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¿CÓMO USAMOS LA CIUDAD?

Por: Rafael Ayala Villalobos

Lectora, lector queridos, les platicaré algunos hechos sucedidos en la Piedad, Michoacán, y luego, si me permiten, los comentaré. Prepárense un café, una cerveza o un tequila.


Un vendedor de guayabas de Calvillo y otro de miel fueron retirados de la vía pública por elementos de la policía. A un vendedor ambulante de cinturones piteados lo sacaron del área peatonal del centro de la ciudad. Encargados de la vialidad acotaron a un grupo de manifestantes cuando marchaban para exigir a la Fiscalía investigar la desaparición de una persona.

A una organización de taxistas se les permitió realizar una ruidosa caravana vehicular por varias calles importantes con motivo de su aniversario. A vendedores ambulantes se les permite vender palomitas, cohetes y otros artefactos pirotécnicos en pleno centro, precisamente en las banquetas, con peligro para los viandantes, vehículos y comercios.

A un centro educativo se le permite efectuar un desfile anual con motivo de la época navideña; se cierran avenidas para facilitar su despliegue y se dificulta el transporte público. A los comercios se les permite invadir banquetas y hasta el arroyo vehicular para exhibir mercaderías, realizar sonorosísimas inauguraciones o promociones con edecanes bailarinas que, por echarse un taco de ojo, distraen a los conductores. A coches sonorizados se les permite circular publicitando con alto volumen con fines comerciales.

En las plazas y parques es frecuente autorizar eventos promocionales del comercio y el deporte, por ejemplo –y qué bueno-, pero no tan fácilmente se permite su uso para fines de promoción de la cultura democrática y de participación ciudadana.

A los partidos políticos no los dejan colocar propaganda política en el primer polígono urbano, quien sabe porqué diantres. Se permite el relleno con cascajo y tierra estéril en terrenos fértiles, dentro del área urbana, para construcción, asimismo, se altera la vocación natural de grandes extensiones de tierra en el medio rural para plantar agave tequilero, lo que depreda y maltrata el ecosistema.

Y les platico que no solo la autoridad quita y pone y da o niega permisos para el uso de la vía pública, esto es, para ejercer el derecho a la ciudad. También algunos otros poderes fácticos. No me refiero a la delincuencia organizada. Sino a que el Señor Cura regañó a unos jovenzuelos por difundir material informativo afuera del Santuario del Señor de La Piedad, sin sonidos alguno, en el área adoquinada, cerca de las puertas. Al iniciar la Santa Misa –que es una cita con Dios- dijo que no empezaría la celebración hasta que se quitaran, lo que exacerbó el ánimo de más de uno, incitando a la discordia. A unas Madrecitas les prohibió vender rompope cerca de las puertas, aunque lo hacían sobre el adoquín. Y eso que no tiene escriturado el Templo ya que, como se sabe, es propiedad de la nación. En cambio participamos –yo también- en

procesiones de carácter religioso en la vía pública con tronadera de cohetes y toda la cosa.

Si por ejemplo diez personas quisieran cerrar una cuadra para expender ahí frutas y verduras orgánicas los lunes de 8 de la mañana a 2 de la tarde, no los dejarían, ni los vecinos ni las autoridades, como sí a los que tienen años haciéndolo en determinadas calles a disgusto del vecindario, cerrando la circulación en calles aledañas. ¿Será el criterio la antigüedad?

Casi siempre que se usan los bienes públicos para uso particular, es manifiesto que su fin es comercial, o en aras de la religiosidad, el deporte o el civismo.

Nunca ha habido una petición popular para nada de eso, ni se han realizado manifestaciones ciudadanas que pidan, por ejemplo, una vendimia en cierta calle o un desfile con disfraces. No.

La gente se divierte, es cierto, pero los eventos afectan derechos de otros que nadie se los protege, como los lesionados por la contaminación por ruido, por la pirotecnia o porque se dificulta la movilidad urbana.

Si un peluquero quiere cerrar una cuadra, echar cohetes para llamar la atención y poner cumbias a todo volumen en la avenida Madero, porque quiere sacar su sillón a media calle para promocionar sus nuevos cortes de pelo y barba, ¿le darían el permiso? Usted dirá que una cuadra es mucha para un solo peluquero, pero es que pondrá edecanes en las esquinas de la cuadra para llamar la atención como dicta la mercadotecnia.

Si todas las teiboleras desearan instalar un mega-téibol en el bulevar Lázaro Cárdenas entre los puentes Cavadas y Morelos, como excitativa a los varones para que vayan a dejarles su quincena en los téiboles en los que trabajan ganándose el pan con el sudor de ¿su frente?. Aunque solo fuera un día de 6 de la tarde a las 11 de la noche, ya sin mucho tránsito, ¿les darían el permiso?

¿Dónde se hace la solicitud? ¿Quién da los permisos? ¿En qué casos intervienen el Cabildo, la Secretaría del Ayuntamiento y la Dirección de Urbanismo? ¿A quién sí y a quién no se les otorga el permiso? ¿Con qué criterios? ¿Urbanísticos, de buenas costumbres, ecológicos, económicos, de emprendimiento?

Este es todo un dilema ante el que el pueblo se queda como el chinito: nomás milando.

Aquí es donde surge briosa la pregunta: ¿con qué criterios y fundamentos legales se decide en La Piedad el derecho a la ciudad y más específicamente, el derecho al uso de la ciudad?

Cierto es que quienes ganan una elección llegan al Ayuntamiento como representantes de la ciudadanía en general, no solo de quienes votaron por ellos, pero tampoco hay que entender eso como que les dieron un cheque firmado en blanco.

Afortunadamente de entrada me parece que los que formarán el nuevo Cabildo tienen compresión democrática de este tipo de temas y que el alcalde ha dado muestras de ello.

Y sin embargo, hace falta democratizar el derecho al uso de la ciudad. Ello implica democratizar el desarrollo urbano municipal. Es necesario crear mecanismos vinculantes para la participación ciudadana, para la deliberación y la toma de decisiones acerca de la principal potestad que tiene un gobierno municipal: la administración de su espacio, de su suelo.

La ONU ha promovido acuerdos y Tratados internacionales en este sentido y aun cuando a nivel de todo el país el derecho a la ciudad aún no se eleva a rango constitucional, hay municipios y entidades que lo han hecho. A ver si ahora que vamos a tener dos diputadas de aquí, nos hacen el favor de avocarse a este tema para que Michoacán se incorpore a este adelanto.

De acuerdo a la ONU el Derecho a la Ciudad es el derecho que tienen todas “las personas de ocupar y habitar, utilizar y producir, transformar, gobernar y disfrutar sus ciudades, pueblos y asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos, definidos como bienes comunes para una vida digna”. Lo subrayo: “como bienes comunes”.

El Derecho a la Ciudad integra 8 principios: 1) Ciudades libres de discriminación, 2) Ciudades con igualdad de género, 3) Ciudades de ciudadanía inclusiva para todas las personas, 4) Ciudades participativas, 5) Ciudades accesibles y asequibles, 6) Ciudades con espacios y servicios públicos de calidad, 7) Ciudades con economías diversas e inclusivas, y 8) Ciudades sostenibles con vínculos urbano-rurales.

El Derecho a la Ciudad es un derecho humano, implica la democracia y considera estructuralmente la creación de políticas públicas para el crecimiento económico con igualdad, esto es el progreso compartido mediante el empuje al desarrollo social y humano.

El chiste es que La Piedad sea más democrática y justa, más sostenible, que aquí el usufructo del solar municipal sea más parejo, que propicie la igualdad con justicia social e igualdad, democracia y sustentabilidad.

Si nos fijamos bien, a ello abonan el nuevo parque y el auditorio al aire libre que el gobierno municipal está construyendo para mejorar la infraestructura y el equipamiento de la ciudad en beneficio de las mayorías

Ahora que vamos a estrenar nuevo gobierno municipal conviene airear y poner visibles estos temas para alentar una gran conversación pública aprovechando el liderazgo del presidente.

Vale la pena porque coincidimos en que La Piedad debe ser un mejor lugar para vivir y crecer como personas humanas y como una comunidad de valores donde se antoje estar y ser.

Sean felices.