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MARCHAR Y VOTAR POR LA SALUD Y EL BUEN GOBIERNO

Por: Rafael Ayala Villalobos

Uno de los males que el desgobierno de la 4T causó a los piedadenses fue en materia de salud. Sin vacunación completa, con aparatos y equipos descompuestos, con personal insuficiente, con falta de medicamentos, casi sin tomografías, sin Seguro Popular, el sistema de salud público perjudicó a La Piedad mientras callaban como momias muchos de los que sin ser de izquierda pero con oportunismo cínico, hoy buscan ser candidatos de Morena.


El escritor Plauto que murió en Roma en el año 184 antes de Cristo, dijo que «El que no piensa en sus deberes sino cuando se los recuerdan, no es digno de estimación». La frase le viene bien a muchos políticos y servidores públicos del México de hoy.

Eso de tenerles que recordar que trabajen por la seguridad, por la salud y la educación, por ejemplo, los desnuda como irresponsables, y que se quieran justificar con pretextos, culpas al pasado y datos mentirosos, les exhibe su cinismo.

En teoría la cosa es fácil porque la ley es clara: los servidores públicos están obligados a hacer única y exclusivamente los quehaceres inherentes a su cargo, ni cosa más, ni cosa menos, de manera profesional y honesta, transparente e integral, siempre en tiempo y forma.

Si los servidores públicos cumpliesen con esta norma, los ciudadanos no tendríamos problemas y viviríamos mejor; si quienes ejercen cargos públicos tuviesen criterio, raciocinio y lógica, podrían resolver el problema de priorizar y especificar a dónde y cuándo destinar los recursos públicos.

No se necesitan milagros, tan sólo un poco de buen corazón y empatía con los demás bastan para darnos cuenta de quiénes requieren con mayor urgencia o necesidad algún servicio o apoyo; no hay que ser genios, para poner orden en las cosas y dirigir el trabajo de un equipo.

Pero para que eso suceda es menester que los ciudadanos votemos bien, que no nos dejemos llevar por la propaganda engañosa, ni por la demagogia de los ofrecimientos mentirosos, ni por los políticos feisbuqueros que sin luchas sociales ni antecedentes apoyando causas ciudadanas de la nada brotan como hongos; tampoco por los que siendo malos ciudadanos rehúsan participar en la política, hablan mal de ella y luego su apatía la utilizan como credencial de presentación para pretender candidaturas inmerecidas. Tampoco hay que dejarse seducir por los políticos chapulines que brincan de un partido a otro, sin más brújula ideológica y ética que su narcicismo.

Hay que tener talento para seleccionar a los y a las mejores en cada función y a ellos encargarles los diarios quehaceres para, desde la función pública, tener la capacidad de analizar y actuar, además de dedicar atinados esfuerzos en gestionar y conseguir mayores recursos económicos y materiales y, junto con ello, definir el rumbo de la vida comunitaria.

Todo esto es simple lógica y sentido común, pero se complica cuando el egoísmo y la vanidad, la ineptitud y la corrupción se mezclan en la política con aspiraciones personales a destiempo y con cálculos electorales que nada tienen que ver con el bien común.

Es entonces cuando se alteran las prioridades y se mutan los criterios, vale decir, cuando el objetivo ya no es el bienestar general.

Si el gobernante cumpliese -y conste que digo cumpliese, no hablo de simulaciones sino de verdaderamente hacerlo- con la parte que le corresponde, nuestro país estaría mucho mejor.

Hoy están en todo, menos en misa –como Amlo- y con la cercanía de los tiempos electorales su mente, tiempo y esfuerzos están enfocados en los siguientes comicios, en las candidaturas, en el próximo paso, lo que provoca que dejen de cumplir con su actual encargo y así no deberían ser las cosas.

Si todos hicieran lo que realmente deben, no habría necesidad de darle tantas vueltas a las cosas porque su trabajo sería la mejor carta de presentación para seguir ascendiendo en su carrera política.

Pero no, no hacen lo que deben y cuando vienen los reclamos lejos de resolver, ordenan nuevas ocurrencias e ideas descabelladas, hacen malabares para justificarse, dicen mentiras, alteraran los datos, echan culpas para atrás, fabrican explicaciones que a nadie convencen y que la mayor parte de las ocasiones ni ellos mismos se creen.

Suponen que somos tontos y que nos tragamos sus cuentos y así, de manera cínica y descarada saltan a buscar otro puesto y vuelven a pedir el voto –como Sheimbaum- como si hubiesen resuelto en su momento y cumplido con la tarea que antes se les confió.

Todo se basa en resolver, en gobernar bien, en cumplir responsablemente los deberes inherentes a los cargos ostentados

No habría necesidad de protestas ni de pleitos, no habría discusiones estériles ni tantos brincos y desfiguros, si los servidores públicos se enfocaran en simplemente cumplir lo que ofrecieron y hacerlo bien para que el pueblo no sufriera matazones, desapariciones, inflación de precios y desempleo. Para que las familias no padecieran el fracaso de los cuatro intentos del gobierno federal por volver a construir un sistema de salud luego de haber desaparecido injustificadamente el Seguro Popular a fin de que, por ejemplo, volviera a haber mastógrafos en cantidad siquiera cercana a los necesarios.

Ya se sabe que el mastógrafo es un aparato sofisticado para detectar oportunamente el cáncer de mama y que las mujeres puedan tener rápido y oportuno acceso a tratamientos que le salven la vida. Veamos un poco esto.

El Instituto Nacional de Salud Pública sostiene que con una cobertura suficiente de mastografías, se salvarían 5 de cada 1000 mujeres que se hicieran la prueba del mastógrafo.

En este sexenio se están haciendo casi la mitad de las mastografías que se realizaron en el sexenio anterior y eso que el cáncer de mama es la principal causa de muerte en mujeres y, sin embargo, se carece de programas permanentes y de recursos técnicos y médicos que puedan lograr una prevención adecuada.

Los avances que había fueron desbaratados. Los mastógrafos que hay no llegan ni a 1000 en el sector público y el 27 % están descompuestos. Ello y que solo hay 587 médicos radiólogos con calificación en mama en todo el país, configura un mal panorama que los malos funcionarios no han querido atender, entretenidos en otras cosas como “seguir haciendo la cuarta transformación”.

Van unos datos del INSP para apreciar la gravedad del problema que aqueja a las mujeres: en el 2020 en México se realizaron solo 65 mastografías de detección. Fue el año de la declaración de la pandemia. Luego en 2021, en enero, se hicieron 200, número muy bajo para la población objetivo.

Estudios internacionales indican que cuando las pruebas –tamizaje- caen en un 75 % durante 6 meses seguidos, es de esperar 5000 muertes adicionales en los próximos 10 años, esto es, que miles de mujeres podrían morir en el futuro próximo porque en este sexenio enemigo de las mujeres se les descuidó.

Mientras que la ONU dice que este tipo de cáncer ha aumentado en 11.7 % a nivel mundial, en México, según el INEGI, hay 15,119 mujeres enfermas y 167 hombres.

La tasa de incidencia del cáncer de mama es de 18.55 nuevos casos por cada 100 mil habitantes de 20 años y más y mata a casi 8 mil personas por año, esto es el 8 % del total de defunciones por tumores malignos.

Pese a esto, pese a los datos ciertos y a constatar que hay un mal gobierno en materia de salud, existen personas que no reconocen que auparon malos gobernantes equivocando su voto.

Algunos se sostienen en el error por cuestiones psicológicas, otros por una pretendida lealtad porque no saben identificar y oponerse a las tentaciones y a las trampas con que los domestican.

Otros por ignorancia ideológica se creen el cuento de que el actual es un gobierno de izquierda. Falso. Se trata de una dictadura populista que refuerza el capitalismo monopolista de Estado en beneficio de una élite de la oligarquía.

Y en todo caso no hay que confundir lealtad con fidelidad. Fieles los perros.

Pero muchos no saben no sucumbir ante la imantación del poder.

La mentira hay que reprobarla y sobre todo decir la verdad, porque ya está afirmado que ésta es la que libera.

Los pacientes, los que padecen alguna enfermedad, el pueblo que tiene el derecho humano a la salud, tienen que empoderarse votando bien.

También a todos nos conviene salir a la calle a construir un nosotros.

Un nosotros que tiene rostro, nombre, una voz reconocible, una consigna gritada al unísono: queremos salud y buen gobierno, no más de lo mismo.

Nos conviene hermanarnos en la inconformidad, mostrar un solo asombro y una exigencia compartida ante el tamaño del “nosotros” que ocupe calles como podría ser en la marcha ciudadana que el Frente Cívico Nacional La Piedad está convocando para el 18 de febrero en La Piedad, en defensa de la Constitución, de la Legalidad y de las Libertades, pero también en defensa del derecho a la salud.

No está bien que nos maltraten en materia de salud y no protestemos.

Mientras que el voto es en secreto y por eso a veces nos lo escamotean, en una marcha mostramos que no estamos aislados, que sabemos lo que queremos, que nos reunimos para construir Vida, Verdad y Libertad.

Sean felices.