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¿Compra de votos en La Piedad? Democracia y legalidad

Por: Rafael Ayala Villalobos

Sin legalidad no hay democracia. Sin democracia no hay división de poderes ni se pueden ejercer las libertades, por ello sin democracia hay dictadura.


Dicho más claramente: la piedra de toque de la democracia es la legalidad.

Sin embargo hoy Morena y sus partidos acólitos promueven el voto del hambre fomentando el clientelismo político al hacer trueque de votos por asistencialismo, por despensas, dinero y coacción, en su afán de llevar al país a una dictadura, a una autocracia fascista con un partido hegemónico, casi único.

Miren, lectora, lector queridos, hasta 1988 en México las elecciones las organizaba la Secretaría de Gobernación y eran calificadas por los propios diputados electos. Como el partido oficialista era juez y parte, el padrón electoral era amañado, los recursos públicos convertían los comicios en elecciones de Estado y era muy difícil que la oposición ganara cargos de elección popular. No había organismos autónomos, ni diputados o regidores plurinominales, así que las minorías casi no quedaban representadas en las nuevas conformaciones del poder público. La legalidad era mínima.

Luego, en la década de los años noventas, miles de mexicanos dimos la lucha por la democracia en México en todos los órdenes de gobierno. Poco a poco se fue empoderando la sociedad civil frente al Estado, asimismo ensanchando los cauces para la vida democrática y la participación ciudadana.

Paulatinamente, desde 1988, se fue trazando una nueva arquitectura democrática e institucional, no sin represión, pugnas, muertos, encarcelados, pero se fue avanzando en muchos casos siendo el PRD el pivote de ese esfuerzo.

Esto es ignorado por los jóvenes. Hay viejos que lo traicionan porque algunos de ellos también participaron en estas jornadas históricas, y ahora, carentes de moral y convicciones, apoyan el intento de Morena por construir una autocracia fascista.

Los cambios de gobierno dejaron de ser imposiciones burdas, los partidos mejoraron sus prácticas internas, las mujeres conquistaron el ejercicio de sus derechos políticos, asimismo grupos minoritarios, las elecciones ya no las organiza el gobierno, sino un organismo autónomo y ciudadano, el INE, y existe un Tribunal especializado en las cuestiones electorales.

Bueno, pues todo esto lo quieren destruir Morena.

La renovación del poder público es un tema vital para la democracia mexicana porque los ciudadanos, con su voto, elijen a quienes desean que los gobiernen, siempre de conformidad con la legalidad democrática, esa que el presidente todos los días viola.

Así el ciudadano ejerce su soberanía, votando en la libertad, siguiendo los principios constitucionales inviolables de máxima publicidad,

independencia, objetividad, legalidad, y certeza. Y el ciudadano lo hace porque confía en el Instituto Nacional Electoral y en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, fieles éticos y legales de la balanza arbitral.

Si, ley y ética van de la mano cimentadas en valores humanos que nos sirven de brújula sobre nuestro comportamiento en sociedad.

La ética nos ayuda a tener una moral razonada y entendida en nuestras costumbres de convivencia, y la ley nutre de positividad lo que la comunidad democráticamente acuerda, estableciendo normas que confirman y obligan a la vivencia de determinados valores como los derechos humanos, el derecho a la vida, a las libertades, entre otros, que facilitan la concordia social, la justicia y la paz.

Uno de los principios éticos que dan solidez a la estructura del Estado es el respeto al Estado de derecho de parte de los ciudadanos y de sus gobernantes, sin que nadie esté por encima de la ley aduciendo una supuesta superioridad moral, violentando a cada rato disposiciones de las autoridades electorales administrativas y jurisdiccionales y que en los hechos están impidiendo que las actuales elecciones sean imparciales, transparentes, libres, auténticas. No pueden serlo si se está pisoteando el Estado de derecho.

Lo dicho: sin legalidad no hay democracia.

Si “delinquiere” en latín es apartarse del camino, entonces el presidente es delincuente, también por complicidad los que le colaboran porque se apartan del camino de la legalidad, afectando la confianza ciudadana en la democracia.

A media campaña es bueno que todos los actores, incluidos los ciudadanos y las autoridades electorales, renovemos el pacto de legalidad y el compromiso ético de respetar las normas electorales y no estar queriéndolas torcer a contentillo, así como rehusar pagar estructuras de promoción del voto y compra de votos, pago de encuestas amañadas, entre otras nefastas irregularidades.

En La Piedad a ojos vistas Morena ha venido financiando con dinero misterioso una estructura de promoción del voto, coaccionando votantes que reciben algún programa social y comprando delegados al interior de su partido para favorecer determinadas decisiones.

Morena tiene una estructura de votantes potenciales que sus operadores prometen que financiarán porque “les van a mandar de Morelia dinero a manos llenas”. Si no se lo roban y si sí se los mandan, este partido movilizará votos corruptos por comprados. En su momento aportaremos datos.

La ciudadanía debe estar atenta desde ya a cazar estos mapaches electorales guindas que no saben hacer política más que con dinero proveniente de los drenajes sociales y gubernamentales.

¿Y los Consejos Electorales del INE y del IEEM? ¿Y los candidatos? ¿Y los partidos? ¿Y los ciudadanos de bien, respetuosos de la legalidad y la democracia? ¿Se hacen como que la Virgen les habla? Luego no lloren.

Se trata de mantener la legalidad, la armonía y la paz social, en suma, la democracia.

Se trata de que con el respeto a la ley podamos seguir democráticamente promoviendo los derechos humanos en la libertad.

De no ser así habrá desorden, fracaso y empobrecimiento. Es cosa de ver otras sociedades que no han sabido cuidar su democracia.

Que quede claro: sin apego a la legalidad no hay democracia.

Las democracias no necesitan de clientelas electorales sino de demócratas.

Y la democracia necesita de ciudadanos que vivencien la cultura de la legalidad.

En el México y en La Piedad de hoy, lo que urgen son demócratas, no basurillas fascistas y autoritarias.