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¿TIENES TEMOR A LA MUERTE CIERTA?

Por Rafael Ayala Villalobos.

Lector, lectora queridos, ¿ya saben quién ganará en las elecciones?


¡Nadie lo sabe! La incertidumbre campea, la duda estruja y los rumores condimentan las últimas jornadas.

Lo incierto ha sido motivación para la ciencia, también para los alquimistas, las pitonisas y los brujos desde la más lejana antigüedad y grandes negocios se han hecho con la duda: casinos, rifas y apuestas callejeras encabezan la lista.

Les platico que el 6 de abril de 1915 algunos piedadenses y numaranianos participaron del lado villista en la batalla de Celaya en la Revolución Mexicana, donde fueron derrotados por Álvaro Obregón y sus constitucionalistas –y eso que el General de División, el genio artillero Felipe Ángeles luchó fragorosamente en el Ejército Villista- por lo que tuvieron que regresar huyendo con tan mala suerte que al pasar por Pénjamo les dieron otra friega.

A algunos los apresaron para llevarlos al paredón. Uno de ellos era un jóven piedadense de nombre Ramiro que iba a ser fusilado en la madrugada. Una noche antes Ramiro logró enviar con mi abuelo
Francisco Villalobos Mendoza, Teniente villista, una carta triste a sus padres.

En ella, aparte de despedirse, les decía que nunca había sabido nada con certeza hasta ésa noche fatal: que al alba sería pasado por las armas y que regresaría con Dios. En la carta expresaba que tenía miedo, mucho miedo de que le quitaran la vida, como así fue.

Ése sentimiento es horrible, intranquiliza hasta al más sereno. En la pandemia del coronavirus, por ejemplo, o en medio de algún accidente o enfermedad, en algún momento, todos sentimos temor a morir porque nadie sabe si llegará al siguiente lunes.

A pesar de lo que algunos digan, todos tememos la muerte, todos tememos a ésa madrugada cierta, y vivimos echándole un ojo al momento lejano en que moriremos, sin darnos cuenta de que la muerte la traemos untada en la piel desde que nacemos.

Nuestra racionalidad temporal y espacial nos lleva a desear que algo suceda y podamos nunca fenecer, lo cual no es raro porque la Biblia dice que «Dios ha puesto eternidad en el corazón de los hombres», y con ése sentimiento de eternidad vivimos.

Lo cierto es que vamos a morir y que, como me dijo un doctor cuando murió mi hermana la doctora Laura Inés, «Hay que saber recibir la muerte».

La diferencia está en cómo reaccionamos a la llegada de ésa madrugada que creemos incierta pero que ahí está: fija e inmarcesible.

Casi todos tenemos temor, y es lógico: siempre existe ese miedo a lo desconocido, a los resultados inciertos, sujetos al azar y que están en manos de la diosa de la Fortuna, tan caprichosa y locuaz como es, y sin embargo hay quienes duermen cual bebés, como es el caso de Simón Pedro.

En la Biblia, en Hechos, dice que cuando Pedro estaba en la cárcel, dormía profundamente una noche antes de que al amanecer lo fueran a matar. Estaba bien dormido, amarradas sus manos con gruesas cadenas, custodiado por un soldado a cada lado dentro de la celda, mientras otros dos cuidaban la puerta.

Mientras escondidos en una casa, sus seguidores oraban y planeaban el asalto a la cárcel para rescatarlo, Dios fue más práctico y envió a un ángel que tuvo que zarandear a Pedro para poder despertarlo de su plácido sueño: “¡Ándale, vístete porque no te voy a llevar encuerado, y ponte las chanclas que ya nos vamos. Ponte tu capa”. Dicen que así le dijo.

Lo de la capa es cierto. Pedro era de capa y toda la cosa, yo creo que también portaba espada al igual que otros que acompañaban a Jesucristo. Hay que recordar que cuando apresaron a Jesús, uno de los suyos, ágil y bravo, le cortó de un espadazo la oreja a Malco, lo que molestó a Jesús quien presuroso levantó del suelo la oreja y se la pegó al desorejado sin cirugía alguna, es decir, milagrosamente. Éste fue el último milagro que hizo Jesucristo antes de su Resurrección.

Bueno, el caso que a Herodes se le aguó la fiesta. Al día siguiente iba a presentar a Pedro ante la muchedumbre fanática que sus operadores políticos le estaban acarreando para que gozaran con su ejecución, a fin de acrecentar su popularidad entre los judíos, facilitando así su manipulación. Cualquier parecido con la actual realidad mexicana no es mera coincidencia.

Pero ¿cuál es la razón por la que alguien pueda dormir tranquilo y a pierna suelta antes de que lo ejecuten? Es la certeza que puede vencer cualquier temor: saber lo que viene después.

Y qué importante es que el mismo Jesucristo fue el que certificó a sus discípulos que ellos iban a vivir con él para siempre.

Por cierto, ésa promesa es para todos, para ti también, eh, y es una promesa que no cambia ya que la misma palabra de Dios lo asegura.

Entonces nuestro futuro está en Sus manos.

Hemos confiado nuestra vida a Aquél que puede conservarla más allá de la muerte, aunque en otro plano.

El temor a ésa madrugada no debería, entonces, de existir…

¿Y tú cómo te sientes?

Sean felices.