Por Mayra Teresa Gaxiola Soto
En mis tiempos (es un decir, en los tiempos de mis abuelitos sería lo correcto), las mujeres aguantaban todo tipo de maltratos. Ni siquiera sabían que estaban siendo maltratadas.
Antes creían que maltrato era ser golpeadas y nada más, pero ‘aguantaban vara’ fuera lo que fuera que estaban viviendo porque creían que era normal que el marido les hablara mal, que les gritara, que no les diera dinero, que anduviera de ‘ojo alegre’ como le llamaban a la infidelidad o cualquier otra situación que se presentara.
Pero hoy en día, la situación o forma de ver la vida de las mujeres es tan diferente y más ahora que se ha vuelto ‘una moda’ por decirlo de la manera menos cruel, que no sólo las maltraten, sino que las matan, las féminas ‘despertaron’ o se ‘han puesto las pilas’ para no permitir ni el más mínimo abuso, lo mismo los jueces que antes se ponían del lado de los hombres, como ‘machos que son’, ya se dieron cuenta de que deben actuar antes de que sea demasiado tarde.
Hoy en día, no se requiere una demostración de causas para solicitar un divorcio. Es decir, si así fuera el caso, la mujer ni siquiera tiene que señalar la razón que la motiva a solicitar el divorcio cuando siente que no está siendo tratada como se merece, como le prometieron y se comprometieron en el altar o ante el juez.
También existe el divorcio voluntario cuando se solicita de común acuerdo. La pareja puede pactar en la intimidad de su hogar, que ya no quieren vivir juntos, que su matrimonio no resultó como pensaban y quieren vivir libres. Aquí ya no es necesario presentar culpas de ninguno de los dos.
Cuando ya hay hijos en ese matrimonio y son menores de edad, la situación cambia, es decir, aunque el divorcio se resuelva sin expresión de causa o de común acuerdo, el juez debe pronunciarse sobre la custodia de los hijos, alimentación, días de visitas y lo que al derecho familiar corresponda.
Ahora bien; también existe el divorcio cuando ya llevan años de matrimonio, los hijos, crecieron, estudiaron, se casaron o hicieron su vida, pero la mujer jamás trabajó, se dedicó al hogar, a atender a los hijos y al marido y de pronto despierta, se da cuenta de lo que ha sido su vida y de que no es feliz.
La mayoría de las veces, el internet o las redes sociales les abren los ojos a algunas mujeres para darse cuenta cómo ha sido su matrimonio, que no ‘es normal’ la vida que ha vivido, que ‘no es normal’ que siempre le griten, que siempre la traten mal, que no le den dinero, que le pongan el cuerno.
En muchos casos han vivido un maltrato cotidiano y ‘normal’ durante más de 40 años mientras se dedicaban al cuidado del hogar, de los hijos y del marido, pero de pronto en ese ‘despertar de la conciencia’ se dan cuenta que eso no es normal como creían y deciden vivir libres, se animan a solicitar el divorcio, movidas precisamente por el conocimiento, por la información de la que ahora gozan gracias a las ‘benditas redes sociales’ -como diría AMLO-. Y estas mujeres, aún cuando ya no tienen hijos pequeños, menores de edad en casa, también tienen derechos y corresponde al juez que toma el caso el hacerlos valer.
En primer lugar, las mujeres que se han dedicado al hogar, al cuidado de los hijos y del marido, tienen derecho a una compensación económica de parte del marido mientras vivan. No piensen señoras que si se atreven a vivir su libertad a no seguir permitiendo maltratos quedarán desprotegidas.
Además de una pensión económica para llevar una vida decorosa, después de más de 40 años de dedicarse a su hogar, a sus hijos y a su marido, tienen derecho al 50 por ciento de los bienes adquiridos durante su matrimonio. Claro que no es fácil lograr eso. El marido peleará con dientes y uñas por ese patrimonio que según él le pertenece porque es quien trabajó para lograrlo.
Pero ¿cómo habría podido trabajar y lograr eso si hubiese tenido que atender al mismo tiempo el hogar y a los hijos?
¿Cómo podría acumular bienes o ahorrar, si su mujer hubiese sido una despilfarradora que le exigiera lujos? Si el hombre logra hacer un patrimonio, es porque cuenta con el apoyo de su mujer y esta última merece una compensación, ella también trabaja toda la vida sin pago alguno y no es tarea fácil llevar un hogar y criar hijos de provecho.
Como les decía, afortunadamente los jueces ya están actuando como corresponde en La Piedad y en todo el país y así como no permiten maltratos que pueden derivar en algo peor, también están reflexionando por primera vez en el hecho de que el trabajo en el hogar también es un trabajo y jamás remunerado, mucho menos la atención al marido y crianza de los hijos. Esto último para nosotras las mujeres un gozo y un honor, pero rara vez reconocido.