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¿PORQUÉ MARCHAR POR LA DEMOCRACIA?

Por: Rafael Ayala Villalobos 

 Buenos días. 


Porque la democracia que nos ha costado tanto trabajo construir está amenazada por el presidente López y su partido, es que a convocatoria del Frente Cívico Nacional La Piedad diversos núcleos de la sociedad civil realizaremos una marcha en defensa de la república democrática, este domingo 18 de febrero a las 10:30 de la mañana del parque Morelos al monumento a Hidalgo en la plaza principal, sumándonos así a las más de cien ciudades que por todo el país harán lo mismo: decir basta al embate de López Obrador y  Morena contra la democracia, tanto como forma de gobierno como forma de vida.  

 Así que si coinciden con este propósito, los invito a que asistan, lectora, lector queridos. Es gratis. 

Hay mucho ánimo, aunque también se percibe temor a represalias, pero el pronóstico es que será un evento masivo en el que los ciudadanos con o sin partido se manifestarán por la defensa de un valor, la democracia, que es el pivote de nuestra convivencia social y política. 

Algunos analistas políticos aconsejan no seguirle el juego al del palacio ni discutir públicamente lo que durante su gobierno ha hecho en contra de la participación ciudadana y el sistema democrático, mucho menos sobre su paquete de 20 propuestas que presentó el 5 de febrero como jaladuras de pelo.  

Con ellas el mal gobernante intenta que los temas de la campaña sean “sus” temas. Lo cierto es que lo que ha hecho y lo que propone coloca al país enfrente de caminos que se bifurcan: o democracia o autoritarismo.  

La próxima elección tiene como tema central eso: o el autoritarismo, el absolutismo presidencial de Morena, o la democracia que más que los partidos de oposición, propone la ciudadanía actuante. 

López quiere aplastar la pluralidad de la representación política, pivote central de la edificación de nuestro sistema democrático de contrapesos y equilibrios.  

Morena y su Tlatoani quieren un hiperpresidencialismo, sometimiento de los poderes judicial y legislativo al ejecutivo y que la Corte se debilite para que no pueda defender las garantías individuales ante las arbitrariedades del poder que se ven venir contra las libertades, los derechos civiles, la propiedad y la seguridad jurídica, entre otras. 

Ha sido la izquierda democrática y humanista, la verdadera izquierda, la que en México ha empujado la construcción de esos equilibrios y contrapesos, los organismos autónomos y los derechos humanos de tercera generación, por ejemplo. Claro, con el concurso y la convergencia de otras fuerzas políticas, si no, no se hubiera logrado. Pero el PRD fue vanguardia. El que ahora no tenga la productividad electoral de otros tiempos, no le resta ese mérito y es egoísta disminuirlo. 

Bueno, pues el señor lo quiere regresar  hasta como estaban las cosas hace treinta y siete años, para según él, ajustar  la realidad de México a lo que hay en su esquizofrénica mente.  

Y lo peor: con la complicidad de algunos que se decían de izquierda y que hoy andan a las caiditas enmorenándose y siguiéndole la corriente al fascista del palacio. 

Nuestra Constitución, de 107 años de vigencia, en su Artículo primero, afirma al pie de la letra a la democracia “no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”. 

Ahí está la clave: no se trata de una democracia que inicia y se acaba en el mero acto de votar, sino que obliga al gobierno electo a dar buenos resultados, democráticamente, en la salud, la seguridad, la educación, el empleo, el combate a la violencia hacia las mujeres, entre otras tareas constitucional y democráticamente asignadas al gobernante en turno. Cosa que actualmente no ha sucedido porque a este gobierno todo le ha salido mal. 

Parte de la motivación para construir nuestro sistema democrático fue y es, frenar y revertir el sistema de partido dominante que había antes y crear un sistema adecuado para que las minorías pudieran no solo estar representadas sino servir de equilibrio y contrapeso; asimismo, con los órganos autónomos, facilitar que la sociedad pudiera servir de límite al gobierno a la hora de tomar decisiones unilateralmente. 

Así que esta es una de las razones históricas por las que existen cargos de elección plurinominales que, por cierto, se equivocan algunos cuando afirman que a esos nadie los elige. Sí son de elección popular, solo que por otro sistema que México lo tomó, más o menos, de países europeos que desde un siglo antes ya lo practicaban con el propósito de reflejar las distintas corrientes ideológicas y de interés.  

 Corría el año 1963 cuando la reforma al artículo 54 de la Constitución de 1917, estableció que los partidos políticos que captaran el 2.5 por ciento de la votación total de las elecciones respectivas podrán tener 5 diputados y luego uno más por cada 0.5 por ciento de votos obtenidos, hasta un máximo de 20 diputados. 

En 1977 el artículo 52 se modificó para que la Cámara de Diputados se integrara por 300 legisladores por la vía de la mayoría relativa, más otros cien por el principio de representación proporcional. Y desde 1986, subió a 200 la cantidad de diputados por este principio, acorde con la gran variedad ideológica y programática de México. 

El señor López, con sus propuestas alocadas del 5 de febrero, quiere reducir la cantidad de diputados federales y de regidores con los argumentos desgastados de “por ahorrar” (a Pemex lo tiene perdiendo casi 300 millones de pesos por hora),  “por la corrupción” (que empiece por sus hijos), etcétera, cuando su verdadera y dictatorial intención es seguir comprimiendo la participación de la ciudadanía en la sociedad civil y política, sometiendo al poder legislativo a sus caprichos, achicar la potencia de las voces disidentes y continuar en su idea de lograr “el país de un solo hombre”. 

En las diversas reformas constitucionales al sistema democrático de partidos, la finalidad básica fue que la nueva pluralidad de la sociedad cupiera, por así decirlo,  en el molde constitucional, alejándose del sistema de partido hegemónico, casi único, mayoritario, que ya dificultaba la gobernabilidad. Al mismo tiempo, para ofrecer mecanismos que encausaran las nuevas correlaciones de fuerzas políticas que nos enseñaron que las mayorías son transitorias y mutantes. 

O sea: el señor propone un retroceso de 37 años a nuestro sistema de representación.  

Quiere volver al sistema de partido aplastante, a tener un Congreso dominado por un solo partido, a eliminar mecanismos para la participación ciudadana, a tener sometido al poder judicial, asimismo a los medios de comunicación. 

¿Solo eso?  

No, también desea  la desaparición de los organismos autónomos, y que, en todo caso,  sus funciones ya no las atiendan ciudadanos sino los burócratas a su servicio, esto es, que las absorban dependencias de gobierno, en evidente salto para atrás a las cosas que como sociedad y partidos hemos ido armando, a estirones y jalones, con el propósito de lograr mayor transparencia, cosa que mucho molesta al presidente y, viendo sus hechos, destruye.  

Sabe el del palacio colonial que en la LXV Legislatura hasta ahora no cuenta con los 334 diputados necesarios para sacar adelante sus propuestas, pero quiere imponer el tema de la campaña: su dictadura, su concentración de poder, su antidemocracia, para que la candidata de su partido se vea forzada a aplicarlas cuando inicie su gobierno, en caso de que su partido ganara la mayoría absoluta de las diputaciones federales, que no será así, porque la gente ya abrió los ojos. 

Estoy mencionando solo dos de las propuestas del señor López. Pero los agravios que ha hecho al pueblo de México en materia de seguridad, de salud, de educación, de economía, de mujeres y de jóvenes, son muchos.  

Otro tema que por grave veremos luego en cuerda separada, es el de que el dictador quiere que solo 4 ministros y ya no 8, de la Suprema Corte, puedan cambiar a contentillo la Constitución sin posibilidad de que el afectado pueda recurrir jurídicamente a algún medio de defensa, ni siquiera al amparo, institución toral de nuestro sistema legal. 

La gente no quiere más de lo mismo.  

La ciudadanía consciente quiere un cambio que defienda la democracia. 

No queremos volver a un pasado que no nos gustaba, pero rechazamos el presente que nos daña y nos negamos a ir a un mal futuro que no nos merecemos. 

Por eso marcharemos este domingo 18 de febrero. 

Sean felices.