Por Mayra Teresa Gaxiola Soto
Los jóvenes que emigran a trabajar o a estudiar no quieren volver a La Piedad, no sólo porque les resulta aburrido, sino porque no ven aquí una oportunidad de prosperar, de crecer, de aspirar a un buen nivel de vida.
Y quienes estudian en cualquiera de las universidades locales, al incorporarse a la vida laboral, los pocos que logran hacerlo acorde a su profesión, se encuentran con la desagradable sorpresa no sólo de los bajos sueldos, sino de que ni siquiera pueden aspirar a un ascenso que se traduzca en un mejor nivel de vida a medida que adquieren experiencia, porque los puestos más altos y obviamente mejor pagados, por lo general están reservados o ya ocupados (por derecho de sangre tengan o no la capacidad) por los hijos o nietos de los dueños de cada una de las empresas que mueven la economía local.
Claro, esas empresas locales, también tienen gente especializada en diversas áreas (por eso son exitosas) que pueden ser piedadenses, de cualquier parte de México o del mundo y con buenos sueldos, pero son muy pocos.
Esa dinámica podría cambiar empezando por las carreras que ofrecen las universidades locales; estoy segura de que, si los jóvenes son capacitados en base a lo que las empresas locales y regionales requieren, ‘otro gallo cantaría’. Creo que estaría primero la conveniencia de contar con gente capacitada y local.
FALTA QUE LA VINCULACIÓN SE DE EN LOS HECHOS
El primer paso es que los directivos universitarios se pongan en contacto con las empresas locales y regionales, (cosa que se ha anunciado ya en diversas ocasiones) y en base a sus necesidades sean las carreras y planes de estudio a implementar. Ya hay un exceso de licenciaturas en diversas ramas; carreras repetidas en las escuelas de nivel superior.
Al no haber más opciones, los jóvenes optan por estudiar lo que hay, saturando el mercado laboral, y terminan frustrados aceptando empleos mal pagados, sin seguridad social, sufriendo abusos de malos patrones o de plano acaban olvidándose de su profesión.
A la edad que entramos a la universidad 18 o 19 años en promedio, ni siquiera sabemos la mayoría qué queremos estudiar y mucho menos está en nuestra mente el problema para hallar trabajo al que nos enfrentaremos al egresar. Ese balde de agua fría lo sentimos hasta que empezamos a buscar chamba.
Y analizando toda esta problemática que vive la juventud piedadense, las autoridades (de todos los niveles) y particularmente el Ayuntamiento, debe fomentar el autoempleo apoyando a los emprendedores; esa ayuda hace falta para gente de todas las edades, pero principalmente para este sector de la población que es el más vulnerable de caer en la desesperación y optar por otros caminos. Y no estoy hablando sólo de emigrar a trabajar a Estados Unidos, que aún cuando es peligroso y triste, hay otros peores.
Creo que todos tenemos un familiar, conocido, vecino o amigo que se ha tenido que ir a trabajar a Estados Unidos luego de concluir con muchos sacrificios económicos una carrera universitaria -independientemente de los miles que ya han emigrado sin estudiar- porque se cansan de buscar empleo bien pagado, o de trabajar de taxistas, de taqueros o cualquier otro oficio muy digno sí, pero que no tiene nada que ver con su preparación académica.
Y los papás que hacen el sacrificio económico de pagarles una carrera, pensando precisamente en evitar que tengan que emigrar, cruzando la frontera jugándose la vida y enfrentándose a los miles de peligros que eso implica, imaginen también su frustración y desilusión.
Hoy esos familiares, conocidos, vecinos o amigos son quienes mantienen el país con el envío de sus remesas pero que obtienen con miles de esfuerzos, huyendo de la terrible “migra” y desterrados de su tierra, sin ver a su gente por años. Es cierto que allá ganan 6 o 7 veces más que aquí, pero a base de ser explotados ‘porque son mojados’.
Y lo peor es que esa situación va de mal en peor aquí en su terruño; quienes no se van ‘al norte’, emigran a otros estados para no quedarse aquí con sus sueños reprimidos, con la única ilusión de ir a ‘desestresarse con una michelada y unas alitas’ que abundan en cualquier esquina.
Lamentablemente, es una realidad que el monopolio empresarial impera por los siglos de los siglos aquí. Antes eran conocidos como ‘la mano negra’, que tal vez las nuevas generaciones no conozcan, pero sigue siendo la misma que impide progresar y genera que los jóvenes aún cuando tengan la capacidad no les den la oportunidad de demostrarlo, con el argumento de que no tienen experiencia.
Los puestos son ocupados por las nuevas generaciones de esos mismos miembros de ‘la mano negra’ que también son recién egresados, pero tienen su apellido y no necesitan la capacidad ni la experiencia.
Así que gran parte de la juventud piedadense tiene pocas opciones; los jovencitos conformarse con lo que les regala AMLO durante un año; los más grandecitos aceptar trabajos mal pagados, tengan o no la capacidad, buscar chamba en otro estado, autoemplearse, irse de mojados o lo peor, unirse a las filas de la delincuencia.
Hoy por hoy, lamentablemente, pese a toda la explotación que viven en Estados Unidos, a que duran años sin verlos hay muchos papás que prefieren que estén allá a que de pronto sean desaparecidos aquí en México y no vuelvan a saber de ellos porque tomaron el camino equivocado. Cuando menos así, pueden verlos en videollamadas, escuchar su voz cada vez que quieren.
Prefirieren que no vuelvan los hijos, desde allá les apoyan, con sacrificios, pero mandan dólares porque aquí no solo no hay oportunidades aun cuando hayan podido costearles una carrera, sino que están en constante peligro.