unido, como sus voceros únicos. Y así está Amlo. A veces hasta divinizan al que encarna el poder, al que ven casi como monarca, omnisciente, omnipotente, infalible, infinitamente honesto, aunque no lo sea y abunden cascadas de pruebas de su hipocresía.

Sin embargo su liderazgo es fuerte porque el partido-movimiento que fundan necesitan disciplina y como a sus integrantes se les dificulta pensar o son tránsfugas de otras instituciones precisamente por indisciplinados y acomodaticios, aceptan que no hay disciplina más férrea que la impuesta por una sola persona y, segundo, porque a las masas ignorantes la obediencia les resulta una suerte de aliento y sedante, como un elemento que los hace sentir parte de algo, pertenecientes a algo importante en su vida inútil, generalmente hijos de padre ausente aunque esté o vicioso.

En la historia mundial y latinoamericana vemos múltiples ejemplos de que los liderazgos sin contrapesos llevan a la destrucción y a veces a situaciones sangrientas.

Habrá que regresar a Aristóteles: Michelangelo Bovero, en su obra “Kakistocracia: la pésima república”, recuerda a Polibio, casi 150 años antes de Cristo, que analizaba cómo las buenas formas de gobierno: monarquía, aristocracia y democracia, se degeneraban en sus contrarios perversos: tiranía, oligarquía y oclocracia. La democracia resultaba –decía- una buena fórmula de gobierno porque “era el gobierno de las leyes”, pero si degeneraba en la ilegalidad (“y que no me vengan con que la ley es la ley”, dijo Amlo) se convertía en oclocracia, el gobierno brutal, irracional e ilegal de la plebe, de la muchedumbre, de la tiranía de la mayoría, que al final “reencuentra un amo y un tirano que regentea sus pasiones”.

Vamos a ver un caso concreto para entender mejor todo lo anterior. El mal presidente ha incumplido aspectos importantes del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, el T-MEC, sobre todo en materia de energéticos y de su capítulo 8. Como Canadá y Estados Unidos formalizaron sus quejas que pueden derivar en paneles acusatorios en donde podrían sancionar a México con mucho dinero y bastantes restricciones al comercio internacional, perjudicando con ello no al gobierno, sino a productores y a diversos sectores productivos, ocasionando quiebras y desempleo, la oposición no debe caer en el juego que ha propuesto Amlo: el patrioterismo, el nacionalismo trasnochado, así como tampoco estar a la expectativa de lo que vaya a decidir el dictador el 16 de septiembre como lo anunció, sino simplemente deben exigir la oposición y la ciudadanía respeto del gobierno hacia el Estado de derecho ante los acuerdos internacionales que él mismo firmó y que la comunidad internacional espera que México honre su palabra y su firma.

El señor del palacio virreinal quiere politizar el tema, para convertirlo en una cuestión de confrontación ideológica. Quiere echarle retórica populista cuando es un litigio legal y comercial.

El petróleo es de México, sí, ya se sabe, como lo son los recursos naturales en todos los países. El punto es cómo se administran. Y el señor presidente quiere administrarlos monopólica, perdidosa y corruptamente con su Pemex que recibió con ganancias en 2018 y lo trae con pérdidas a pesar de que el petróleo ahora vale más.

Es previsible que López Obrador va a defender sus acciones en el sector energético por la vía política, no la legal.

Quiere convertir la impugnación hecha por Estados Unidos y Canadá sobre el sector energético del T-MEC en una movilización política interna con fines electoreros y de politiquería pura.

Pretende buscar la eternidad histórica que logró Lázaro Cárdenas con la expropiación petrolera.

La obsesión ególatra y narcisista con su legado político lo lleva a provocar conflictos con países aliados para poder hacer política interior.

La pregunta es: ¿le alcanzará este conflicto para borrar la imagen de su gobierno fracasado? Debilitamiento de los municipios, menos apoyo a las mujeres, desatención al campo, más desigualdad, pobreza, desempleo, enfermedad y hambre en el país (INEGI), y la complicidad con el crimen organizado (según órganos de seguridad del mundo y morenistas como Porfirio Muñoz Ledo y cualquiera que tenga sentido común), se le agrega el fracaso en la gestión económica y en las relaciones internacionales, al perder México su liderazgo regional y su reputación mundial.

Al mismo tiempo encabeza un gobierno que cuestiona y evade aplicar el Estado de derecho constitucional todos los días.

Se ha convertido en el amo de la violencia contra las leyes de la nación, desde la más simple hasta el contenido más importante de la Constitución. Un presidente perrucho y delincuente, pues.

Sabiendo todo esto, la ciudadanía y la oposición enfrentan el reto de plantear este conflicto en los términos que le dé credibilidad y corrección política a su postura. Y que los posicione correctamente para los futuros conflictos que se avecinan, tanto políticos como legales y constitucionales, como el querer desaparecer diputados y senadores plurinominales y al INE con pretextos increíbles como el de ahorrar dinero cuando nunca habíamos tenido un gobierno tan derrochador de recursos públicos en caprichos, corruptelas e ineficiencias.

El punto es no caer en la alegata sobre el T-MEC sino exigirle al gobierno el respeto al Estado de derecho constitucional e internacional como único camino para resolver diferencias, esto es llamar a respetar la ley (ni siquiera en Morena respetan su normatividad interna) y subrayar que lo del T-MEC no es un problema político sino económico y legal. Ello para no caer en los juegos de artificio del presidente.

Lo que quiere el del palacio virreinal es crear un falso debate. La ciudadanía de bien debe no caer en ese juego y apostarle a la ley y al Estado de derecho.

En el fondo lo que el presidente quiere es que su gente, sus familiares e incondicionales y matraqueros sigan en el poder valiéndose de las siglas de Morena, para que le cuiden la espalda cuando se vaya de la presidencia pero no del poder, toda vez que ha violado la ley innumerables veces y ya en Estados Unidos lo investigan por su complicidad con la delincuencia organizada, además de que él y sus corifeos tienen razones poderosas para permanecer en el poder más allá de su presunta convicción de representar a algo distinto (“no somos iguales”, les gusta decir). La corrupción de Morena es abundante (ahí están Bartlett y Mario Delgado, entre otros). No podrán explicar, y mucho menos justificar, en qué gastaron billones de pesos del presupuesto nacional y mucho menos cómo es que tantos de sus miembros hoy presumen de nuevas fortunas personales, protegidos por la declaración de “seguridad nacional”.

La motivación hacia la sobrevivencia de los partidarios de la dictadura populista es arrolladora. Por ello, y sabiendo que el Congreso no va a aprobar su propuesta de desaparecer al INE como quiere, está ya diseñando una estrategia anti INE para el 2024 y cómo hacer fraude o anular las elecciones con el apoyo de las fuerzas armadas.

Si Morena sintiera ganada la elección presidencial no dedicaría tanto tiempo a la destrucción del órgano electoral. Pero la incertidumbre es la madre de la violencia y la desesperación. Se preparan para lo peor. Si cancelan la vía democrática se abrirá paso a la movilización y quizás a la vía armada por parte del pueblo democrático para defender la república.

La estrategia de Amlo y los suyos es previamente desobedecer siempre la ley y al INE y acostumbrar al pueblo a la presencia del ejército. Todos, del Presidente hasta el último morenista, pasando por el mismísimo Adán Augusto López, pseudo-secretario de gobernación, camorrero de la política, están convocados a violentar la Constitución y las leyes que de ella emanan en materia electoral. Es decir, retan, desde ahora, al Estado de derecho en materia electoral. Es la locura.

Si pierden la elección en el 2024 se van a negar a entregar el poder. De mí se acuerda, doña Meche –le dije-. Quieren crear una crisis de seguridad nacional. Así lo dirán.

Y tal vez intenten prolongar el mandato de Amlo y las fuerzas armadas, igualito que sucedió en Venezuela, por lo menos mientras dure la crisis de inseguridad nacional, dirán.

Así dijo Francisco Franco en España: “Mientras dure la guerra”. Y la prolongó más de treinta años para permanecer en el poder dictatorial. Es la locura.

“Doña Meche, nos quieren acostumbrar, si se fija, a pisotear la ley y resolver las cosas por la fuerza, a desobedecer al Poder Judicial, a los Tribunales Electorales, al INE y a los Tratados Internacionales, o sea a imponerse por la fuerza”, le comenté. A hacer todo a güevo, pues –aclara doña Meche.

Esto no es nuevo. Desde hace muchos años hemos visto que Amlo es aspirante a dictador. La ciudadanía debe abrir los ojos y estar alerta y la oposición entender que debe unirse porque ahorita la república peligra. Ya vendrá la oportunidad de que los de la oposición diriman sus diferencias dentro de los cauces democráticos. Pero sin democracia, no tendrán ocasión.

Así que cabeza fría, generosidad, entendimiento de la realidad, claridad de ideas y propósitos y organización para la resistencia en los niveles municipal, estatal y federal.

Por eso lector, lectora queridos, les digo que doña Meche tiene razón, de un modo o de otro estamos como en el chiste de Pepito.

Sean felices.