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NO HAN LLEGADO LOS LIBROS ENDIABLADOS A LA PIEDAD

Por: Rafael Ayala Villalobos

Así es, no han llegado los libros de texto gratuito endiablados del siguiente ciclo escolar a La Piedad. ¿Porqué que endiablados?


Porque endiablado viene del griego Diábolos, que significa calumniador o mentiroso. Y más exactamente de Día, que quiere decir “a través de”, y Ballerín”, que es “arrojar”.

Ambas se usan para expresar la idea de “arrojar mentiras” y “arrojar a unas personas contra otras”. Y eso es lo que el gobierno de López Obrador hace con sus nuevos libros de texto: mentir, dividir y confrontar a los mexicanos.

Ahorita les explico más de ese tema.

Primero quiero comentarles que nuestro México lindo y querido es otro desde hace quince días. El presidente López Obrador sigue destruyendo las instituciones que medianamente permiten a la sociedad intervenir en la conducción de los asuntos públicos porque le asusta la democratización de la vida nacional y le aterra la transparencia y la rendición de cuentas.

El señor quiere el mayor gobierno posible y la menor sociedad necesaria nada más para aplaudirle y pagar impuestos. Por eso desaparece y debilita los órganos autónomos que sirven de contrapeso al poder, atentando contra la Constitución, dejando en la desprotección a la ciudadanía y dando poder total a los militares y a su partido, conduciendo al país sin reglas claras, sin seguridad jurídica y con pésimos resultados.

Para llevar a cabo sus desatinadas pretensiones, ha intentado y en algunos casos logrado diversas reformas, una de ellas es la Reforma Administrativa, para eliminar organismos autónomos, entre ellos: el INAI y el IFT con los que la sociedad civil puede intervenir en las decisiones de la sociedad política, o sea, del Estado.

Ha debilitado al Banco de México, a la CNDH, a la COFECE y hace algunos días desapareció varios organismos de apoyo al deporte, a los jóvenes, a los adultos mayores, a la ciencia, a las actividades agropecuarias, entre otras, aprovechándose del servilismo de sus diputados

Por si fuera poco, hace poco ordenó a sus diputados aprobarle un paquete de reformas retrógradas a diversas leyes que le facilitan expropiar sin justicia y sin indemnización, atentar contra el derecho de propiedad privada bajo criterios caprichosos, ideológicos y más elásticos que un chicle.

Qué fácil le ha resultado al presidente destruir el Estado de derecho que tanto trabajo costó a los mexicanos construir durante muchos años, desde que el PRD en los años ochentas le puso el cascabel al gato para ensanchar la vida democrática nacional y para empoderar a la sociedad frente al Estado.

Con un andamiaje democrático bombardeado y destruido desde la nefanda presidencia, con una economía cayendo en picada, con contrapesos del poder debilitados o anulados, con instituciones republicanas demolidas, con municipios asfixiados financieramente, no le va a ir bien a La Piedad y al país si esto continúa así.

Lo único fuerte, con mucho dinero y poder, con opacidad en el manejo de sus encargos, son las fuerzas armadas, que se preparan para tomar el poder cuando el presidente, en los últimos días de su mandato, provoque desorden, no reconozca resultados electorales, haga fraude, rompa el orden constitucional y consolide el golpe de Estado que ha venido dando en forma paulatina.

López Obrador sabe que el presidencialismo no es un dato más del sistema político mexicano, sino que es un mecanismo de gobierno arteramente dañino para la democracia, el gobierno y para la sociedad.

De ahí su necedad por revivirlo como en los viejos tiempos con toda su corrupción y todo su autoritarismo, porque además cree que solo con ese poder ilimitado podrá vencer a sus adversarios; sin argumentos ni nobleza para convencer de las bondades de su proyecto, y dándose cuenta de que fracasó, esto es, sabiendo que hizo de México un desastre destacadamente en seguridad, salud y educación, se impone por encima de la ley y de las instituciones de avanzada democrática.

Un eje o pilar importantísimo de la gobernabilidad democrática lo son las instituciones que hacen posible la democracia: las autoridades y procesos electorales, asimismo los partidos políticos, pero también las normas y valores propios de la democracia: Estado de derecho, división de poderes, libertades de todo tipo, tolerancia, respeto de los derechos de las minorías, etc. Todo esto combate el presidente.

Esta institucionalidad ayuda a la gobernabilidad mediante la renovación legítima de los poderes; el ejercicio de poder acotado con respeto a los derechos políticos de los ciudadanos; favorece la pluralidad y permite la participación de toda la diversidad social. Pero al del palacio le molesta.

Con López hay una gobernabilidad autoritaria, basada no en la participación ciudadana, ni en la renovación de los poderes mediante el voto libre y universal y el respeto de los derechos humanos, sino en la fuerza, el temor, la manipulación, el clientelismo político y la arbitrariedad de un poder concentrado, sin contrapesos; corrupto, además.

Los tres mayores errores y perjuicios que López le ha causado a México son: la militarización de la vida civil, la destrucción de las instituciones de salud y el desastre educativo.

Estos tres aspectos los hemos comentado aquí en diversas ocasiones. Hoy nos ocuparemos aunque sea un poco del desastre educativo en uno de sus puntos más delicados: los libros endiablados de texto gratuito.

En otros sexenios y aún en éste, para estas fechas, abril y mayo, ya se habían recibido en La Piedad, más del 70 por ciento de los libros de texto gratuitos del siguiente ciclo escolar, e incluso ya empezaban a repartirse. Ahora no ha llegado ni un libro.

¿Pero porqué no han llegado? Porque el gobierno no quiere que se conozca su contenido ideologizante y venenoso para los niños y los jóvenes, para las familias, la sociedad y la democracia.

Se trata de libros hechos a espaldas de expertos mexicanos, sin participación de los maestros y de los padres y madres de familia. Son libros que transmiten mentiras, odio y más ideología sectaria que ciencia, que buscan crear clientela electoral y no construir un México de oportunidades para las nuevas generaciones.

Son libros influidos por fuerzas extrañas a nuestra idiosincrasia y propósitos nacionales, manoseados por personajes comunistoides de otros países.

En el aspecto pedagógico son un desastre, por ejemplo, no son libros que propicien la interacción de los estudiantes con los libros, sino que hacen que los niños sean simples sujetos a modelar en la masificación como si fueran de plastilina.

Por lo que se ha podido conocer de los libros, estos intentan dividir a los mexicanos en varios aspectos, en lugar de fomentar la unidad nacional buscando la concordia entre mayorías y minorías, entre las diferentes etnias, entre el campo y la ciudad, por ejemplo. Llegan incluso a intentar demoler el concepto de nación.

Para los redactores de los libros la identidad nacional es algo opcional, ubican por encima de todo la identidad con el proyecto de esa cosa amorfa y nebulosa llamada la 4T.

Fomentan la duda de si por habitar nuestro territorio somos mexicanos. Hasta eso se pone en duda. Uno puede ver en los planes de estudio de la SEP que niegan a la nación y que postulan un “modelo educativo comunitario”, por encima de la unidad nacional, ya no se diga familiar.

La SEP no entiende a la nación como una comunidad imaginada, siguiendo a Benedict Anderson, sino como un simple conjunto de etnias y clases, como si México no hubiera surgido de un complicado y gran proceso de mestizaje.

La nuestra no es una nación de criollos, de mestizos, ni de indios, no, México es históricamente el resultado de la mezcla confusa de todos esos grupos étnicos que, en un momento dado, decidieron constituirse en nación independiente. Pero la SEP no lo ve así.

La SEP dice que no hay un México sino varias “mexicanidades” muy diferentes y que por eso la educación debe organizarse por “comunidades” y “clases”, eliminando toda mención a la nación.

Como resultado de ésta aberración, en los documentos de la SEP están ausentes las institucionales nacionales como el Estado, los organismos nacionales (INAI, por ejemplo) que nos dan cohesión y unidad nacional, o como la economía nacional. La economía ya no es nacional, sino asunto del gobierno. Puerta abierta a la estatización facista.

Eliminar la nación significa que la 4T manejará la educación, ya no en función de las necesidades y problemas del país, sino que la educación básica quedará en el mundo de las ideas, de lo ideológico, del voluntarismo, de la ocurrencia, fuera de la realidad, pues, como si la educación no estuviera inserta en un contexto real determinado.

Los nuevos libros proponen en lugar de la nación, una “comunidad” abstracta, distorsionada, locuaz, ajena a la realidad de carne y hueso.

Los nuevos libros hablan de “democracia”, pero no como forma de vida y de gobierno, ni como cimiento institucional de la vida pública, sino como práctica democratista y demagógica, muy al estilo de los grupos pequeños que se reúnen y toman decisiones a grito pelado y a mano alzada, argumentando que “se hace lo que diga la gente”. O sea, como en el fascismo de Mussolini o como en el nacional-socialismo de Hitler.

Quieren desatar el instinto gregario, el salvajismo de la tiranía de la mayoría, aunque la mayoría de los mexicanos no haya votado por ellos. Y aunque así hubiera sido; no tienen escriturado a México.

Los libros endiablados aseguran que quieren formar a un “ciudadano crítico”, pero no crea usted que se trata de educar a los niños y a los jóvenes para el carácter, la disciplina, la constancia, la crítica de la realidad para mejorarla, ni para el ejercicio atinado y democrático del gobierno en la democracia, la libertad y la justicia, no, sino que se refiere a que cuando sean adultos “luchen contra los opresores”. Los opresores son los que no están de acuerdo con la 4T.

Este discurso loco y errático es endiablado, entiende a la sociedad no como una nación unida y soberana, sino como un conglomerado polarizado donde se enfrentan grupos contrarios: por un lado, los opresores: neoliberales, élites conservadoras, medios de comunicación, y, por otro lado, los oprimidos: pobres, excluidos, indígenas, mujeres, personas con discapacidades, afro-mexicanos, etc. Por eso la 4T produce más pobres que ningún otro gobierno: para ser más y ganar en “la lucha”.

La educación, dicen los documentos preparatorios de los libros, no puede ser neutral, es decir no puede ser ajena al conflicto político y económico en el que vivimos, por ello debe apoyar a uno u otro de los bandos que se enfrentan.

Los libros no dudan ética ni moralmente. Dicen que la educación es amoral, que debe orientarse a defender a los oprimidos, convirtiendo a cada estudiante en un “agente de transformación social”, lo que en franco lenguaje marxistoide, que no marxista, se llama “un revolucionario”.

Lo que he conocido de los libros refleja ideas de odio, tal cual lo hace diariamente el presidente.

Eso de la educación “comunitaria” es una trampa, un ardid, una treta para adoctrinar oscurantistamente, sin ciencia (ya puso López la ciencia en manos del Ejército).

Los libros endiablados no buscan formar para el progreso nacional a los niños y a los jóvenes de hoy, a fin de que fortalezcan nuestra democracia y contribuyan con su trabajo y creatividad al desarrollo económico moderno, compartido y justo que México necesita.

Lo que está pasando de quince días para acá y los nuevos libros de texto gratuito endiablados que no llegan, deben abrirle a usted los ojos para que vea a dónde quiere llevar a México este gobierno y su partido.

Piénselo bien. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Y sin embargo: sean felices todos, incluidos los de Morena.