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Leyenda de la mujer que se aparece en la carretera La Piedad – Numarán

Juan Manuel era un hombre trabajador, dedicado a su oficio de chofer de un camión de pasajeros, conocido por todos en la región por su puntualidad y su amabilidad. Conducía la última corrida de aquel viernes de finales de octubre, una noche que parecía más oscura y fría de lo habitual. La carretera que conecta Numarán con La Piedad estaba prácticamente vacía, salvo por las luces de su autobús que cortaban la penumbra.

Al llegar a un tramo particularmente solitario de la carretera, entre Jaripitiro y La Cañada de Ramírez, Juan Manuel divisó a una figura que le hacía señas desde el costado del camino. Se trataba de una mujer, de más de 55 años, con un rebozo azul de bolitas que cubría parcialmente su rostro. Vestía ropa oscura y llevaba una larga trenza negra que colgaba hasta su espalda.


Con el corazón latiendo rápidamente por el extraño encuentro en un lugar tan desolado, Juan Manuel redujo la velocidad y detuvo el autobús junto a ella. La mujer subió sin decir una palabra, y Juan Manuel, aunque inquieto, la saludó con cortesía. Ella asintió en silencio, y sin mirar a los ojos del conductor, se dirigió al fondo del autobús y tomó asiento.

Mientras retomaba la marcha, Juan Manuel no pudo evitar mirar a la mujer a través del espejo retrovisor. Había algo en ella que lo incomodaba, una sensación de tristeza profunda que parecía emanar de su figura. Además, a pesar del frío de la noche, no veía su respiración empañando el cristal ni escuchaba ningún ruido procedente de donde estaba sentada.

El trayecto continuó en un silencio sepulcral, y cuanto más avanzaban, más intensa se volvía la sensación de incomodidad en el aire. Finalmente, a pocos kilómetros de La Piedad, la mujer se levantó y, de nuevo sin decir una palabra, tocó el timbre para bajar. Juan Manuel se detuvo, y la mujer descendió del autobús, desapareciendo rápidamente en la oscuridad. No había casas ni caminos cercanos, solo el denso monte a ambos lados de la carretera.

Confundido y con un mal presentimiento, Juan Manuel decidió continuar hasta la base de los camiones. Una vez allí, comentó lo sucedido con algunos de sus compañeros, quienes al escuchar la descripción de la mujer palidecieron. Uno de ellos, un conductor mayor que había trabajado en la ruta durante años, le contó la historia de una mujer que había fallecido en un trágico accidente de autobús en ese mismo tramo de la carretera décadas atrás.

La mujer, según la leyenda, vestía siempre ropa oscura y una trenza negra. Había perdido la vida al intentar cruzar la carretera, y desde entonces, en noches especialmente frías y oscuras, se aparecía a los conductores que pasaban por el lugar.

Juan Manuel sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al darse cuenta de que había transportado a una pasajera que no pertenecía a este mundo. Con el tiempo, la historia de la mujer del rebozo azul se convirtió en una advertencia para los conductores de la región. Se decía que, si te encontrabas con ella y la llevabas, era una señal de respeto, y no te pasaría nada malo. Sin embargo, si te negabas a detenerte, la mujer podía seguirte, provocando accidentes o desorientando a quienes intentaban ignorarla.

Desde aquella noche, Juan Manuel siempre recordó con reverencia ese viaje, sabiendo que había cruzado caminos con una leyenda viva de la carretera entre Numarán y La Piedad, y agradeciendo haber hecho lo correcto al detenerse para esa última pasajera.