Por: Rafael Ayala Villalobos
Pasamos por tiempos desafiantes y peligrosos, conflictivos y complicados en lo social, político y económico, agravado todo por no vivenciar valores éticos, por no dialogar y porque los más elementales derechos humanos son pisoteados cotidianamente ante la vista de todos que, de tanto verlo, ya creemos que eso es normal. En suma, porque no practicamos la tolerancia como aceptación, olvidándosenos que la tolerancia es esencia de la democracia.
La realidad que viven las familias es de violencia, de desigualdad, de carencias, de penurias económicas, de miedo, porque las prioridades de los grupos de poder, de los grupos de presión y de los partidos tan solo buscan conservar o aumentar su influencia y sus beneficios, asimismo su afán de mando y riqueza, sin fijarse en el daño que hacen a la razón y a la dignidad de la persona humana.
¿Cómo interpretar que el poder presidencial minimiza la tragedia de los desaparecidos, de los asesinatos de jóvenes y mujeres?, ¿qué decir de la insensibilidad patológica del poder que desdeña las afectaciones a miles de personas por diversas tragedias como las explosiones de gasoductos, terremotos, inundaciones, masacres, emigraciones forzosas, cobro de piso y secuestros?
¿Qué decir de la insensibilidad del Congreso federal que se negó a crear un fondo para la reconstrucción de Acapulco a finales de 2023, luego de un desastre natural y de la prematura suspensión de la declaración de emergencia cuando todavía la gente sufría los estragos del huracán?
¿Qué opinamos de la incertidumbre jurídica propiciada por decisiones arbitrarias, ilegales e inconstitucionales tan persistentes al punto que ya nos vamos acostumbrando a ellas?
¿Qué decir del recorte presupuestal a organismos como el INE y el INAI, entre otros, con la maléfica intención de golpear a la democracia y debilidad a la sociedad civil?
¿Qué decir de la desfachatez con que faltan tratamientos médicos y medicamentos y vacunas y mastografías, entre otros problemas que conforman el desastre que tenemos en materia de salud?
¿Qué opinamos de la robadera de la gente cercana al poder presidencial e incluso de miembros de su familia?
Y así podríamos continuar, pero lo importante es resaltar que hay sucesos en la vida nacional actual que afectan a los piedadenses, que trascienden las ideologías y las posiciones partidaristas como la conciencia, la verdad, la honorabilidad, la transparencia, la responsabilidad social y ecológica, el maltrato a las personas en sus derechos naturales.
Tenemos que reconocer la gran necesidad que hay de rescatar y vivenciar los valores de la paz, de la democracia y de la libertad. Si en esto nos ponemos de acuerdo, será más fácil dialogar y dejar de poner oídos sordos a lo que dice el otro.
Estas tres ideas o conceptos son el cimiento de una vida colectiva basada en los derechos humanos porque los argamasa la dignidad de la persona en la conciencia de otro, por diferente se sea u opine. Esto facilita el dialogo hoy negado desde el púlpito presidencial y entre nosotros.
El diálogo como mecanismo deliberativo para lograr el bien común, la colaboración como suma de voces e inteligencias en soluciones a los problemas diarios de las familias y como reconocimiento a la capacidad y al derecho que el otro tiene a sus decisiones.
La paz se forja en el crisol del diálogo.
Hablando se entiende la gente, pero hablando con la verdad.
La paz es ausencia de guerra y de conflicto, sí, pero también es el predominio de las condiciones buenas para la vida en armonía, con seguridad e igualdad.
Por ejemplo, la paz no es solo que no haya balazos sino que si me enfermo tenga la seguridad de ser bien atendido en una institución de salud.
Asimismo la democracia no es solo votar. Tiene que ver con la representatividad de la sociedad, la participación ciudadana, la independencia de poderes del Estado, con los límites a las funciones del Estado, con los pesos y contrapesos al poder del Estado, también atañe al Estado de derecho, a tener instituciones fuertes y autónomas, con el ejercicio de la libertad en todas sus expresiones, y está relacionada con procesos deliberativos en la toma de decisiones públicas.
La participación ciudadana es indispensable en la democracia.
Exige el reconocimiento del otro en cuanto a sus talentos y competencias, y trabajar con él en respeto y tolerancia.
Hay que entender que se necesitan proyectos comunes que den bienestar a todos, y que el gobierno no tiene la responsabilidad total para lograr mejores condiciones de vida, pero sí debe otorgar espacios para la participación y facilitar el crecimiento de los individuos y grupos en todos los órdenes de la existencia humana.
Recordemos que antes de ser empresarios, amas de casa, profesionistas, agricultores o políticos, somos personas, humanos en convivencia, en relación con otros y que somos ciudadanos.
El concepto de libertad es complejo de explicar, pero basta decir aquí que implica que nos sepamos dueños de nosotros mismos, dueños de nuestros pensamientos, creencias y actuaciones y que por eso nos podemos expresar, siempre en equilibrio con la responsabilidad.
Libertad y responsabilidad van juntas: soy libre de hacer pero soy responsable de lo que haga.
No puede haber paz con desigualdad, cuando no hay Estado de derecho, cuando hay violencia, cuando no hay verdad y cuando no se respetan los derechos humanos.
Está dicho que la democracia se finca cotidianamente como cualquier proceso, pero si los del poder público todos los días dañan el diálogo con insultos, vomitando odio, golpeando las instituciones democráticas, adoptando decisiones arbitrarias propias de un absolutismo presidencial y vulnerando a las instituciones para que prevalezca su voluntad caprichosa, no se pueda hablar de que tenemos democracia cabal.
Los conflictos y los grandes problemas nacionales y municipales se pueden resolver partiendo de la paz, no desde la violencia.
Se resuelven pensando en lo común, no en las diferencias ni en intereses personales.
Se arreglan respetando la libertad y no desde la discriminación.
Partiendo del diálogo y no desde la imposición.
Partiendo de la compasión y el amor a los demás, no desde el oportunismo.
Partiendo de la verdad y no de la mentira.
Prioricemos la dignidad de la persona humana, pongámosla en el centro de toda decisión.
Eso sí que es humanismo.
No al revés como ahora el poder quiere, que pone en el centro al Estado y a su proyecto, olvidando que las mayorías son momentáneas y que en política las victorias no son para siempre y las derrotas no son eternas.
Pongamos al centro también el respeto a uno mismo y a los compromisos naturales y acordados con los demás.
Iniciarán las campañas electorales dentro de algunos días.
Lo deseable es que sirvan para incentivar la conversación colectica, sin olvidar que todos somos hermanos en la mexicanidad y compañeros de ciudadanía.
Construyamos una cultura de la diversidad con respeto a ser distintos y diferentes, considerado ya esto como uno de los derechos humanos de tercera generación.
Querer un país con una sola visión y negar al “otro” lleva al disenso y a la confrontación.
El otro puede ser de diferente religión y cultura, de distinto color, con preferencias políticas diversas, pero no tengo porqué insultarlo, negarlo o hacerle trampa, mucho menos querer destruirle su organización política, vale decir, su república democrática.
Ello invoca a la violencia, limita los esfuerzos democráticos y aplasta la paz.
Que las campañas sean para dialogar con palabras buenas, porque la palabra es la voz del alma.
Sean felices.