Por: Rafael Ayala Villalobos
Yo recuerdo cuando en la primaria pintábamos de azul los ríos y los lagos en los mapas de México. Hoy deberíamos pintarlos de gris porque ya no son fuente de vida sino de muerte. Muchos han fenecido por beber agua del río Lerma –sin querer- a su paso por La Piedad debido a las sustancias tóxicas que contiene desde el alto Lerma.
También me acuerdo de cuando nos bañábamos en las aguas del río a la altura de las Cuatro Milpas donde había una playa de arena, guayabos y palmeras. Hoy es al revés: tenemos que pelear por un poco de agua para bañar al Lerma.
Ahí en el bosquecillo de guayabos olía rico como ricos besos se daban los novios que en él se escondían para acariciarse más de la cuenta. De allí la expresión piedadense exportada a todo el país de “subirse al guayabo”, queriendo decir realizar toda suerte de deliquios eróticos y algo más. Y es que los piedadenses siempre han sido muy calenturientos.
No hemos entendido que maltratar el río es maltratarnos a nosotros mismos. No acabamos de aceptar que debemos dar un trato humano al río.
Así como defendemos a los animales e incluso algunos defienden a capa y espada a los toros para que ya no los maten a capa y espada,
así mismo, como a los animales, a los que cada día les damos un trato más humanizado, así deberíamos relacionarnos con todo lo demás, incluido el otrora risueño río Lerma.
Somos ribereños de río pero a veces se nos olvida. Nuestra salud en mucho depende de la salud del río. Pero no entendemos, ahí estamos duro y dale con la tronadera inútil de cohetes por el Quincenario de la Vírgen María en agosto, que estoy seguro que hasta a Ella, tan apacible y dulce, le molesta.
La tronadera cuyo ruido afecta a quienes padecen autismo a los niños, a los enfermos, a los animalitos domésticos y callejeros, al aire y a la tierra y por supuesto al agua y al río Lerma. Aprendamos a cuidar y a respetar a la naturaleza.
Comprendamos que no somos algo separado de la naturaleza, de la Tierra, sino que somos parte de ella.
Somos materia altamente evolucionada tanto así que amamos, somos libres de hacer el bien o el mal y, a veces, somos racionales, pero somos materia de la Tierra.
Por ello debemos lograr que se reconozca al río como sujeto de derechos, como un ser vivo y vivificante. ¿Imposible? ¿Idea locuaz? He ahí el reto a vencer. Esta es la propuesta. Construir una herramienta legal para desde la ciudadanía defender al Lerma.
El problema del río Lerma es que no hemos hallado el punto de equilibrio entre el ambiente biológico, las estructuras de organización social y las repercusiones socio-afectivas. Se nos olvida que somos entes bio-psico-sociales integrados.
Hace falta ver el problema de la contaminación del Lerma desde otros puntos de vista que incluyan los valores de la otredad y lo dialógico.
Porque hay que platicar con el río, escucharlo, sentirlo, amarlo y tener empatía y asertividad con él, mejorando nuestra relación humano-naturaleza con ese cuerpo de agua.
Ya no tratarlo solo con los criterios capitalistas de la contabilidad y las finanzas, sino reconocer las implicaciones biológicas, económicas, políticas y sociales del daño ambiental al suelo municipal y al río Lerma.
No son solo los mosquitos.
Es mucho más que eso.
Se necesita un plan integral para salvar al Lerma de la mala gestión con que lo hemos sacrificado desde hace más de 50 años que data su crisis, pero sobre todo con la pésima gestión que ha hecho el actual gobierno federal, omiso hasta la desesperación, afectando a 159 municipios en 5 estados en un recorrido hídrico de 700 kilómetros de longitud en los cuales viven 13 millones de personas y que sirve a la agricultura y a las actividades humanas, que también es fuente de energía eléctrica y provee de agua potable a millones desde donde nace.
Si el problema es viejo, los gobiernos federales no han hecho lo suficiente y el actual, de plano, casi nada. Los estados le echan la bolita al federal y los municipales lo agravan, con excepción hecha de una treintena como La Piedad, que de acuerdo a sus capacidades tratan de cuidarlo.
Cabe decir que La Piedad es de los pocos municipios que sí tratan sus aguas residuales antes de devolverlas al cauce del río Lerma.
Irresponsablemente, como mal vecino, Pénjamo no, por ejemplo; nos echa sus aguas negras con todo y cacas. Y no decimos nada.
Un dato: las primeras empresas que contaminaron en el valle del Lerma en el Estado de México donde nace el río, fueron Química del Sol y Teperwere desde 1966 en que descargaron como si nada sus desechos a un canal que desemboca en el río. Y le siguieron otras contaminándolo de metales pesados, antibióticos, detergentes y mezclas complejas.
Por eso ahora debe emprenderse la lucha desde la ciudadanía y los partidos que quieran abrazar esta causa social, iniciando por lograr lo que le decía: una herramienta jurídica que lo permita.
Sucede ahora que si los gobiernos son omisos al problema, la ciudadanía casi no puede hacer nada.
Eso debe cambiar, el Lerma necesita amigos que lo defiendan.
Ya se sabe que el agua está contaminada de metales, aguas residuales de empresas, drenajes municipales y tiraderos clandestinos, y sin embargo, el gobierno federal canceló el fondo para que los municipios hicieran canales, colectores y plantas de tratamiento. Y no decimos nada.
La mala gestión del Lerma tiene para los piedadenses su punto más grave en que cuando el agua llega a La Piedad, la desvían por el dren de alivio, dejando el trayecto de la zona urbana casi seco, infestado de dos parásitos: el lirio y el mosco. Río abajo el agua retoma su cauce natural. Y no decimos nada.
Lo anterior ha provocado que los agricultores utilicen bombas charqueras para medio abastecer sus parcelas, toda vez que del lado
de Michoacán hay veda federal de pozos y que el agua está monopolizada, además de que se desvía solo para la utilización de ciertos particulares, dejando a muchos ejidos y comunidades a su suerte. Y no decimos nada.
El agua está almacenada en la presa Solís, uno de los contenedores más grandes de la cuenca del Lerma, liberada solo atendiendo a criterios de ganancia y no de vida. Y no decimos nada.
La sociedad y el gobierno debemos buscar soluciones legales, sociales y ambientales enfocadas en reconocer como sujeto de derecho al río y proponer una solución integral que involucre a la federación, principal responsable de las aguas, a los municipios y a los estados y logre que el gobierno federal cumpla con su responsabilidad constitucional.
Identificar las causas de la contaminación del Lerma, ayudará a limpiarlo, a sanearlo para que recupere su capacidad natural de autodepuración aunque sea paulatinamente. Se trata del sistema hídrico pluvial más grande del país.
Entre las causas, a reserva de mejor opinión de los señores de la ciencia, están el no cumplir con que se abastezca de servicios de agua y saneamiento a la cuenca; la creciente demanda porque la población crece numéricamente; la contaminación por químicos y sólidos dañinos; la destrucción del hábitat natural; las consecuencias derivadas del cambio climático mundial; la falta de una red de canales, represas y obras complementarias.
Las principales consecuencias son: polución por las descargas de la agricultura intensiva, de la industria, del riego y de los centros de población; la degeneración de los suelos; las malas prácticas en la
agricultura de riego y de temporal; la desecación de vasos; la contaminación de aguas; problemas de salud pública como plagas y dengue, además de diversas enfermedades ocasionadas por contaminantes; el apeligro de extinción de varias especies de fauna y flora propias del río; la explotación desmedida del río y sus acuíferos.
Arriba decíamos que hay que luchar políticamente porque a los ríos se les reconozca como sujetos de derecho.
Esto es repensar a los ríos superando la vieja idea de que son un bien del que dispone el hombre y pasar a aceptar que existen consecuencias al contaminarlos. Para ello es importante hacer leyes con un enfoque ecocéntrico y no homocéntrico.
Habría que empezar por considerar personas jurídicas a los ríos, a los ecosistemas y a las comunidades naturales y dándoles derechos civiles, lo que ahora parece una locura. Y sin embargo en algunas partes del mundo ya sucede.
Curioseando hace poco, vi en una publicación de jurisprudencias de países del mundo, de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, una edición del 21 de marzo de 2017 un informe que citó el caso de una decisión dictada por un tribunal en la India, que reconoció, en respuesta a una acción legal interpuesta en el año 2014, al río Ganges, el río más sagrado del país, y al río Yamuna como “seres vivos” destinatarios de derechos.
En México constitucional y legalmente los cuerpos de agua son considerados patrimonio nacional, pero no basta.
Es menester establecer la figura del derecho de la naturaleza y de los cuerpos de agua, ya que todo el sistema legal se encuentra enfocado a
los derechos humanos, satisfaciendo las necesidades de estos, de los humanos, por encima de las afectaciones a los ecosistemas que más temprano que tarde perjudican a los humanos.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación, ha considerado ya que la naturaleza posee un valor propio independiente a los servicios ambientales que presta a la humanidad, lo que permitiría sin contradicción alguna considerar los derechos de la naturaleza y de los cuerpos de agua, esto es, no solo atender el consumo humano sino también la utilidad ambiental que genera a la supervivencia de los ecosistemas, su cuidado y, en consecuencia, aplicar sanciones más severas al daño a los cuerpos de agua como patrimonio de la nación y brindar apoyos suficientes para invertir en el saneamiento de la cuenca.
¿Cómo puede ser posible que sabiendo que el 40 % de las enfermedades de cáncer en la cuenca del Lerma correspondan a factores ambientales y, en el caso de niños que viven en las inmediaciones de los canales de aguas negras del Lerma y sus riberas urbanas hasta en porcentaje más alto, no tengamos como ciudadanos el modo legal de defender al río Lerma y por lo tanto a nosotros mismos?
De ahí que cada día prospere más la propuesta de crear el “Amicus curiae”. Se trata de un recurso legal mediante el cual la ciudadanía podría llevar ante un tribunal el caso de derechos fundamentales y de interés público, como el acceso al agua o como realizar el tratamiento de aguas, que estén siendo ignorados poniendo en peligro bienes jurídicos como la vida y la salud pública.
El “Amicus curie”, que significa en latín “amigos de la corte” es una figura político-jurídica de la que en otra ocasión hablaremos, serviría para
respaldar la idea de que el Río Lerma es sujeto de derechos y por lo tanto los ciudadanos que participen en el “Amicus” velarían por los derechos hídricos del Padre Lerma como un buen amigo cuida a otro. El crearlo no servirá de nada si no está respaldado por una fuerte movilización ciudadana, muy consciente y responsable que intervenga como tercero interesado en un litigio judicial que habría que trabar.
Ojalá que quienes sean candidatos a diputados local y federal y a senadores el próximo año, consideren el problema de la contaminación del río Lerma como prioritario y nos expongan soluciones viables en lo social, en lo medioambiental, en lo político-administrativo y en lo jurídico.
Ojalá, porque en los mapas quiero seguir pintando de color azul los ríos y que mis hijos y mis nietos lo sigan haciendo.
Y mientras se pueda, “súbanse al guayabo”.
Sean felices.