La Piedad, Mich.- En los campos donde se producen los granos básicos para la alimentación de millones de mexicanos, donde crecen las berries que se exportan al extranjero, donde el aguacate es considerado “el oro negro”, miles de personas siguen enfrentando lo impensable: no tener qué comer.
La hambruna, en su definición más cruda, puede no estar oficialmente declarada en regiones como Michoacán, Jalisco o Guanajuato, pero la inseguridad alimentaria severa ya es una realidad que se vive en silencio, todos los días.
Michoacán: tierra rica, pobreza alimentaria
En Michoacán, un estado reconocido por su diversidad agrícola con una gran variedad de granos que surten el mercado nacional y la exportación de aguacate, limón, zarzamora y mango, el contraste es alarmante: más de 900 mil personas viven en inseguridad alimentaria, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval, 2024).
En zonas como la Meseta Purépecha, Tierra Caliente y la región Sierra-Costa, familias enteras dependen de lo que la tierra les da… y si no llueve, no comen. “Los niños dejan de ir a la escuela porque no hay con qué darles desayuno”, cuenta una Xóchitl Remigio, maestra rural en Nahuatzen.
Las comunidades indígenas, como los purépechas, enfrentan además el despojo de tierras, falta de acceso a servicios y la violencia, que interrumpe ciclos productivos y encarece los alimentos.
Sin embargo, esta situación se repite también en los municipios donde no existen asentamientos indígenas, como es el caso de Numarán, La Piedad, Yurécuaro y Ecuandureo.
Durante el periodo de 2018 a 2024, en el municipio de La Piedad murieron 13 personas de inanición, en diferentes circunstancias. Mientras que en este 2025 se ha incrementado significativamente el número de personas en situación de calle.
Caso muy particular es el que se registra en municipios como Yurécuaro y Tanhuato, donde los jornaleros agrícolas cada año llegan más de 15 mil jornaleros agrícolas procedentes de diferentes estados de la república y de países centroamericanos, como Guatemala, Belice y Honduras.
Entre los campos de cultivo de la región a nadie espanta ya la presencia de niños realizando tareas relacionadas con la cosecha de hortalizas, o cuidando a otros más pequeños que son dejados entre los surcos, mientras los padres trabajan.
Jalisco: la brecha entre el campo y la mesa
En Jalisco, la entidad con uno de los mayores aportes al PIB agroalimentario del país, más de 700 mil personas también viven con hambre o con una dieta insuficiente. El problema se concentra en la región Norte, la Sierra de Amula y partes de la zona sur, donde los programas sociales han sido inconsistentes o mal aplicados.
“El costo del huevo, el aceite, los granos… ya no nos alcanza. Hay semanas que solo comemos arroz con sal”, relata una mujer en Tomatlán, donde el acceso a tiendas de abasto es cada vez más limitado.
La paradoja se acentúa: Jalisco es cuna de agroexportadoras que cotizan en bolsa, pero en sus zonas rurales los jornaleros que cultivan los productos no pueden costearlos.
Guanajuato: el hambre que no se ve
En Guanajuato, estado industrial por excelencia, el hambre se esconde detrás de la migración y la informalidad. Mientras que en municipios del noreste como Xichú, Atarjea y Tierra Blanca, más del 40 % de la población sufre carencias alimentarias, de acuerdo con cifras del INEGI y la Secretaría de Salud estatal
En los municipios del sur como Pénjamo, Abasolo, Manuel Doblado y Cueramaro de no ser por las remesas que se envían de Estados Unidos, miles de familias no tendrían como sobrevivir.
“El problema es el gran número de personas que no tiene quien le envíe algo y que viven en zonas tan alejadas que es prácticamente imposible que puedan acudir a un banco a cobrar cualquier apoyo o beca del gobierno”, señaló Magdalena Frías, investigadora de la Universidad de León.
“La gente migra, pero los que se quedan comen tortillas duras con chile y frijol si bien les va. La milpa ya no rinde y el fertilizante está carísimo”, cuenta Reynaldo Aguirre, ejidatario de La Viguería, en el municipio de Pénjamo.
Los altos niveles de violencia en zonas del Bajío también han afectado el transporte de alimentos, encarecido productos y generado desabasto en comunidades pequeñas.
¿Por qué hay hambre donde se produce comida?
La explicación es tan compleja como evidente:
- Los productos agroexportables no se consumen localmente: lo que se cultiva se vende fuera.
- Los jornaleros y trabajadores del campo reciben bajos salarios, sin seguridad social ni contratos.
- El acceso a alimentos nutritivos está mediado por la economía: las familias optan por lo más barato, no por lo más saludable.
- El crimen organizado cobra cuotas en la producción y distribución, lo que encarece los insumos y desincentiva el cultivo.
La hambruna no declarada
Aunque la FAO no ha decretado hambruna en estas regiones, los indicadores ya se alinean con una emergencia silenciosa:
- En muchas comunidades se consume solo una comida al día.
- La desnutrición infantil y anemia en mujeres van en aumento.
- Se reportan casos de niños con peso por debajo del promedio nacional.
¿Qué se puede hacer?
Organizaciones locales como los Bancos de Alimentos (En La Piedad, opera el “De la Morenita”) comedores comunitarios y huertos escolares han mostrado eficacia, pero requieren más apoyo gubernamental y continuidad. También se impulsa la soberanía alimentaria, es decir, que las comunidades produzcan para sí mismas antes de exportar.
Además, expertos señalan la necesidad de reducir el desperdicio alimentario en supermercados y cadenas comerciales, y crear políticas públicas que prioricen la producción de alimentos básicos para el consumo interno.
El hambre no es ausencia de comida, es ausencia de justicia
En pleno 2025, el hambre no debería existir en un país que presume su poder agroalimentario. Mientras una minoría exporta toneladas de alimentos y gana millones, miles sobreviven con una tortilla y sal. El hambre es el síntoma más crudo de la desigualdad.
Y en Michoacán, Jalisco y Guanajuato, es más común de lo que parece.