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EN LA PIEDAD HAY PADRES PUTATIVOS

Por: Rafael Ayala Villalobos

El anterior tercer domingo de junio, bañado y peinadito para desayunar, bajo al comedor y ¡sorpresa!, doña Meche tiene arreglada la mesa en la que están 5 chiquillos ruidosos y 3 adolescentes enfiestados, listos para engullir lo que les pongan enfrente. Es día del padre.


No son mis hijos biológicos, no vayan ustedes a pensar que tengo hijos de regadío y de temporal.

Me cantan las mañanitas y regalan algo: flores, una piedra del Cerro Grande, dibujos, libros, un frasco de aceitunas, aceite de oliva y buena plática. Doña Meche los indujo. Ella tiene la manía de traerme chicos y chicas para “que los aconseje”, dice. Su vocación para el chismorreo le permite enterarse de la vida de los del barrio; lo que no sabe se lo inventa. Cuando cree que con algún comentario puedo ayudar a algún mozuelo a caminar por un trance, me lo trae.

De psicología sé lo mismo que de astrofísica y no sé si les sirvo en algo, pero me encanta hacerlo, me encariño con ellos y creo que ellos conmigo.

Así que ella les ha metido la idea de que soy su padre putativo.

Todos tienen líos familiares y problemas conductuales, algunos se enredan con su sexualidad y otros canijos tienen tanta puntería que luego luego embarazan a la muchacha. Son jóvenes muy variados. Dije “variados”, ¿eh? no averiados.

Lety, adolescente llena de barros y espinillas, pecosa y vivaracha, dice tener una pregunta, y va al grano: “¿qué es eso de padre putativo?, se oye muy feo…”.

-A ver doña Meche, usted es la que les anda diciendo eso, explíqueles –le ordeno-.

-No se haga -responde ufana- usted sabe que padre putativo es por san José, representa el amor que todos debemos tener por los hijos de todos, no solo por los nuestros. Es todo lo contrario al odio –agrega mientras sirve los tamales modo corunda de los que venden en el “mercadito de arriba”, carne de cerdo en salsa y frijoles flor de mayo.

Para mi sorpresa contestó correctamente.

-A ver, a ver, explíquenos más –la animo, interesado-.

Se sienta en una esquina de la mesa, agarra vuelo y se suelta el pelo: “En el catecismo me explicaron que padre putativo quiere decir “el que puede ser considerado como padre”, y que a san José se le considera así ya que no es el verdadero padre de Jesucristo, que como sabemos fue concebido en la Vírgen María por obra y gracia del Espíritu Santo”.

Y sigue doña Meche: “El padre Lencho, que fue el que me dio la primera comunión en el rancho, nos decía que por eso en algunos países el día del padre se celebra el 19 de marzo, día de san José, que murió cuando Jesucristo tenía 12 años y ya le salía bigote chocomilero. San José fue el único que tuvo “buena muerte” porque murió teniendo a un lado a María y al otro a Jesús, por eso es el Patrono de la Buena Muerte.

A estas alturas los jovenzuelos ya estaban repitiendo plato y champurrado.

“Así es doña Meche –agrego entusiasmado- de ahí que san José es una figura teológicamente muy importante. Yo recuerdo que el Padre José Olalde Bustos, párroco de La Piedad a finales de los sesentas nos explicó que por eso en los misales al mencionar a san José se decía “Sanctus Iosephus P.P. Christi”, o sea, San José padre putativo de Cristo y que a eso se debe que a los que se llaman José les digan Pepe, por la doble P”.

Bueno, lector, lectora queridos, el caso es que si padre es el que engendra, también o más es el que educa, esto es, el que saca lo mejor de los hijos propios o ajenos, siempre con amor. Así de sencillo, aunque ya se sabe que lo sencillo no es tan sencillo.

En efecto, una de las mayores expresiones de amor sucede cuando un hombre amando a un menor sin que haya provenido de su líquido seminal -porque no hay otro modo de hacerlo, que yo sepa-, contribuye a su formación física, mental y espiritual, formándolo en la libertad y las buenas costumbres, ayudándolo a cincelarse para que pase de ser una piedra bruta a una piedra bien labrada, embellecida y recia.

Tendríamos un mundo con menos odio, o al revés, con mucho más amor, si practicáramos aquello de que “cuando se tiene un hijo se tienen todos los hijos de la tierra”, o sea que somos padres putativos de todos, incluidos los chamacos descarriados y los hijos de nuestros malquerientes.

Yo cuido a los tuyos y tú cuidas a los míos, debería fundarse sobre esto el pacto social roussoniano para ser verdaderamente una sociedad más unida en el amor.

Por eso qué bueno que en La Piedad haya padres putativos, y muy buenos; conozco a varios a quienes admiro. Si el 25 % de los hogares de aquí tienen como cabeza a una mujer y el 11 % a un padre soltero, hay otra cifra desconocida y oculta porque nadie la ha contado: la de los hombres buenos que apoyan como padres putativos a tantos muchachos y niños, la mayoría de los casos que ni viven con ellos, contribuyendo así al bien común.

-¡Ayin a jurry! –grita de pronto doña Meche viendo su reloj egoísta-.

Digo reloj egoísta porque trae uno que le mandó su hija de Estados Unidos, de esos que tienen la carátula negra y solo enseñan datos cuando su dueño les prende una lucecita.

-¿Qué le pasa, doña Meche? –le pregunto asombrado, viendo que nuestros invitados también lo están-.

-¡Ayin a jurri! –repite con azoro-.

-A lo menor quiere decir que tiene prisa –trato de adivinar y de insinuarle que mejor hable en español, nuestro idioma-.

-No. ¡Ayin a jurri! –insiste-

– Bueno, entonces es “yo tengo prisa” –le aclaro a los muchachos que en inglés es: “I’m in a hurry”-.

Enseguida vuelve a gritar con escándalo argüendero, como es su inveterada costumbre: “¡it yives soponcio!”. “¡Ya párele doña Meche! -intento corregirla-, hable en español, no quiera apantallar a los chicos nada más porque estuvo con su hija tres meses en Estados Unidos, y en todo caso es “it gives me the soponcio”, que significa me da el soponcio, ¿pues qué trae?”.

-Es que tengo prisa de acabar mi trabajo, estoy nerviosa y siento que me da el soponcio porque todavía iré al rancho a hacer la comida de día del padre para mi papá –lo explica mientras con ademanes bruscos indica a los muchachos que ya se vayan-.

-Entonces dígalo en español y ya –le insisto-, pero como desde que regresó de Estados Unidos anda arriba de una nube, alega:

-No don Rafa, yo no soy cualquier colaboradora doméstica, si me apura la prisa y me quiere dar un soponcio, ¡a mí me han de dar en inglés!, faltaba más.

La verdad es que fue un domingo bien padre en el que personas buenas nos la pasamos muy bien porque nos queremos con toda el alma.

Sean felices.