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EL PAPA FRANCISCO EN HUÁSCATO

Por: Rafael Ayala Villalobos

Mi amigo Neracio vino a La Piedad en diciembre y fuimos a la presa La Pólvora de Huáscato, en el municipio de Degollado, Jalisco, en cuyas cercanías hay varios restaurantes campestres deliciosos, muy recomendables todos, aunque mi preferido es “La Pólvora”, con exquisita cocina. Cuando éramos preparatorianos solíamos ir a ese paraje a acampar sin más nada que una cobija vieja en la orilla de la presa, nos poníamos a filosofar, a componer el mundo y a echar desmadre.


Bueno, pues estando en tan hermoso paraje, Neracio me dio un magnífico regalo de Navidad que ahí mismo, gustosos, empezamos a leer, comentar y disfrutar: la Encíclica “Laudato Si, Sobre el Cuidado de la Casa Común”, del Papa Francisco, del 2015, que no es una encíclica “verde” en el sentido de sólo tratar el tema del medio ambiente, sino que propone -¿provocativamente?- una ecología integral que incluye lo político y lo cultural; también lo social, lo cotidiano y lo espiritual. La charla se puso picante porque Neracio es alegador sin par, de esos que tienen buena esgrima verbal.

En estos tiempos la política no atina a resolver los grandes problemas, porque como dijo alguien: “La política ahora es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después remedios equivocados”. Así que un documento tan sabio como la Encíclica a la que me refiero, se gradece muchísimo y a los de La Piedad nos viene como mandado a hacer porque padecemos varios problemas ecológicos graves que no se resolverán nada más plantando arbolitos. Dos de ellos son la contaminación del río Lerma y la generación, recolección, depósito y destino final de la basura. Al primero, que no le quieren entrar porque les da miedo ponerle el cascabel al gato, sigue causando enfermedades y muerte. Para colmo, con criterios de ganancia, están desviándole el agua a su paso por La Piedad, situación que otro día les platicaré. El segundo, el de la basura, es como cuando alguien trae un cohete en la mano con la mecha prendida; simplemente lo administran y lo posponen en perjuicio de la calidad de vida.

Volvamos a la Encíclica del Papa. El ameno documento responde a la crisis ecológica mundial en el momento en que dañamos la Tierra como nunca antes. La Encíclica dice que hicimos de la Casa Común “un inmenso depósito de basura”. Y agrega: “Las previsiones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía… nuestro estilo de vida, por ser insostenible, solo puede desembocar en catástrofes”.

El documento sentencia que la tragedia impone la necesidad de “una conversión ecológica global” que supone “nuevos estilos de vida” y “cambiar el modelo de desarrollo global”. El Papa Francisco insiste tanto en lo de “nuevos estilos de vida”, que lo dice en la Encíclica 35 veces; Neracio y yo las contamos.

Estamos sumidos en esta trágica emergencia debido a nuestro exagerado antropocentrismo, por el cual queremos egoístamente ser el centro de todo. Al respecto el Papa dice que el ser humano “se constituye como dominador absoluto” de la naturaleza, como si estuviera separado de la naturaleza de la Tierra, olvidando que “todo está interligado y que por eso no puede declararse autónomo de la realidad”.

El hombre ha empleado la tecnociencia como herramienta para alcanzar “un crecimiento infinito… lo que supone la mentira de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta, que lleva a estrujarlo hasta el límite y más allá del límite”, sostiene el papal documento.

Sé de matemáticas tanto como de filosofía y teología, o sea, nada, pero me atrevo a decir que la Encíclica tiene una gran robustez teórica y una gran congruencia porque alude a la nueva cosmología, así como a la física cuántica: que todo en el universo es una relación. Insiste en que “todos somos interdependientes, todo está interconectado y todo está relacionado con todo”. Y es que desde la antigüedad se aceptaba que todo está concatenado en forma circular. De ahí que a lo divinal se le represente con un círculo que no tiene ni principio ni fin y que al mismo tiempo es eso: principio y fin, alfa y omega de todo.

Aquí me detengo un poco. En la antigua Roma, Gayo Julio Higinio (64 a.C. – 17 d.C.) estableció mediante una simpática fábula una interpretación del “ser ahí”, esto es, “de lo que es” en la materia de la Tierra, muy estudiada por varios filósofos antiguos y recientes como Heidegger.

El personaje central de la fábula es Cura que llegó a un río en el que vió terrones de lodo. Pensativo, cogió uno y modeló una figura de ser humano. En eso, sigiloso, se acercó Júpiter a quien Cura le pidió que le soplara, que le infundiera vida, a lo que Júpiter, gustoso, accedió dándole vida a su muñeco de lodo.

Cura le quiso poner su nombre a su obra pero Júpiter se lo impidió, alegándole que debía ponerle el suyo porque él le dio la vida. Ambos discutieron acaloradamente cuando de pronto se levantó la Tierra (Tellus) y les pidió que se le pusiera a la obra su nombre, porque ella dio su materia para que se elaborara el muñeco.

La alegata subió de tono, ahora con tres litigantes que cansados de la disputa eligieron a Saturno como juez para arbitrar su diferencia. Saturno dio ésta justa sentencia: “Tú Júpiter, por haber puesto el espíritu, lo recibirás cuando muera; tú Tierra, por haber ofrecido un pedazo de tu cuerpo, recibirás el cuerpo cuando fallezca. Y tú, Cura, como fuiste el primero en darle forma a este ser, mientras viva tú lo tendrás. Y en lo tocante al pleito por el nombre, dijo el juez Saturno, “se llamará homo, puesto que está hecho de humus (tierra)”.

El Papa Francisco seguramente que tuvo en mente ésta reflexión al momento de crear el argumento circular de todo lo existente, de la conexión que hay en el hombre entre materia y espíritu a su paso por el mundo. Tan es así que lo de humano viene de humus, de la Tierra, del material de que está hecho como continente del contenido espiritual. Así que la dimensión ecológica es integral o no lo es. Así lo entiende el Papa.

Otro argumento que el Papa forma y propone como un verdadero paradigma es el del cuidado. El cuidado, porque es la esencia de la vida y del ser humano, según la fábula romana de Higino. En ese sentido el Papa ve en San Francisco de Asís “el ejemplo por excelencia del cuidado”. “Corazón universal… para él cualquier criatura era una hermana unida a él por lazos de cariño, sintiéndose llamado a cuidar de todo lo que existe”.

Llama la atención cómo el Papa Francisco junta la inteligencia intelectual, apoyado en los datos de la ciencia, con la inteligencia sensible o cordial, la del corazón, pues. Debemos estudiar y saber de números, emocionarnos con ellos, ya que son abstracción de la naturaleza, pero también debemos relacionarnos con la naturaleza “con admiración y encanto… prestar atención a la belleza y amarla porque nos ayuda a salir del pragmatismo utilitarista”. Y agrega que es importante “escuchar tanto el grito de la Tierra como el grito de los pobres”.

Prueba de lo anterior, veamos éste fragmento cuajado de inteligencia emocional: “Todo está relacionado y todos los seres humanos caminamos juntos, como hermanos y hermanas, en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también con tierno cariño al hermano Sol, a la hermana Luna, al hermano río y a la Madre Tierra”. Dice también que es importante “fomentar una cultura del cuidado que impregne toda la sociedad”, ya que de esta manera “podemos hablar de una fraternidad universal”.

El texto va más allá de cualquier otro que al menos yo haya leído sobre ecología, porque incorpora a la ecología integral la esencia espiritual, evocando la espiritualidad cósmica de San Francisco de Asís. Veamos: no se trata de derivar la espiritualidad de ideas, sino “de las motivaciones que dan origen a una espiritualidad para alimentar la pasión por el cuidado del mundo… No es posible comprometerse en grandes cosas sólo con doctrinas, sin una mística que nos anime, sin una moción interior que impulse, motive, anime y dé sentido a la acción personal y comunitaria”.

Por último, hay que resaltar que con esta encíclica, el Papa Francisco se coloca, como lo han reconocido destacados ecologistas, a la vanguardia de la discusión ecológica mundial y hasta en la avanzada progresista de las políticas públicas.

Ya en muchas entrevistas ha señalado los riesgos que padece nuestra Casa Común, y sin embargo el Papa sigue dando un mensaje de esperanza. Dice: “Caminemos cantando. Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten la alegría de la esperanza”.

-¿Qué te parece ésta Encíclica? –me preguntó Neracio cuando estábamos en el postre, guayabas en almíbar-.

-Precisa. Detallada. Amplia. Oportuna. Certera. Vivificante. Amena. Todo esto es la Encíclica Laudato Si, Sobre el Cuidado de la Casa Común –le respondí emocionado-.

– El reto es adaptarla y practicarla a nuestra vida cotidiana y a la resolución de los problemas ecológicos de nuestro entorno –retó mi amigo-.

Así fue como Neracio y yo tuvimos al Papa Francisco en Huáscato.

Sean felices.