La Piedad, Mich.- En la parte alta del Cerro Grande, así como en las diferentes zonas cerriles de la zona, es cada vez menos frecuente encontrar ejemplares de la fauna endémica de las regiones con clima templado.
No ha sido la presencia del hombre en estos lugares lo que ha ahuyentado a la gran variedad de tlacuaches, aguilillas, halcones, conejos, ardillas, mariposas, escarabajos y murciélagos, entre otros animales silvestres como coyotes, linces y gatos montés que ahí habitaban.
“Se trata más bien de una adaptación de estas especies al entorno urbano, pues si bien es cierto que no se les ve en las partes altas de las zonas cerriles no quiere decir que se hayan extinguido, simplemente cambiaron sus lugares de residencia hacia los caseríos, donde encuentran más fácilmente qué comer”, señaló el agrónomo Juan Chávez Calderón.
Esos seres vivos se han acostumbrado a la gente, al clima, al ruido, las construcciones y vehículos, y a veces buscan su alimento en botes de basura. Comen sobre todo frutas, verduras y hasta ratones pequeños, precisó.
En las zonas urbanas de fraccionamientos como Ciudad del Sol, colonias como la Juárez, Laureles, Camichín, es común ver que existen conejos, liebres, ardillas, zorrillos, tlacuaches y aves como codornices, canarios, lechuzas y gorriones en lotes baldíos o introducirse a los patios de las casas en busca de comida.
Estas colonias están construidas, en su mayoría, sobre grandes terrenos de tepetate que se formó hace miles de años y que no permitió el crecimiento de grandes árboles, por lo que cuando se dio la urbanización de estos sitios no se causó un grave deterioro al medio ambiente.
En cambio, la llegada de vecinos a estas zonas trajo consigo la construcción de grandes jardines, la plantación de árboles frutales en calles como el bulevar de las Galaxias, Constelaciones y la Avenida Michoacán.
“La gente comenzó a introducir al ecosistema árboles y plantas de otras regiones como jacarandas, tabachines, cedros, naranjos, limones y hasta palmeras, lo que trajo consigo también a otras especies de insectos, aves y mamíferos pequeños”, argumenta el arquitecto Enrique Cárdenas.
No se pretende señalar que la edificación de viviendas en estas zonas que se señalan haya sido amigable con el medio ambiente: al contrario, implicó la destrucción de un hábitat natural.
Sin embargo, debido a que la invasión de su hábitat es paulatina, las diferentes especies de animales se han adecuado poco a poco a esos cambios, y encuentran alimento y cobijo de manera fácil y rápida porque muchas veces son proporcionados, de manera deliberada o no, por la propia gente, mediante sus desperdicios de comida.
Se ha dado un proceso de aprendizaje en ambos lados: humanos-animales, animales-humanos. Se han conocido y habituado a la presencia del otro, hasta que la convivencia se vuelve una costumbre.
Por otro lado, el biólogo Carlos Aréchiga, exhortó a no dañar la fauna silvestre que se acerque a nuestros hogares o lugares de trabajo, “no hay que temerle, porque es inofensiva”. También recomendó no alimentarla, porque no son mascotas, y como cualquier otro animal pueden transmitir enfermedades.