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Aunque está cerrada la basílica, fieles peregrinan hacia San Juan de los Lagos

La Piedad, Mich.- Pese al exhorto de las autoridades de los estados de Jalisco y Guanajuato, miles de fieles católicos de diferentes municipios de la región han emprendido su peregrinar hacia San Juan de los Lagos.

“No importa que no nos dejen entrar al templo, la virgencita sabrá que fuimos a verla”, dijo Consuelo Tafolla antes de emprender el largo recorrido desde La Piedad hasta la basílica enclavada en la región de los Altos de Jalisco.


Va acompañada de un grupo de aproximadamente 15 personas que salieron el pasado jueves por la mañana y que a su paso se ha encontrado con otros peregrinos procedentes de diferentes colonias y localidades cercanas.

No es la única. Los usuarios de las redes sociales, principalmente Facebook, han compartido historias donde se les ve pernoctando en sitios como “El Arroyo de Ayo”, “La Viguería”, “Corral del Monte”, o posando junto a las letras emblemáticas de la plaza principal de San Julián.

Es necesario recordar que desde los primeros días de este mes de enero, las autoridades del estado de Jalisco hicieron pública la restricción de eventos masivos y en coordinación con los jerarcas de la Iglesia Católica decidieron cerrar las puertas de la Basílica de la Virgen de la Candelaria.

Lo anterior, ante la creciente ola de contagios por Covid-19 y sus múltiples variantes, por lo que se realizó el exhorto a los ciudadanos de evitar viajar a esa ciudad con la finalidad de prevenir riesgos.

“Se suspenden las peregrinaciones a la basílica de San Juan de los Lagos, toda vez que se han cancelado las fiestas de la Candelaria, ya que el santuario permanecerá cerrado del 31 de enero al 2 de febrero”, informaron en repetidas ocasiones las autoridades de Guanajuato.

Aun así, familias enteras de la región de La Piedad, grupos de amigos o vecinos se organizan para el viaje que suele durar de tres a cuatro días a pie, cruzando cerros, terrenos de cultivos, así como poblados guanajuatenses y jaliscienses. Duermen en el cerro, en el atrio de algunos templos o a la orilla de la carretera.

Dicha tradición religiosa deja también una importante derrama económica para los municipios cercanos, donde los peregrinos compran alimentos, abastecen combustible y pagan por servicios sanitarios.