Por: Rafael Ayala Villalobos
Hoy comentaremos sobre la democracia y su relación con la economía y la sobrevivencia del ser humano y de la Tierra, mientras el señor de allá intenta desaparecer el INE y controlar las elecciones venideras para hacer ganar a su partido porque en el 2021 perdió.
A lo mejor tendríamos que estar hablando de la destrucción de la república, del desastre de la seguridad, la economía, del caos en la atención de la salud, pero a veces, sólo a veces, hay que ir más al fondo en temas de verdad vitales como lo es la sobrevivencia del hombre y del planeta.
Y no solo eso, sino sobre la destrucción de la democracia…
La democracia es un invento que hay que reinventar todos los días; es un proceso continuo, imperfecto y a la vez perfectible, es construcción inacabada que quiere realizar todo lo posible la dignidad de la persona humana, eso es, si no, no tendría caso, y sólo serviría, como sirve, a los demagogos que visten su cuerpo de tiranos con ropajes democráticos, esos que son lobos con piel de oveja: en la familia y en los negocios, ante el fisco y en la empresa, en la escuela y en la política, en los partidos y en el gobierno.
Si la democracia para existir necesita demócratas, también necesita un Estado fuerte y funcional.
Así que ahora hay dos retos: uno, ensanchar la democracia, sí, pero con demócratas de avanzada, superando la democracia meramente representativa y participativa, para arribar a la democracia operativa.
El otro reto es fortalecer al Estado democrático, pero con políticos emanados de la ciudadanía que sepan hacer política de la buena, de la que hace la gente, la que dialoga, acuerda, cumple y empuja hacia adelante empoderando a las familias.
Si el principal ingrediente de la democracia es la tolerancia -el reconocimiento del diferente- entonces ningún intolerante puede ser demócrata.
Si un Estado democrático no resuelve las necesidades básicas de la persona humana, como vivienda, alimentación, salud, educación, entre otras, y, al contrario, produce más pobres, no sirve como Estado por muy democrático que parezca, más bien se trata de una tiranía que se sirve a sí misma.
Si aterrizamos lo dicho hay que afirmar que el gobierno federal con todo y su centralización contraria al federalismo está dejando de ser útil a la ciudadanía.
Y también es cosa de ver a quiénes sirve la administración pública, quiénes salen beneficiados por ella y veremos que son los grupos oligárquicos de poder de siempre, beneficiarios del modelo depredador de la economía, operado hoy por un gobierno de falsa izquierda.
Por eso se necesita participar, porque, ¿Cómo puede haber una democracia y un Estado funcionales sin claridad, sin transparencia y equidad como sucede hoy a nivel nacional?
¿Cómo, cuando en una elección el que sale victorioso gana con un porcentaje bajo del total de la población aunque grande en cuanto a los votos emitidos?
¿Cómo si al que gana lo ayudó la delincuencia organizada robándose las urnas como en la elección última a gobernador en Michoacán?
¿Cómo cuando el quehacer político está amenazado con la construcción paulatina de una tiranía?
Para que no creas que estamos divagando, vamos a apuntar los cañones en un punto: el deterioro ambiental, a la luz de lo anteriormente dicho.
Por todas partes se buscan alternativas al modo de producción industrial-mercantilista-consumista, ya que sus efectos sobre las sociedades y sobre la naturaleza se están demostrando cada vez más desastrosos.
El caos climático, la erosión de la biodiversidad, la escasez de agua potable, la suciedad en el aire, la contaminación química de los alimentos y el calentamiento global son los síntomas más notorios. Este modo de producción dominante tiene críticas, pero hoy por hoy sigue afectando a las mayorías y a la Tierra.
En contrapartida, aparecen por todas partes formas alternativas de base ecológica de producción como la agricultura orgánica, cooperativas de alimentos agroecológicos, granjas familiares, eco-aldeas y similares.
La visión de una eco-economía de la suficiencia o del «buen vivir y convivir» da cuerpo al bio-regionalismo con el que ha de repensarse de aquí en adelante cualquier política y todo programa de políticas públicas municipales, estatales y federal, buscando satisfacer las necesidades humanas (no los deseos) y realizar el bien vivir y convivir, respetando la vocación del ecosistema local, avanzando hacia la autosuficiencia regional y la salvaguardia de las micro-regiones del planeta.
Previamente hemos de preguntarnos sobre el sentido de la riqueza y su uso.
En vez de centrarnos en la acumulación material más allá de lo necesario, debemos buscar otro tipo de riqueza, esta sí, verdaderamente humana, como el tiempo para la familia y los niños, para la comunidad a través de la política, para los amigos, para desarrollar creatividad, para deleitarnos con el esplendor de la naturaleza, para dedicarnos a la meditación y la recreación.
El sentido original de la economía no es la acumulación de capital, sino la creación y re-creación de la vida.
Ella se ordena a satisfacer nuestras necesidades materiales y crear las condiciones para el logro de los bienes espirituales (no materiales) que no están en el mercado, pero se derivan del corazón y de las relaciones justas con los demás y con la naturaleza, como la convivencia pacífica, el sentido de justicia, la solidaridad, la compasión, la amorización (si se permite la palabra) y el cuidado de todo lo que vive.
Los partidos políticos apenas están considerando éstos conceptos.
Ningún partido, que yo sepa, está planteando una propuesta electoral en ésta dirección, pero tampoco los políticos sin partido, llamados independientes, por la sencilla razón de que podrán no tener partido pero no son independientes realmente.
Y ni qué decir del gobierno federal actual que ha demostrado ser anti-ecologista, anti-vida y anti-salud.
Al centrarnos en la producción bio-regional, minimizamos las distancias que los productos tienen que recorrer, ahorramos energía y disminuimos la contaminación, entre otros beneficios.
El suministro de las necesidades puede ser satisfecho por las pequeñas industrias y tecnologías sociales fácilmente incorporadas por las comunidades de los municipios que integran cada región considerando sus usos, costumbres, cultura, clima, vocación económica, entre otros factores.
Los residuos podrían ser fácilmente manejados o transformados en bioenergía.
Los trabajadores se sienten conectados con lo que produce la naturaleza local y al laborar en fábricas pequeñas considerarían su trabajo más significativo.
En esto radica la singularidad de la economía bio-regional: en lugar de adaptar el medio ambiente a las necesidades humanas, son estas las que se adaptan y se armonizan con la naturaleza y por lo tanto aseguran el equilibrio ecológico.
La economía usa mínimamente los recursos no renovables y usa racionalmente los renovables, dándole tiempo para descansar y regenerarse.
Los ciudadanos se acostumbran a sentirse parte de la naturaleza y sus cuidadores. De ahí nace la verdadera sostenibilidad.
En lugar de crear puestos de trabajo, se busca crear, según afirma la Carta de la Tierra «medios de vida sostenibles» para ser productivos y dar satisfacción a las personas.
Las computadoras y las modernas tecnologías de comunicación permitirán a la gente trabajar en su casa, como se hacía en la era pre-industrial. La tecnología no sirve para aumentar la riqueza, sino para liberar y asegurar más tiempo, como recuerda siempre el líder indígena Ailton Krenak, para la convivencia, para la recreación, “para la restauración de la naturaleza y para celebrar las fiestas tribales”.
La economía bio-regional facilitaría la abolición de la división del trabajo basada en el sexo. Los hombres y las mujeres asumirían juntos las tareas domésticas y de crianza de los hijos y velarían por la belleza del medio ambiente.
Esta renovación económica propicia también una renovación cultural. La cooperación y la solidaridad se hacen más posibles y la gente se acostumbraría a actuar correctamente con los demás y con la naturaleza, porque es claro que es en su propio interés, así como en el de la comunidad. La conexión con la Madre Tierra y sus ciclos suscita una conciencia de mutua pertenencia y una ética del cuidado.
El modelo bio-regional de la pequeña ciudad inglesa de Totnes, es seguido hoy por unas 8.000 ciudades, llamadas Ciudades de Transición: transición para lo nuevo en la vía democrática – ecológica. Tales hechos generan esperanza para el futuro y conviene que los volteemos a ver para adaptarlos a la vida de los municipios de nuestra región en los que los gobiernos siguen creyendo que el progreso son las fábricas, los parques industriales, los pavimentos, la urbanización depredadora, siempre en detrimento del campo, por lo que no hay una ruralidad productiva, sustentable y retentiva.
Por eso es importante entender y asimilar estas ideas que dan luz al final del túnel de la destrucción de los ecosistemas y difundirlas, asimilarlas a nuestra vida cotidiana e integrarlas en los programas políticos de quienes aspiran a llegar al gobierno, personas y partidos, porque nadie quiere volver a tener gobiernos que aparte de que desgarran el tejido social como el federal actualmente, que provocan discordia hasta en las familias, todavía aplican medidas perjudiciales para la salud, la vida y el medio ambiente.
Si las soluciones bio-regionales no se adoptan desde “arriba”, desde lo central, ha de ser desde lo local y desde lo municipal de donde brote una insurgencia ciudadana que enarbole la causa del bio-regionalismo.
Sean felices.