Llegué cansadísimo a mi casa el otro día en la tarde. Doña Meche ya me tenía a varias vecinas reunidas “para que les explicara eso de la mentada reforma judicial”. Estaban viendo por YouTube a un comentarista-propagandista del régimen dictatorial. Dijo que la reforma al Poder Judicial es necesaria para “una mejor administración de justicia” (¡zaz!), que “debemos modificar la justicia” (¡recontrazas!) y que el voto mayoritario fue en favor de que el Poder Judicial “deje de estorbarle al Ejecutivo y que por eso la reforma judicial va (otra vez ¡zas!)”.
Aparte de que tales afirmaciones son de corte fascistoide, que enseñan las orejas de burro zalamero, y de que la justicia no se modifica ni se administra sino que se imparte, hay que decir que en las constituciones de 1857 y de 1917 se estableció muy claramente que en México hubiera división de poderes, siendo estos independientes y complementarios a los fines del Estado, conforme a las ideas liberales, constitucionalistas y democráticas.
– ¿Porqué es importante que los poderes sean independientes? –preguntó doña Domitila-.
– Para que haya equilibrios y contrapesos que eviten que haya centralización, monopolio del poder, pues –le expliqué, además de que sirve para que la justicia no se politice.
– Mmmm –dijo-.
Abundé a las señoras preocupadas: “Es por eso que en la arquitectura de nuestro Estado constitucional prevaleció la división de poderes, la separación de las funciones de esos poderes y puso límites muy claros al Estado y a las funciones del gobierno en sus tres ramas: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Quien defiende esto es liberal y es demócrata. Pusieron cara de ¿y eso con qué se come?.
“El Poder Judicial cuida no politizarse ni estar sujeto a los humores mutables de la política electoral -seguí explicando a mis visitantes-, porque las mayorías son chiclosas y amorfas, además de volubles y la justicia no puede estar sujeta a ese factor”.
Seguí: “De ahí que los integrantes del Poder Judicial no sean electos por voto directo, para evitar la contaminación de la mercadotecnia política, de la demagogia, la corrupción, el partidarismo y de la delincuencia organizada o desorganizada”.
“Al Poder Judicial se llega por la vía de los méritos, las capacidades y las virtudes, sin dejar de observar que en más de una ocasión puede írsele hasta al mejor chef un tomate verde, como seguramente a ustedes se les ha ido” –seguí-.
Doña Meche preguntó que qué hace el Poder Judicial. Le traté de explicar a ella y a las amables vecinas que el tal Poder Judicial interpreta y aplica las leyes para impartir justicia, que cuida los derechos humanos, las libertades de la gente frente al gobierno y que resuelve disputas entre las muy diversas autoridades y órdenes de gobierno, por lo menos.
Les dije que de allí venía la importancia de cuidar la independencia jurídica y administrativa del Poder Judicial, que se perderá de salir avante la reforma al Poder Judicial.
La independencia del Poder Judicial no es una concesión a los integrantes de ese Poder, sino un derecho y una garantía de los gobernados y es a estos, o sea a nosotros, a quienes se agravia con la pretendida y nefasta reforma, verdadero engendro fascista.
Es cierto, como escuché también al comentarista de YouTube, que en México antes se elegían a los miembros del Poder Judicial, pero no dijo que eran electos por elección indirecta y que dejó de ser así desde 1917, gracias a la Revolución Mexicana y a la Constitución promulgada ese año.
La separación de poderes que debemos defender a toda costa busca prevenir excesos y arbitrariedades del poder, es garante de la independencia judicial, contribuye al mutuo control entre los tres poderes, lo que los equilibra, también tutela libertades y derechos de los mexicanos, facilita la responsabilidad en la función pública y su transparencia y entrega de buenas cuentas, alienta la participación ciudadana, dificulta la corrupción, ya que como dijo aquél: “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”, es por ello que las concentraciones del poder, así sean respaldadas por el voto mayoritario, son corruptoras.
La reforma fascista que viene no busca el equilibrio entre los poderes, sino la sumisión del Judicial al Ejecutivo; no quiere combatir la corrupción sino que a esta la usa de pretexto facilón; quiere, en vez de eso, reducir el número de ministros para aumentar su control; que su periodo sea de 12 y no de 15 años; cancelar las dos Salas para que ya nada más sesione el Pleno, esto es para que solo unos pocos conozcan de todos, repito, de todos los asuntos, lo que mediante corrupción y presiones, facilitaría controlarlos.
La reforma perniciosa quiere que los jueces, magistrados y ministros lleguen por elección popular, ignorando la carrera judicial, por lo que sería la propaganda y la publicidad política, el partido mayoritario y los donativos de la delincuencia organizada, la que los haría ganar, y no ya las virtudes, y los aciertos de los aspirantes.
Otro aspecto infernal de la reforma anti-republicana es que los jueces ya no podrán librar en favor de algún ciudadano, suspensiones contra normas generales (solo en lo particular y quien sabe), controversias constitucionales y acciones jurídicas de inconstitucionalidad como las que muchos legisladores presentaron durante este sexenio en contra de las arbitrariedades que la mayoría de legisladores del partido dominante hicieron sumisamente, como viles lacayos, del Poder Ejecutivo.
Lo que viene es una dictadura fascista estilo Ho Chi Min, Hitler, Sadam Hussein o la Alemania stalinista, sin dejar de mencionar a China.
Las amigas de doña Meche me preguntaron que en realidad en qué le puede afectar la reforma judicial a un ciudadano común y corriente. Les puse un ejemplo: los jueces ya no podrán suspender provisionalmente obras públicas y leyes que consideren inconstitucionales. Por ejemplo, cuando vulneran derechos humanos, no se va ya a poder detener de inmediato esa obra o esa ley en tanto no se resuelva un juicio.
La suspensiones judiciales ya no podrán tener efectos generales, lo que significa que una suspensión dada por un juez de distrito solo se aplicará a las partes involucradas en el amparo, pero no parará la aplicación de la norma a todos los demás, a toda la nación.
La reforma deja a los ciudadanos casi indefensos ante algún daño que el gobierno les cauce, por lo que la reforma fascista es arteramente enemiga de los derechos humanos.
La reforma contempla acabar con el Consejo de la Judicatura, verdadero regulador de la actuación de los impartidores de justicia, supliéndola por una guillotina dictatorial llamada Tribunal de Disciplina Judicial, que actuará como la KGB soviética o la Gestapo nazi para acusar y quitar a jueces que no comulguen con los intereses y criterios de la autollamada 4T. Algo así como
Otro aspecto importante es que la reforma debilita al Poder Judicial frente al Ejecutivo, lo que vulnera cualquier principio republicano y democrático, rompe los equilibrios y deteriora la separación de poderes.
Lectora, lector queridos, nuestra conciencia, nuestra voz y nuestra acción organizada son vitales para defender nuestros derechos y libertades y nuestra República democrática.
Sean felices.