Por: Rafael Ayala Villalobos
Hola lector, lectora queridos, ¿recuerdan la canción de Raphael que dice: “Escándalo, es un escándalo”? Ah, pues así estamos con tanto escándalo que hay en el país, uno tras otro, revueltos o separados que afectan la vida de las familias de la región de La Piedad. Es como el refrán sentencia: “Un mal trae otro detrás”, o como decían las abuelitas: “Una desgracia nunca viene sola”. Hay otro que reza: “Sobre quemadura, agua hirviendo”. ¡Y ahí vamos!
En un país bien llevado por instituciones sólidas y democráticas, hasta los políticos más populares ya se hubieran puesto a parir chayotes o ya habrían sido corridos. ¡Pero en México no!.
Aquí ningún escándalo afecta porque perdemos el tiempo en deleitar el morbo, en ver cuál escándalo es el más escandaloso y en estar atentos a si baja o sube la popularidad del presidente. Por eso no pasa nada. ¡Y esto escandaliza más!.
Uno a uno los males escandalizan, porque “Ajos y desdichas no vienen solos, sino por ristras”. Vea: se informa que medicinas y vacunas del gobierno han caducado, que faltan medicamentos en el sector salud, que los hermanos del presidente recibían dinero ilícito, que hay complicidad de políticos de alto nivel con el narcotráfico, que la delincuencia ayuda al partido oficial a ganar elecciones, que todo está
carísimo, que el secretario de gobernación entregó los principales cargos de seguridad a delincuentes identificados por la SEDENA, cuando gobernó Tabasco, que las masacren siguen, que…en fin. Pero “No hay nublado que dure un año”, porque “La rueda de la fortuna rebaja mañana al que hoy encumbra”.¡ Así que ánimo!
No paran los escándalos en este gobierno, y es que “Cuantos más brutos más triunfos”. La semana que termina fue el libro testimonial “El rey del cash”, que revela mecanismos de financiación ilegal para campañas de Morena y para el sostenimiento del hoy presidente y sus colaboradores. Los ciudadanos muy escandalizados, sí, pero hasta ahí.
La semana antepasada el Ejército acaparó el escándalo porque una organización llamada Guacamaya, les hackeo hasta la matríz, poniendo en riesgo la seguridad nacional y evidenciando putrefacción y media. Se descuidaron, pues. Bien afirman los mayores que “La prosperidad hace necios”.
La semana anterior a la antepasada fueron las contradicciones narrativas sobre el multihomicidio de Ayotzinapa. Una de ellas afirma que delincuentes coludidos con algunos oficiales del Ejército, asesinaron cruelmente a algunos de los estudiantes. ¡Jesucristo, aplaca tú ira! La gente se quedó horrorizada y escandalizada “sintiendo ya no lo duro sino lo tupido”.
Hace casi un mes el escándalo fue que el presidente hizo empoderar más al Ejército que lo tiene bien apergollado no obstante que les ha dado y vuelto a dar, porque “a nadie le amarga un dulce”. Quizás sea el
precio que el Ejército le cobra por obedecerle porque como dice el dicho: “No hay suerte más dura que servir a un necio puesto en altura”.
Así que el presidente cedió el mando de la Guardia Nacional y luego, de pilón, extendió hasta el 2028 la presencia militar en las calles, lo que sería lo de menos, porque lo de más y peor es que permanecerá en los quehaceres constitucionalmente reservados a los civiles, como lo es la seguridad pública. A los que aplauden esa medida hay que decirles como Jesucristo dijo desde la Cruz: “Perdónalos Señor porque no saben lo que hacen”.
Lo anterior lo logró el presidente al más puro estilo mafioso: chantajeando y amenazando. El escándalo en esos días tocó protagonizarlo al ombligo. Atinó usted: a Alito. Es que a los ombligos se les concentra la mugre.
Y unos pocos días antes robó cámara el escándalo de la detención de Jesús Murillo Karam, acusado sin pruebas sólidas de haber manoseado el expediente de Ayotzinapa, el mismo día en que salió de la cárcel Rosario Robles, otra acusada sin más pruebas que la pura saliva.
Hay quienes dicen que al presidente todo se le resbala y que conservará su popularidad hasta después de su sexenio, porque, dicen, está vacunado contra los escándalos. Puede ser, la vacuna es el cinismo.
¿Pero todos los mexicanos somos cínicos? Yo creo que no. Prueba de ello es que en las elecciones de 2018, el ahora presidente logró 30 millones 113 mil 483 votos, ¡53 por ciento del total! Tres años después, en los comicios de 2021, su partido obtuvo poco menos de la mitad con 16 millones 136 mil votos.
La verdad es que los grandes problemas nacionales están peor que antes, sobre todo los de la inseguridad, los sociales y económicos, educativos y de salud, lo cual revela que el presidente es bueno para ganar elecciones pero muy malo para gobernar.
Les decía, lectora, lector queridos, que no pasa nada con los escándalos. ¿Porqué? Porque en el fondo no queremos ser un mejor país debido, probablemente, a que nosotros mismos no nos queremos lo suficiente. Nos sentimos no merecedores de un México mejor y nos da por negar la realidad.
Ustedes y yo somos como las plantas, crecemos solo en buena tierra y en buen clima. En tierra de aceptación y oportunidad y en un clima que favorezca el desarrollo. O sea, donde no se nos rechace ni minimice.
Si sentimos que no estamos siendo aceptados tenemos temor a no ser lo suficientemente adecuados, por decirlo de algún modo, o incluso a dudar si tenemos derecho a ser amados o no. Y entonces, perdemos energía y tiempo en resolver la duda y entre tanto, pasa lo que está pasando: escándalos que nos perjudican.
Frenados en resolver si somos en lo personal y nacional merecedores de lo mejor, perdiendo tiempo en resolver la dualidad de sí o no, nos cansamos y ya no crecemos como personas humanas, no cambiamos desde nuestro interior y mucho menos nos organizamos con otros para luchar para tener un México justo y libre, incluyente y próspero, un México a toda madre.
Si queremos cambiar para mejorar a México debemos primero aceptarnos, vivificarnos, tener la certeza de que nos amamos
cabalmente a nosotros mismos a pesar de nuestros defectos y esto solo lo lograremos cuando nos aceptemos como somos y aceptemos la realidad que por ahora negamos.
Incluso en un sentido cristiano esto es verdad. Jesucristo dijo: “…Aménse los unos a los otros como yo los he amado…”. Ello implica amarse uno mismo. No era una opinión. Fue una órden.
Aceptándonos y amándonos, será más fácil atrevernos a poner límites a lo que como país nos afecta, venga de donde venga, así yo le haya dado mi voto a alguien cuando no me tenía autoestima y hoy esté decepcionado y “con el Jesús en la boca” por los escándalos.
Di en voz alta: Hoy tengo autoestima, hoy me amo, hoy corrijo y salgo del error, porque ya soy consciente y responsable de mí mismo.
Es la forma en que los escándalos fermenten y fecunden algo bueno para nosotros y para nuestro país.
En lo individual a veces caemos en negación cuando algo no nos gusta de nosotros mismos, de otros o de nuestro entorno, decimos que no pasa lo que sucede y entonces no damos el primer paso para corregir.
Esto también nos pasa como comunidad, se llama negacionismo: negar colectivamente que algo va mal. Acogemos comodinamente los anuncios triunfales del gobierno, los damos como ciertos aunque sepamos que la realidad los desmiente, así nos ahorramos la necesidad de tener que reconocer que nos equivocamos, que estamos siendo cómplices del daño al país y no nos desgastamos en tener que organizarnos y participar para enderezar lo chueco. Como dice el dicho:
“No hay peor ciego que el que no quiere ver”, o este otro: “El que es buey hasta la coyunta lame”.
Ojalá tanto escándalo sirva de algo al final del día.
Si los escándalos nos impulsan a aceptarnos y amarnos porque estamos seguros de que no nos merecemos esos males, está bien.
Y si nos abren los ojos para aceptar la realidad, está mejor.
Entonces podremos decir que aceptamos a México y lo amamos.
Y en diciéndolo, haciéndolo.
Sean felices