Por: César Rodríguez
La Piedad, Michoacán se encuentra en un estado crítico de descuido cultural, con instituciones que parecen estar más preocupadas por la política y el comercio que por la promoción de las artes y la cultura. La gestión cultural en la ciudad está pasando por un periodo oscuro, necesitando urgentemente una renovación y un enfoque más inclusivo y diversificado.
Por un lado, la Escuela de Artes parece más una institución educativa de nivel básico que un semillero de talentos emergentes y establecidos. La falta de convocatorias para artistas tanto jóvenes como de trayectoria es una preocupante indicación de su desinterés en atraer y cultivar talentos variados. La escuela parece estar más centrada en los niños, posiblemente debido a que su directora tiene experiencia en educación primaria y encima fue convocada al puesto por nepotismo. Sin embargo, esto es un claro ejemplo de la falta de conocimiento en la gestión cultural que parece ser endémica en la administración de la escuela.
El hecho de que la prensa esté prohibida en sus instalaciones es alarmante, y tiene un efecto nocivo en la visibilidad de los artistas que trabajan y estudian allí. Esta situación limita la oportunidad de los artistas de recibir la atención y el reconocimiento que merecen. Además, esto bloquea una ventana a la comunidad, impidiendo que vea y aprecie el trabajo y los esfuerzos creativos que se están realizando en la institución.
El arte y la cultura no deben ser limitados por la edad. Al enfocarse principalmente en los niños, la escuela puede estar descuidando a una amplia gama de artistas en diferentes etapas de su carrera y desarrollo. Este enfoque también limita la diversidad de la producción artística y la interacción entre diferentes generaciones, un factor que puede ser muy enriquecedor en un entorno creativo.
Estas críticas a la administración de la escuela apuntan a una preocupante falta de competencia en la gestión cultural. Para cumplir adecuadamente su función como semillero de talento y creatividad, la Escuela de Artes necesita una dirección que entienda y valore la diversidad y la inclusión, y que esté dispuesta a promover una amplia gama de expresiones artísticas. También es esencial que adopte una postura más abierta y transparente hacia la prensa y el público en general, para que la comunidad pueda apreciar y apoyar el trabajo de los artistas locales.
Por otro lado, la Casa de la Cultura es prácticamente invisible, aparentemente más preocupada por la preservación de una supuesta mafia que ha monopolizado el presupuesto durante años. Esta situación impide que nuevas ideas y propuestas innovadoras renueven y revitalicen la vida cultural de la ciudad.
La falta de transparencia en la administración y la distribución de fondos ha llevado a que muchos de sus maestros más talentosos y dedicados hayan decidido renunciar. Estos educadores, valiosos portadores de conocimiento y habilidades artísticas, han optado por desvincularse debido a los manejos poco claros e incluso dudosos.
Esta pérdida de personal calificado es un golpe duro para la institución y, por supuesto, para la comunidad a la que sirve. Los maestros juegan un papel crucial en el desarrollo y la difusión de las artes, y su partida deja un vacío que no puede ser fácilmente llenado.
Además de preservar una estructura de poder arraigada y limitar la llegada de ideas frescas, la Casa de la Cultura ahora también enfrenta el reto de reconstruir su personal. Pero, más allá de eso, enfrenta la tarea de reconstruir su credibilidad y restaurar la fe en su compromiso con la promoción de la cultura.
En tercer lugar, encontramos los centros independientes que, en su lucha por sobrevivir, parecen haberse convertido en simples cafés, más centrados en la comercialización que en la creación y promoción de nuevas propuestas culturales y artísticas.
Este panorama desalentador de la administración cultural en La Piedad evidencia la necesidad imperante de un gestor cultural competente y dedicado. Se requiere de un líder con un profundo entendimiento y aprecio por las artes y la cultura, capaz de equilibrar las necesidades de los artistas y las instituciones con las de la comunidad en general. Con una nueva dirección y un enfoque más inclusivo y progresista, La Piedad podría florecer como un centro de cultura y arte vibrante, pero solo si se toman medidas drásticas para cambiar el curso actual.
La presidencia de La Piedad puede presumir pavimentos pero no un verdadero impulso hacia una sociedad culturalmente enriquecida, reflejo de la nueva generación de panistas que se atreven a decir que Akira Kurosawa es aburrido por no tener CGI al estilo de los «Avengers», por citarle un lamentable ejemplo. Ni cómo ayudarles.