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¡NO LO OLVIDES!

Por: Rafael Ayala Villalobos

Una cosa  es perdonar y otra olvidar. Y muy otra es hacerse tarugos. Perdonar sirve para caminar  ligeros por la vida y no olvidar ayuda a saber por dónde es recomendable  caminar y por dónde no. Hacerse tarugos no sirve de nada.


Por eso recordar puede ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas y de las sociedades. Por eso hay monumentos en las ciudades, se le ponen nombres de héroes o de sucesos o de fechas célebres a las calles, para recordar, para que el corazón vuelva a sentir.  Recordar lo malo para que no se repita y recordar lo bueno para conservarlo, es conveniente. 

Y sin embargo algunos políticos piensan exactamente lo contrario: que el pueblo olvide lo de atrás, que no mire la retaguardia excepto para que   condene al pasado como una forma de que solo vea al presente donde el político tirano nada más quiere que lo veneren a él, que el pueblo le agradezca que dizque lo está rescatando de las garras del pasado y que el presente gobernado por él es la expresión más sublime de la virtud, casi el paraíso terrenal.

No importa que los del pasado hayan logrado avances, el político tirano hará que se vean como desgracias; tampoco le importa  dar buenos resultados de su administración, lo que le importa es concentrar poder, poder y más poder, y si algo sobra, todavía más poder, y perpetuarse en él aunque sea a través de otros. 

Este es un rasgo de los tiranos: tratar de borrar la memoria de todo lo pasado excepto de lo que puedan manipular aunque sea con mentiras si les beneficia, o bien, en una primera etapa, hacer que el pueblo machaconamente no se vaya a olvidar de los defectos de quienes le antecedieron en el poder.

La historia, ésa maestra de la política, nos regala muchos ejemplos. Ahí está el tirano Pol Pot de Camboya en el siglo veinte, que para borrar hasta el último vestigio del antiguo régimen asesinó a casi  tres millones de camboyanos, porque pensaban distinto a él y porque en su tiránico entendimiento eran personeros del gobierno derrocado. No los mató en guerra, no, como buen genocida los mató en purgas al estilo Stalin, otro tirano, traidor de Trotsky a quien mandó matar, frío asesino masivo, intolerante con los que pensaban diferente. Aquí vamos viendo a la intolerancia como característica de los políticos tiranos.

Más atrás, en el Imperio Romano, César Augusto, además de que como queriendo y no, rompió la naríz al cadáver de Alejandro Magno que lo mandó sacar de su tumba para crecerse sobre él, decretó derribar todas las estatuas de Marco Antonio, su rival político, para que nadie lo recordara. Ya se sabe que en el Imperio Romano se destruían las propiedades de los políticos derrotados y se ordenaba el destierro de sus familias. El sucesor de Maximiano en 310, ordenó la destrucción de cualquier elemento público que lo mencionara y nadie podía pronunciar su nombre. Las monedas con la efigie de  Domiciano, fueron incautadas y fundidas. Del emperador Cómodo borraron todo, incluso del registro civil, como si no hubiera existido. 

También cabe recordar el sangriento ataque de los bolcheviques al Palacio de Invierno, en Rusia…, o las crueldades de la Revolución Francesa de 1789, que abolió la monarquía absoluta y que para muestra destructiva basta recordar la toma de La Bastilla o la época del terror con el supuestamente incorruptible Robespiere, tan aficionado a cortar cabezas en la guillotina que cuando en la misma le cortaron la suya estaba media mellada.

Incluso cuando la Iglesia se metió a la política tuvo episodios en los que practicó la “Damniatio Memorae”, que era un castigo propio del Imperio Romano, una “Condena de la memoria” por decreto. Ya se sabe que el derecho romano en buena medida es base del derecho canónico. 

Ahí está el caso del Papa Formoso dirigente de  la Iglesia de 891 a 896, en el primer milenio del cristianismo,  llevado a juicio ¡cuando ya estaba muerto! 

No solo llevaron al juicio su maldecida memoria sino su cadáver al que amarraron a una silla luego de sacarlo de su tumba. Muerto y sepultado como Dios manda, lo sacaron del sepulcro y lo llevaron a la Basílica Constantiniana y ya vestido de Papa fue conminado a no huir ni interrumpir, siendo obligado a escuchar las graves acusaciones que pesaban en su contra. Como no dijo nada en su defensa, le aplicaron aquello de que “el que calla, otorga” y lo condenaron a cortarle los tres dedos con los que los Papas dan las bendiciones, anularon su pontificado y todos sus actos que como Papa realizó. 

¿Más? Echaron su cadáver al “pozo del olvido y de los condenados” y luego aventado al río Tíber para que se lo llevara la corriente, para que no tuviera tumba y la gente se olvidara más rápido de él. ¿Porqué sucedió esto? Porque el Papa Esteban VI y él pertenecían a diferentes y enemigas familias que durante muchos años se disputaron el poder. 

Cuando accedió al Papado Esteban VI, no se sintió cómodo con el recuerdo de su enemigo  Formoso y quiso borrarlo de la historia y de la mente del pueblo poniendo en práctica la institución jurídica del Senado Romano de la “Damniatio Memoriae”. Dicen que un pescador se encontró el cadáver enredado entre sus redes y lo rescató, escondiéndolo por muchos tiempo en su casa hasta que los vaivenes de la política lo reivindicaron y lo devolvieron a su tumba en la Basílica de San Pedro donde aún está, no descansando en paz sino  temeroso de que otra sentencia lo vuelva a sacar para otro juicio de esos cuya sentencia ordena derrumbar edificios, calzadas o estatuas, el cambio de nombres a instituciones y a veces hasta prohibir mencionar nombres. 

En realidad ésta práctica data desde tiempos del antiguo Egipto, así que no nos debe extrañar que por éstos tiempos sea muy socorrida.

Si hoy usted está leyendo sobre el Papa Formoso es porque al Papa Esteban VI no le salieron bien las cosas y para su mayor berrinche hay una famosa pintura de 1874 de Jean-Paul Laurens, academicista y anticlerical,  que retrata el juicio de los Papas Esteban VI y Formoso y que adjunto al presente texto con la esperanza de que el editor lo incluya.

Creo que no hay que olvidar. Cuando pagamos más por el gas doméstico, cuando nos cuesta más la electricidad y la gasolina y casi todo, cuando no nos atienden en las instituciones de salud, cuando pagamos elevados impuestos que no vemos reflejados en la calidad de nuestra vida cotidiana, cuando a la delincuencia se le deja hacer y deshacer, cuando sentimos miedo por la violencia, cuando padecemos el desempleo, la inflación de los precios, la devaluación diaria del peso frente al dólar y la corrupción, cuando sentimos que nos manipulan, que a la sociedad civil pensante y actuante se le mangonea y se le quiere sustituir con un pueblo dócil que solo vote y vaya a mítines, cuando vemos que no se incentiva la formación de demócratas para que haya democracia sino que se construyen clientelas electorales para que el populismo avance, cuando la justicia se politiza, cuando no se incentiva al deporte, ni al arte ni a la ciencia, cuando… 

Conviene recordar con nombres y apellidos quiénes de uno u otro color son los  causantes de tantos males y sobre todo cómo diablos fue que llegaron al poder. Creo que no hay que olvidar. ¿O nos hacemos tarugos?