Inicio Destacados DE MAL EN PEOR

DE MAL EN PEOR

Por: Rafael Ayala Villalobos

¿Muchas cosas estaban mal? Si, y ahora están peor. A veces entendemos mejor cómo va la vida nacional cuando no las generalizamos sino que nos enfocamos en casos concretos y cercanos como éstos: Leticia y Carmen son madres de familia en La Piedad que recibían apoyo económico del programa PROSPERA todavía en el sexenio pasado. Carmen, trabajadora, es madre soltera con un hijo adolescente al que ha educado “como Dios manda”, me dice. Las dos vivieron la aplicación de las nuevas reglas de operación de los programas sociales del actual gobierno federal. Leticia ya tenía experiencia en cuanto al cambio de reglas cuando sale un gobierno y entra otro nuevo y saben que al principio les retrasan la entrega de sus apoyos. Leticia ya estaba en “Oportunidades” y le tocó pasar a PROSPERA. Ella entiende que más que un “apoyo” es un derecho social. A Carmen, en cambio, le da vergüenza recibirlo, “como que es limosna, o así nos lo hacen sentir, sobre todo ahora”, dice. Leticia metió luego a PROSPERA a su segunda hija y recibía las dos becas para madres “en situación de vulnerabilidad y recursos para fortalecer la alimentación familiar”. La suma alcanzaba más de 4 mil pesos que ella era la responsable de administrar y de que se destinaran para lo que fueron establecidos, llevaba a sus hijos al control médico y se encargaba de que asistieran a la escuela y estudiaran con ganas. Con la seguridad de ese apoyo, Leticia planchaba –y lo sigue haciendo- en varias casas y se sale a colectar aluminio y cartón para vender y completar sus gastos.


Ya en éste gobierno, Leticia creía que tendría que esperar pero que seguirían apoyándola. No fue así: PROSPERA fue cancelado, se sustituyó por las Becas Benito Juárez de 800 pesos, pero solo la puede recibir su hija menor. Preocupada y molesta por la situación, recibió el primer cheque de éste sexenio no en enero o febrero como solía suceder, sino hasta mayo. Los Servidores de la Nación le explicaron que era momentáneo, que habría luego otros programas de apoyo. Con esa esperanza les ha ayudado –porque se lo piden- a promover el voto para su partido, conseguir firmas para diversas campañas como “para que el presidente pueda seguir en la presidencia, ya ve que los conservadores lo quieren quitar”, asegura, y asistir a algunas reuniones. “Pues qué más hago”, me comenta.

Si quiere mejorar tendría que tener en su casa a una persona más, de entre 18 y 29 años que ni estudiara ni trabajara para recibir 3,600 pesos más, o tal vez si su mamá o sus padres tuvieran más de 68 años y vivieran con ella, podrían ingresar 1,260 pesos más cada uno, o si tuviera un hijo en preparatoria tendrían 800 pesos más, o un hijo en la universidad al que le darían 2,400 pesos mensuales. Pero como no, pues no. Su triste realidad es que de recibir 4,000 mensuales ahora recibe solo 800.00 y está más pobre que antes. ¿Cómo puede hacerle Leticia para superar siquiera un poco la línea de la pobreza extrema como medianamente lograba hace todavía tres años ahora que le diagnosticaron un problema grave en la matríz?

Lo de Carmen es parecido. Por la zona donde vive no puede calificar para ninguno de los programas asistenciales ya que supuestamente no está catalogada como de pobreza extrema. Su esposo era el proveedor principal pero luego de una enfermedad rara -“una bacteria en la columna vertebral”- falleció. Tiene un hijo en la preparatoria. Como para ella su compromiso principal es la educación de su hijo, vende jugos en la mañana y luego trabaja en dos casas limpiando, con lo que solventa pasajes, inscripción, útiles escolares y algo de ropa. “Eso sí, mi hijo es aplicado y serio. Me lo andaba descarriando una muchacha, pero le paré el alto”, platica.

Por eso se entusiasmó cuando anunciaron las Becas Benito Juárez para la Educación Media Superior. Asistió a la reunión informativa con su hijo donde “los promotores de la 4T explicaron que el dinero era para los jóvenes, que ellos lo manejarían porque el presidente les tiene mucha confianza, para que ellos se lo gastaran en lo que fueran viendo de necesidad”. Carmen comenta que los papás y las mamás se miraban unos a otros, como sorprendidos porque cómo harían entender a sus hijos menores de 18 años que ese dinero era para cubrir gastos de sus casas que sus padres no alcanzaban a solventar.

Carmen comenta que con la “acelerada” que les dieron a los muchachos, “luego luego se dejaron ir a comprar videojuegos y celulares y no cosas que realmente necesitaran para ir a la escuela y las muchachas se hicieron novias de los que cobraban de esas becas para irse a las micheladas”. El empoderamiento de éstos jóvenes afecta la dinámica intrafamiliar, por supuesto. No es cosa de tenerles confianza y ya, sino de madurez y responsabilidad para que ése recurso sea empleado en asegurar que concluyan exitosamente sus estudios de preparatoria.

PROGRESA, por sus siglas Programa de Educación, Salud y Alimentación, fue creado en 1997 para apoyar a familias ubicadas por debajo de la línea de pobreza y estaba reglamentado para que el apoyo fuera manejado por las mujeres encargadas del hogar. La selección de los beneficiados se hacía mediante un cuestionario levantado por técnicos, no por políticos o promotores de un color partidista. Tal vez tuvo deficiencias y hasta corrupción, pero desaparecerlo sustituyéndolo por algo dispendioso, errático y clientelar, además de corrupto, según múltiples denuncias, es un desatino muy desatinado.

Ahora han eliminado de un plumazo a las madres de familia transmisoras y garantes del uso correcto del dinero recibido y les quitaron los componentes de alimentación y de salud, esto es que ya no tienen que ir a las consultas médicas de control. Se trata de un dinero dado sin mayor guía ni sustento que por supuesto no es productivo.

Esos apoyos ya no se orientan con criterios de corresponsabilidad social sino por un reparto arbitrario, dispendioso y clientelar, electoralmente hablando. La mayoría de los programas actuales carecen de reglas de operación claras y por lo tanto no se podrán evaluar excepto en sus números generales, por eso hay tanta denuncia. De ahí que hoy haya más pobres que hace tres años y que más de 6 millones de personas que estaban en la franja de la clase media baja hayan pasado desde el 2019 a la fecha a la pobreza.

A propuesta de organizaciones empresariales y no del presidente, el salario mínimo fue incrementado después de muchos años en que no se hacía, pero la problemática económica mundial, el mal manejo inflacionario y la desatención a las cadenas productivas y de consumo, aquí, han rebasado, nulificado pues, el alza y por el contrario, empujado los precios para arriba, constituyendo otro factor de empobrecimiento.

Digan lo que digan los propagandistas, PROSPERA se acabó, lo que hay es otra cosa que no está sirviendo para combatir uno de los grandes males nacionales: la extrema desigualdad.

El dinero se está acabando. Se vaciaron diversos fondos. Agotaron lo de varios fideicomisos. PEMEX sigue siendo un barril sin fondo. La CFE está quebrada y el dinero público de los paga-impuestos es lo que le da oxígeno. Las grandes obras emblemáticas están costando mucho más que lo inicialmente presupuestado, por la corrupción que propician las asignaciones directas. Cada vez más se está recurriendo al crédito público. No está en proceso ninguna reforma fiscal progresiva que pudiera allegar más recursos al gobierno para los programas sociales y entonces surge la pregunta: ¿cómo se van a sostener los programas asistenciales?.

La federación canceló programas federalistas y se queda con dinero que antes enviaba a los estados y a los municipios, lo que obliga a los gobernadores a subir o crear impuestos o a re-emplacar vehículos. Las grandes inversiones privadas anunciadas con bombo y platillo siguen frenadas por desconfianza y la inversión extranjera directa sigue cayendo. Solo unos cuantos empresarios consentidos que antes eran parte de “la mafia del poder”, ahora se la pasan platicando y comiendo en palacio nacional y haciendo jugosos negocios; son los empresarios que siempre han necesitado de la ubre del Estado porque más que iniciativa privada están privados de iniciativa. Lo dicho: el dinero se está acabando.

La historia de Leticia y Carmen, piedadenses ellas, es la de muchas más mujeres en Michoacán y en todo México. No obstante, la aprobación de la gestión presidencial sigue alta, lo que no habla bien de algunos mexicanos que pareciera que padecen el síndrome de Estocolmo, o sea, que se enamoran de su victimario. Malos resultados económicos y sociales, pero una oposición guanga junto a buen discurso, buena narrativa y muy buena propaganda logran que por ahora el sufrimiento de las mayorías esté confundido. Pero siempre hay un despertar.

El reto ahora es radical: solo es posible construir la democracia de la mano de la justicia social alcanzando una sociedad que se edifique a sí misma desde la sociedad civil, sin paternalismos ni populismos, guiada por la lógica de los derechos humanos. Éste es el programa político que habrá de unificar a las buenas voluntades.

Apoyemos a las Leticias y a las Carmelitas.

Sean felices.