Por: Rafael Ayala Villalobos
Samuel Hidalgo Gallardo rinde su tercer informe de gobierno municipal. En general la ciudadanía califica bien su gestión administrativa, la conducción del gobierno, la obra y los servicios públicos, la gestión con los demás niveles de gobierno y la cercanía y comunicación con la población. Prueba de ello es que salió victorioso del proceso electoral en el que se presentó para reelegirse, lo que le significó un plebiscito aprobatorio.
En días pasados los regidores también presentaron su último informe de labores.
Samuel Hidalgo volverá a ser presidente municipal por tres años que se esperan más difíciles que los que terminan, pero que sabrá superar con la experiencia adquirida, con mayor madurez, un buen equipo de trabajo, ejerciendo su liderazgo para concitar la participación ciudadana.
El momento es oportuno para entrever el futuro y reflexionar sobre el municipio que queremos llegar a ser y el Ayuntamiento que queremos tener.
¿Quién se siente representado de verdad por el Ayuntamiento?
La forma, la mecánica de integrar los ayuntamientos está rebasada por la realidad, responde a las condiciones sociales y políticas de hace 60 años o más.
Hoy ningún partido puede garantizar la gobernabilidad democrática municipal, entendida ésta, la gobernabilidad democrática, como el ejercicio del poder público que haga posible la convivencia armónica y el desarrollo constante de la persona humana y de la comunidad en todos los aspectos de la vida.
El actual sistema de representación basado en los partidos, así como la gobernabilidad democrática en el nivel municipal están en crisis. Se trata de un modelo agotado.
Los partidos son parte de los problemas, no parte de la solución. Todos están dejando de ser útiles a la causa democrática. Pero no sólo en cuanto se refiere a los municipios, sino también en lo estatal y en lo federal.
La tendencia en el mundo es que los partidos se están quedando atrás, cada vez son menos protagonistas de la historia, son vistos como simples avales políticos del dominio de los grupos de poder económico y político sobre naciones empobrecidas, saqueadas, endeudadas y desempleadas, asimismo de la destrucción del Planeta.
Esto tiene que ver con la crisis de los sistemas constitucionales democráticos que ha facilitado el arribo al poder de toda suerte de populismos dictatoriales ya de derecha, ya de izquierda o simplemente demagógicos.
En la actualidad, los grandes cambios no los están impulsando los partidos políticos sino la ciudadanía movilizada.
Y sin embargo, junto con el derecho, la democracia y su sistema de partidos, han sido de los mayores inventos del ser humano.
El modelo de democracia representativa, en la que con mayoría simple de votos se llega a formar parte del Ayuntamiento, está agotado.
Hoy necesitamos avanzar hacia la democracia participativa y operativa mediante modelos y herramientas que lo alienten y garanticen. Esto implica una reforma del Estado, y mientras tanto, replantear nuevas formas de integración de los ayuntamientos y de las administraciones municipales.
Las políticas atrincheradas en partidarismos conducen al fanatismo, a la polarización, a la falta de gobernabilidad, a excluir a la gente de la toma de decisiones. Paralelamente es necesario reformular el papel de los partidos políticos.
Es obsoleto que el ejercicio de la ciudadanía se agote en el mero acto de votar. Es muy limitado que la democracia llegue hasta el umbral de la representación y ya.
El 24 de octubre de 2011 en el periódico AM La Piedad, publiqué un artículo postulando la idea de lograr un Ayuntamiento integrado por una sola planilla de candidatos de todos los partidos políticos y mediante algún mecanismo democrático a ciudadanos de la sociedad civil. La idea fue acogida por muchos y rechazada por otros. Lo cierto es que con el tiempo y un ganchito ya hemos tenido ayuntamientos cercanos a esa propuesta. Pero falta mucho.
¿Cómo avanzar? Aquí van solo algunas de varias propuestas.
Primero.- En otras ocasiones ya he mencionado que puede haber dos síndicos con un desglose de facultades y atribuciones. El primero de la planilla que más votos obtenga y el segundo de quien quede en segundo lugar. Habría que diferenciar entre ingresos y egresos, entre otras cosas.
Segundo.- Que el contralor lo sea por elección. Las propuestas colegiadas y las consultas son ya un avance, pero hay que dar un paso adelante.
Tercero.- Que exista una Dirección Administrativa, preferentemente trans-trianual. Llevaría la gestión de la administración pública sin afectarse mayormente por los vaivenes políticos. Un análisis de puestos y una reestructuración administrativa con amplia participación sindical, mejoraría al gobierno en su vertiente administrativa, en beneficio del pueblo. Sin embargo factores políticos la condicionan.
Cuarto.- Crear un Consejo Municipal Ciudadano, amplio, muy incluyente, con comisiones propias, más allá de los quehaceres siempre útiles de quienes hacen función de observatorio. El Consejo sería un órgano adláter, un “cuarto de al lado”, del Ayuntamiento.
Quinto.- Zonificar territorialmente al municipio. Las Encargaturas del Órden y las Tenencias, no bastan y a veces son causa de discordia. Deben tener mayores atribuciones como forma de acercar el poder a la ciudadanía y, por supuesto, redistribuirlo. No hay piedadenses de primera y de segunda. En Jalisco existen las Delegaciones y en Sinaloa las Sindicaturas, como ejemplos a escudriñar para entresacar lo útil.
Sexto.- Que haya regidores de partido a fin de que las diferentes expresiones políticas tengan representación, pero también regidores por zona territorial y de las actividades socio-económicas más importantes. Actualmente los regidores, no por su culpa, sino por un mal anacrónico y estructural, representan a sus grupos de sus partidos. Los profesionistas, las organizaciones sociales, los empresarios, etcétera, no se sienten representados.
Esto permitiría avanzar en la democratización del poder público y de la vida municipal. No se trata de que voluntariamente los partidos se abran a la ciudadanía. Los voluntarismos son contrarios a la institucionalidad. Aquí lo que se propone es algo vinculatorio y no sujeto a que los partidos quieran o no. Ello implica reformas constitucionales y legales, por supuesto.
Esta propuesta va en sentido contrario a la pretensión del partido en el poder federal, que es desaparecer todo lo plurinominal, como comúnmente se le conoce, incluidos los regidores, en su tendencia a centralizar el poder, a convertir a México en un país de un solo pensamiento con un partido hegemónico, conforme a su proyecto autocrático.
Séptimo.- El Ayuntamiento debe dejar de ser visto como el equipo del Presidente. Incluso en las campañas se dice “el candidato a presidente y su planilla”, o ya en el gobierno “el presidente y sus regidores”, como si fueran subalternos de él. La deformación, que hace 50 años y más estuvo históricamente justificada, llega a ordenar que la cabeza del Cabildo, es decir, del Ayuntamiento reunido como órgano deliberativo, y quien lo conduce, es el propio Presidente. Ello equivale a que el presidente de la República fuera el jefe del Poder Legislativo y presidiera las sesiones de la Cámara de Diputados. Tal anacronismo no corresponde ni a la realidad ni al avance democrático. Los regidores deben ser una Junta separada, una soberanía deliberativa y decisoria, con participación del Presidente y del Síndico, por supuesto, pero sin ya ser visto como la cámara del alcalde. O sea, los regidores deben ser el órgano legislativo, en cierto sentido.
Lo metropolitano merece tratamiento aparte.
También la seguridad pública municipal.
Samuel Hidalgo ha mostrado voluntad democrática en su forma de gobernar y en la integración de las dos planillas al Ayuntamiento con las que ha contendido.
Ojalá que utilice el bono político que recibió de los votantes el 2 de junio para alentar la conversación pública tendiente a lograr acuerdos entre la sociedad y el gobierno, las organizaciones intermedias y los partidos, a fin de que el Ayuntamiento, utilizando su derecho de iniciativa legislativa, eleve al Congreso del Estado las propuestas que permitan avanzar en la democratización de los municipios y por consiguiente mejoren el nivel de vida de la ciudadanía.
Que junto a la gran obra pública que la gente le reconoce, también legue una gran obra política de fuerte sello democrático.
En un comprimido espacio como éste apenas se pueden mencionar algunos “qués” sin los “cómos”, pero ya habrá tiempo y lugar.
Lo importante es abrir y ampliar la conversación pública.
Todos importamos.
Todos tenemos una idea del municipio que queremos llegar a ser.
De aquí somos y aquí estamos.
Sean felices.